Capítulo 4

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Si habían cosas que Jaemin podía no estar deseando, tener que fingir un buen humor para el desayuno de aquella mañana era uno. Trataban de sumergirle en alguna especie de rutina para que pudiera encontrar un tipo de orden en su vida.

No creía que ni siquiera una vida con reglamento militar pudiera ordenar sus pensamientos.

Incluso creía que era un intento realmente mediocre. Todos actuaban con una naturalidad máxima pero las tensiones entre los presentes eran obvias. Aún más que las que tenían con él. Jaehyun y Doyoung se encontraban distantes. El vampiro no parecía querer siquiera mirar al otro aunque sus ojos de vez en cuando le traicionaban. Ten y Taeyong tenían una muy evidente tensión flotando en el aire. No culpaba a Ten en lo absoluto, era comprensible su enorme molestia. Habían pasado un par de días desde aquella peculiar petición de esa mujer y las cosas no habían vuelto a solucionarse entre ellos.

Eso sin contar la pesada mirada de Jeno sobre él todo el maldito tiempo. Quería gritarle, gruñirle e insultarle hasta que entendiera que no deseaba nada de su atención. Pero no quería ganarse más problemas. Taemin se lo había advertido, HyoRi estaba especialmente poco tolerante y se encontraba sentada en la esquina de la mesa como si fuera la jefa indiscutible del lugar. Era mejor no hacer un escándalo con la madre de los Lee presente.

—Jaemin, aún no has bebido nada. Trata de hacerlo. — La suave voz de Yang Yang a su lado le trajo a la realidad. —

Los ojos del lobo le veían con una genuina preocupación que llegaba a aplacar un poco sus malos sentimientos. Si podía nombrar alguna razón para no haber saltado desde la terraza hasta ese momento, la única cosa en la lista sería la presencia de su amigo. Había planeado hacerlo cuando el chino no estuviera en el país para evitarle aquella imagen... pero ahora que este no podría regresar a lo que creía que era su hogar, no sabía que haría.

Eso sólo sumaba otra cosa de las cuales culpar a Ren Jun. No podía vivir y tampoco morir por su culpa.

Apretó con fuerza el tenedor entre sus manos hasta deformarlo. Una pequeña maldición salió de sus labios mientras lo dejaba a su lado. Odiaba esa estúpida y nueva fuerza. No podía sujetar nada sin destruirlo. Era como ser el maldito Hulk.

Observó el vaso totalmente lleno frente a él. El batido de un borgoña oscuro no se veía especialmente apetitoso, como la mayoría de los que tenían los presentes en la mesa. Al menos trataban de que fueran similares y de enmascarar el aroma a su muy sensible nariz para brindarle un tipo de apoyo que no estaba deseando pero que, a pesar de todo, le resultaba de utilidad. Lo último que necesitaba era verlos beber desde bolsas de sangre directamente.

Hizo una pequeña mueca antes de sujetar el vaso. Trató de no respirar para no tener que olerlo mientras lo acercaba a su boca. El primer sorbo se sintió como hielo pasando por su garganta en llamas. Estaba demasiado sediento. Muchas veces le costaba poder siquiera hablar debido a la sed.

Eso lo incentivó a beber un poco más, al menos hasta la mitad del vaso. Las frutas mezcladas ayudaban a disfrazar el sabor pero la consistencia era evidentemente más espesa que la de un simple batido. Trató de no pensar en ello demasiado, apartarlo de su cabeza.

Hasta que su nariz pudo distinguir el peculiar aroma metálico.

Su estómago dio un vuelco y tuvo que apartar con rapidez el vaso de él. Las arcadas amenazando con hacerlo vomitar todo. Trató de no pensarlo, de no recordar nada pero las imágenes volvían a él como flashes en su cabeza. La sangre por todo el hogar donde creció, los cuerpos de sus padres. El fuerte aroma metálico mareándolo y la risa del maldito infeliz le regresaron nuevamente a ese momento.

Bloody TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora