— ¡Malditos bastardos hijos de puta!El grito de Taemin alertó a los pocos presentes que estaban en el comedor en ese momento. Jeno levantó una de sus cejas mientras observaba la hora en el reloj alrededor de su muñeca. Eran apenas las nueve de la mañana. Demasiado temprano como para que su hermano mayor se anduviera paseando por la casa y en definitiva muy pronto en el día como para que ya estuviera de mal humor.
No significaba nada bueno.
Apenas le dio un trago a su café cuando la puerta fue abierta de un sonoro golpe. Nadie se sobresaltó, ni siquiera Su Ji. En poco más de diez semanas se había acostumbrado bastante bien a entender ciertas… particularidades de los miembros de la familia. Aunque también ayudaba que los había conocido desde hace años.
Aunque claro, ninguno de ellos era igual que cuando la mujer solía vagar con naturalidad por los pasillos de su hogar hace catorce años.
Jeno aguardó, solamente quitando la vista de su computadora por un segundo. Taeyong estaba atento al mayor al igual que Ten y Jaehyun. HyoRi ni siquiera parecía molestarse en voltearle a ver. No le sorprendía en lo absoluto. Ellos dos habían estado en guerra desde hace meses. Podría asegurar que su hermano mayor ni siquiera le dirigiría la palabra si es que ella no pudiera cortarle la lengua por no reportarle todo lo que fuera de importancia.
A veces se preguntaba por qué Taemin seguía viviendo en esa casa cuando todos sabían que lo odiaba.
— ¿Qué ha pasado ahora? — Preguntó sin muchas ganas.—
Sólo podían ser malas noticias sí le tenían levantado a esa hora. Aún con un piyama de seda y el cabello largo revuelto. Incluso podía ver el resto de su maquillaje de la noche pasada aún en los bordes de sus ojos. Posiblemente no habían pasado ni dos horas desde que regresó de su club.
— Los bastardos de los Bae. — Gruñó mientras se dejaba caer en una de las sillas y le quitaba su taza de café. — y lo digo con todos los ánimos de ofender, Su Ji. — Esta vez se dirigió a la mujer, quien ni siquiera se inmutó ante ello. —
— ¿Qué hicieron ahora?
— Aún nada… pero lo harán. Un buen… amigo trabaja como asistente de un asesor de un miembro del Consejo o una mierda así. Tus padres están buscando presentar un alegato de que eres mentalmente inestable e incapaz de consentir a ciertas cosas debido a tu enfermedad.
— Es estúpido. Eso me debilita físicamente pero no interfiere con mi salud mental. Nunca lo ha hecho.
— Lo sé pero pueden escudarse en qué sus efectos no han sido del todo investigados aún o alguna estupidez similar. El Consejo va a favorecerlos aunque sus argumentos sean basura. — Taemin se terminó el resto de su café. — Establecerán que Taeyong se ha aprovechado de tu inestabilidad para convencerte de hacer esto y que has sido coaccionada por él para poder tener el hijo que nuestra sociedad le ha negado. Buscarán poder hacer que el Consejo te obligue a regresar a la casa Bae, mi hermano será condenado y obtendrán una custodia absoluta del niño. — Chasqueó la lengua. — Tae tendrá suerte si sólo le azotan hasta que los huesos de su columna sean visibles. En este punto, ni siquiera creo que les interese que sigas con vida o no. Sólo buscan poder y reafirmar su estatus. Y, déjame decirte, no creo que sea muy difícil convencer a alguien de que no estás en tus mejores momentos. Luces terrible.
Jeno le pateó por debajo de la mesa debido a eso último. No era una mentira pero no era necesario decirlo en voz alta. La imagen de Su Ji había decaído. Contrario a lo que solía decirse de las mujeres embarazadas que solían “resplandecer” o verse aún mejor durante el período de gestación, ella era lo opuesto. Bajo la pesada capa de maquillaje y gloss que llevaba, ocultaba una piel demasiado pálida y opaca junto a unas marcadas ojeras. Eso sin contar los labios ligeramente resquebrajados y el cabello un tanto sin vida. Con apenas más de tres meses podía notarse que se estaba deteriorando.
ESTÁS LEYENDO
Bloody Tears
Fanfiction¿Qué era lo que hacía que la vida tuviera sentido o valiera la pena? Jaemin no lo sabía. Si alguna vez creyó saberlo, en su actualidad de sentía tan iluso. Nada tenía verdadero sentido. Sólo sabía de su dolor y odio. Lo único en lo cual podía conce...