Capítulo 13

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Rodó sus ojos con molestia al escuchar a su hermana llamarle por tercera vez desde su atelier. Dejó la computadora a un lado y metió sus manos dentro de los bolsillos traseros de sus pantalones antes de salir rápidamente de la biblioteca. Había fingido no escucharle las primeras veces pero su tono demasiado insistente le dejaba entrever que no iba a darse por vencida hasta que fuera a verla.

Asomó su cabeza con cuidado, notando lo concentrada que parecía estar en el bordado de un vestido demasiado corto y recargado como para su propio estilo. Posiblemente se trataba de un encargo aunque sólo los hacía de forma muy poco frecuente. Debía de tratarse de un diseño para alguna amiga o similar.

— Al fin llegas. — Ella habló sin siquiera levantar sus ojos. — Mamá llegará en unos minutos y dejé secando unas telas que teñí anoche en la azotea. Tráelas antes de que esa mujer las vea y se enoje porque mancho su suelo.

— No soy tu asistente.

— Eres mi hermano menor. Es casi lo mismo solo que no tengo que pagarte. — La burla en su voz sólo le hizo rodar sus ojos. — Ve rápido. Ella llegará en cualquier momento.

No puso realmente una queja. Era inútil, la conocía después de todo. Se volvía más fácil cuando simplemente hacía lo que quería. Cambió su rumbo, tomando las escaleras para subir a la azotea. El sol ya estaba en lo alto y faltaban apenas unos minutos para el mediodía.

La casa ese día estaba en un particular silencio. Demasiado tranquilo cómo para su gusto. La calma, al menos en su hogar, no solía ser un signo de prosperidad o buena fortuna. Irónicamente era lo contrario.

Cuando el sutil aroma llegó a su nariz y fue capaz de ver los primeros mechones negros brillando bajo el sol, supo a qué clase de infierno se enfrentaba ahora.

Subió el resto de los escalones de dos en dos, quedándose casi estático al ver a Jaemin apoyado contra el barandal. Parecía tranquilo, sus ojos cerrados mientras que la luz del sol iluminaba cada pequeña parte de su piel. Y aunque siempre creería que luciría hermoso, también estaba ligeramente demacrado. Las ojeras en su rostro se marcaban demasiado y la piel estaba inusualmente pálida, incluso para alguien de su raza.

Poco a poco fue abriendo sus ojos para fijarlos en él. Las orbes de un color chocolate oscuro le causaron un suave estremecimiento. El tono rojizo había desaparecido haciéndole lucir un poco más como el Jaemin de hace un año.

Y, aunque la vista fuera hermosa a su manera, también le generó un verdadero terror.

— ¿Qué haces aquí? No debiste de regresar.

— Vaya bienvenida. — Este se rio mientras apoyaba suavemente su cadera contra el barandal a la vez que cruzaba los brazos sobre su pecho.—

— No seas idiota, Jaemin. — Pasó una de sus manos por su cabello, sintiéndose nervioso. —Mi madre va a matarte si te ve aquí. Tienes que irte. — Trató de tomarle por uno de sus brazos para sacarlo de allí pero el menor se apartó rápidamente.—

— Lo sé. No me importa. Necesito un lugar donde quedarme y mi casa no es una opción. No tengo dinero tampoco. — Chasqueó suavemente la lengua. — No tengo muchas opciones.

— ¿Y dónde estuviste quedándote todo este tiempo?
Una pequeña sonrisa algo extraña se posó en los labios ajenos. Ligeramente retorcida, no le generaba confianza en lo absoluto. Todo lo opuesto.

Bloody TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora