Capítulo 4

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Cami

Cerré los ojos con fuerza para tratar de contener el dolor pulsante en mi cabeza, la enfermera que estaba frente a mi estaba limpiando la sangre, desvié la vista al bote de basura que estaba al lado de la camilla y arrugué la nariz. Esa era mucha sangre.

—Bien cariño, ahora voy avisarle al doctor que venga a revistarte, ponte esto. —me dio un montón de pañuelos. —has presión en la cabeza para detener el sangrado, ahora vuelvo.

La enfermera salió de la habitación y giré la cabeza para ver a mi hermana sentada con la preocupación plasmada en la cara.

— ¿Cómo te sientes?

—Mareada.

Un hombre (que contribuí era el doctor) entro a la habitación, tenía el cabello negro azabache peinado perfectamente hacia atrás y unos alucinantes ojos azules, alrededor de su cuello descansaba un estetoscopio que me hizo poner los pelos de punta. No me gustaban los hospitales, siempre había malas noticias en ellos.

—Hola, jovencita. —sonrió mostrándome su perfecta dentadura.

Detrás de él estaba la misma enfermera que me dio todo el montón de pañuelos con los que trataba de parar el sangrado.

—Veamos que pasa aquí. —dijo sacando una pequeña linterna. —Abre bien los ojos.

Lo hice y él iluminó mi ojo derecho causando que parpadeara.

—Si los cierras, no podre diagnosticarte.

— ¡No los cierres, Cami! —me regañó mi hermana.

—Eso intento. —mascullé.

Si supiera lo difícil que era hacerlo no estaría demandando que lo hiciera, sentía que la vida se me salía por los ojos, la cabeza me daba vueltas y ver mis manos manchadas de sangre no ayudaba a tranquilizarme, eso sumado al asqueroso olor metálico del mismo liquido me causaban ganas de vomitar así que el doctor volvió a iluminarme con su linterna.

—Mira hacia la derecha. —lo hice. —Luego a la izquierda.

También lo hice y luego apagó la fastidiosa luz.

—Dime ¿Cuántos dedos ves aquí?

Puso su mano delante de mí, mostrándome dos... o tal vez cuatro dedos. Tenía miedo de decir una respuesta incorrecta.

— ¿Cuatro? —respondí con duda.

El doctor hizo un chasquido con su lengua y después negó suavemente con la cabeza.

—Es peor de lo que pensé.

— ¿Qué sucede, doctor? —por el rabillo del ojo vi a mi hermana ponerse de pie. — ¿Es grave?

—Tiene una lesión traumática en la cabeza. —dijo con seriedad. —Lo que podría denominarse como una contusión, no es grave, pero afectara su cerebro por un tiempo ya que el golpe fue más fuerte de lo que parece.

Sentí como ella tomó mi mano.

— ¿Cree necesario que tenga que quedarse aquí?

—Considero que es lo más razonable. —miró a la enfermera. —Dale unos analgésicos para el dolor, venda su cabeza y déjala descansar.

—Y... —Carolina lo detuvo antes de que se fuera atravesándose en su camino. — ¿Considera necesario que llame a mi madre? Quiero decir, si es solo por esta noche no hay problema ¿verdad?

El doctor negó con la cabeza.

—Es mejor que la llames ya que tu hermana es menor de edad y esta alcoholizada... no quiero llamar a la policía así que tú decides.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora