Capítulo 11

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Trataba de mantenerse tan inmóvil como podía en su lugar, las ganas de dar pequeños brincos sobre la punta de sus pies o de pasar su peso de una pierna a otra estaban invadiéndole. Eso sin mencionar la picazón que estaba sufriendo en la punta de su nariz pero Ji Eun ya le había advertido unas seis veces sobre quedarse quieto. No iba a admitirlo en voz alta pero tenía una especie de respeto que rozaba en el miedo por la única mujer de los hermanos Lee.

No necesitaba gritar o tratar de imponerse sobre uno para pedir respeto. Sólo su mirada lo exigía. Interesante y aterrador a la vez. Sólo por ello había accedido a ser su modelo temporal, al menos hasta que su hermano dejara de estar encerrado en la habitación. Según Ji Eun, Ten y él no eran tan diferentes en cuestión física por lo cual podría seguir trabajando en aquella última chaqueta repleta de apliques que estuvo confeccionando.

Observó el reloj que estaba en el atelier, un muy desordenado atelier, se encontraban a sólo treinta minutos de la medianoche. Mordió su labio inferior con algo de nervios mientras contemplaba la forma en la que la mujer trabajaba en algo en la manga de aquella chaqueta.

— Ji Eun… — Habló suavemente, tratando de llamar su atención.—

— ¿Te has pinchado de nuevo? Si dejaras de moverte no pasaría.

No creía que fuera su culpa, ella ponía los alfileres demasiado profundo según su punto de vista. Pero no iba a poner quejas en ese momento. No cuando necesitaba y deseaba que Ji Eun fuera especialmente indulgente con él.

— No es eso… yo… pues verás… — No sé decidía por dónde empezar y es que sabía que no sería del todo bien recibido.— A los humanos les hace daño pasar demasiado tiempo encerrados y es mejor que tomen algo de aire fresco. Para su salud… y eso.

Quiso golpearse a si mismo por su torpeza. Había creado un mejor y más convincente discurso en su cabeza justo antes de ir hasta el atelier de la mujer. Sin embargo, sólo fue capaz de decir una mínima fracción de lo que planeaba y de la forma más patética posible.

— Eso es durante el día para que puedan producir vitamina d. La luna no les brinda nada de eso hasta donde yo sé. — Ji Eun se separó de este, observándole de arriba a abajo con los finos brazos cruzados sobre su pecho. — ¿Estás queriendo pedirme permiso para sacar al cazador del sótano?

— Por unos minutos… Yo odiaría estar así de encerrado ¡Seré cuidadoso! Yo… — Desvío sus ojos, nervioso y ansioso. —

Ji Eun le miró unos segundos de forma severa, pareciendo más que segura de darle un rotundo “No.” Aunque, en el último segundo, su seguridad flaqueó. Algo similar a la ternura y la pena mezclándose en sus iris. Sus hombros cayeron y Yang Yang la vio suspirar. Parecía un poco derrotada.

— Diez minutos. No más que eso. Y lo llevarás esposado a ti. Sólo por el patio trasero ¿Me entiendes? — Yang Yang asintió rápidamente con su cabeza. — Mantendré la ventana abierta. Si trata de escapar o atacarte, grita e iré a ayudarte. Sólo ten cuidado mientras lo sacas, Su Ji ya está en su recámara porque no ha estado sintiéndose muy bien pero podría despertar o salir de allí en cualquier momento.

— Entiendo… pero ¿De dónde sacaré unas esposas?

— Taemin tiene en su cuarto… ni siquiera preguntes la razón.

Tampoco era como si realmente quisiera inmiscuirse en los asuntos del mayor de los hermanos. En sus meses allí sólo había podido llegar a la conclusión de que estaba jodidamente loco. A veces eso era bueno y en otras ocasiones, muchas de ellas, no tanto.

Ji Eun le dijo que fuera bajando al sótano tras entregarle las llaves y le pidió que esperara allí. Se quitó cuidadosamente la chaqueta antes de correr escaleras abajo. Los nervios estaban picando en su piel y haciendo que su lobo se removiera inquieto de un lado a otro. Aunque el animal estaba genuinamente feliz, casi eufórico por el momento. Trató de calmarlo pero no creía que fuera a obedecerle.

Bloody TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora