Capítulo 24

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Sus ojos estaban puestos en las pesadas nubes grises que cubrían todo el cielo como un mal augurio. Recordaba a los ancianos en su manada hablar de días como esos en los cuales el clima anticipaba la desgracia. De pequeño solía creer en sus habladurías, al crecer entendió que los desastres naturales no eran más que otro hecho de la naturaleza que pasaba de vez en cuando.

Aunque aún le temía un poco a las tormentas.
Había tratado de superar ese miedo desde que era un cachorro. Ten había sido su sitio seguro durante las noches en las cuales los relámpagos y rayos iluminaban el cielo nocturno. Cuando este se marchó, no tuvo a quien acudir y creyó que era momento de dejar de ser un bebé llorón. 

Mucho no había cambiado, para su desgracia. Aún se estremecía con el ruido tan fuerte de los truenos. Se sentía avergonzado de ello. Era un adulto, su miedo era ridículo y sin mayores fundamentos. Escarbó por mucho tiempo en su memoria tratando de encontrar una razón, no existía. Era tan sólo un cobarde nato.

El sonido de unas pesadas botas al pisar el suelo y el tintineo de las cadenas le puso en alerta. El aroma de Dejun llegó a su nariz junto con la brisa que revolvía sus cabellos. Aún así, no volteó a verlo. No quería que este notara como la emoción burbujeaba en su interior. Su maldito lobo moviendo la cola como si se tratara de un perro recibiendo a su amo después de horas de espera.

Era difícil no humillarse a sí mismo frente al otro.
Quitó la paleta de mora azul de su boca, el dulce sabor distrayéndole. Había llegado antes de lo pactado, más de media hora de antelación y necesitó algo en lo cual distraerse. El puñado de envoltorios de dulces que ahora se alojaba en el bolsillo trasero de sus pantalones eran la prueba de su pequeño momento de ansiedad.

—¿Qué tiene el cielo que sea de tu especial interés, niño? Te he visto mirándolo atentamente desde hace ya una calle. — Dejun detuvo su andar a menos de un metro de él. —

—Sólo pensaba en que una tormenta grande esta avecinándose. — Dijo mientras jugaba con la paleta en sus labios, un hábito que conservaba desde que era niño. —

—Mi gato las odia ¿Los perros también? Porque puedo acoger a uno que tenga la cola entre las patas si es necesario.

El tono burlón hizo rodar los ojos de Yang Yang a la vez que se avergonzaba. Quizás Dejun no sabía sobre su patético miedo, pero había dado en el clavo con su broma.

Demoró unos segundos más en bajar su vista hacia su acompañante. Podría verlo cientos de veces tras una pantalla de celular, pero cada vez que lo tenía en verdad frente a él perdía su aliento por una milésima de segundo. El cabello negro, largo y ondulado caía sobre su rostro, enmarcándolo a la perfección. Las facciones tenían siempre esa característica dureza aunque mostrara una sonrisa y la ropa oscura le iba bien. La playera negra con el logo de una banda que desconocía, los pantalones adornados con cadenas y las botas de motociclista le daban una imagen peculiar ¿Siquiera conducía una moto o las usaba por gusto?

Aún así, reparó en la línea que seguían sus ojos. Sus mejillas se tornaron rápidamente carmesí en el instante que se percató de que miraba de forma directa hacia su boca. Relamió sus labios de forma nerviosa y apartó el dulce.

—¿Dejun? — Preguntó casi con timidez. —

—Están azules. — El mayor respondió, volviendo a mirarle a los ojos de forma burlona. — Muy azules. Solía pasarme lo mismo… cuando tenía doce años.

Su bochorno ahora fue otro. Odiaba aquello, el sentirse o parecer como si fuera un niño. Era tan jodidamente molesto. Estuvo a punto de patear el suelo, pero se detuvo al pensar en que hacer un berrinche en media calle no ayudaría a su imagen.

Bloody TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora