Capítulo 20

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Daniel

Se que dije que no volvería a hablar con Estela, pero ¿Qué se supone que debería hacer cuando apareció en mi puerta luciendo así de mal? Tenía el maquillaje corrido por las lágrimas, no supe que hacer excepto dejarla pasar y ayudarla a tranquilizarse, me contaba entre balbuceos que había discutido con Jack y que no tenia a quien más recurrir.

— ¿Quieres algo de beber? —pregunté rascándome la parte trasera de mi cabeza.

—Estaría bien algo de café. —tomó asiento en el sofá.

Me dirigí a la cocina descalzo porque me había tomado desprevenido y solo me levanté de la cama cuando llamó a la puerta, preparé la cafetera y mientras esta estaba lista me reuní con ella en el salón.

—Lo siento, sé que dijiste...—tomó un suspiro. —lamento molestarte.

—Está bien.

Me pareció mal dejarla afuera, sobre todo después de que ella en su momento me escuchó y me aconsejó, aunque no fuéramos amigos ahora, era mi turno ayudarla, supongo.

—Y ¿Quieres hablar sobre Jack o...?

—No quiero molestarte más con mis problemas.

—No, está bien.

Ella se limpió las mejillas apenada por mostrarse débil frente a mí, nunca la había visto llorar, estaba a punto de hablar, pero la cafetera hizo un sonido que me indicaba que estaba listo así que regresé a la cocina, preparé las dos tazas y luego regresé al sofá, pero no calculé bien la distancia a la hora de sentarme y accidentalmente derramé encima mío, por desgracia también alcanzó a quemar a Estela que se puso de pie de inmediato.

—Lo siento. —dejé las cosas sobre la mesa.

Joder esta mierda ardía, el agua caliente estaba quemándome la piel así que me quité la camisa.

—Tranquilo. —dijo con voz tranquila. —Estoy bien.

Fui a la habitación para tomar una camisa limpia y dársela ya que había ensuciado su blusa, luego entró al bañó y la reemplazo, cuando salió noté que le quedaba enorme.

— ¿Estas bien? —pregunté realmente preocupado de haberle hecho más daño.

—Si, todo está bien no te preocupes.

Caminé hacia el pequeño cuarto de limpieza en busca de algo que me ayudara a limpiar el desastre del salón cuando escuché que tocaron a la puerta, pero por el rabillo del ojo vi a Estela acercarse a ella.

— ¿Quién es?

Al no recibir respuesta, me encaminé hacia la puerta y solo vi algo rosa pasar rápidamente y se me disparó el corazón en cuestión de segundos así que salí al pasillo.

— ¿Cami?

Ella se dio la vuelta y las pulsaciones que envió a mi cuerpo eran absurdas. Tenía el cabello por encima de su pecho, usaba un suéter blanco y unos jeans azules que hacían juego junto con sus viejos converse, mi mirada se perdió en el miel de sus ojos los cuales estaban llenos de lágrimas.

— ¿Qué... que haces aquí? Creí que te habías ido.

No respondió, en cambio giró sobre sus pies dispuesta a irse, pero el pánico de que se fuera otra vez me hizo tomarla de la mano.

—Espera... yo...

Apartó esta como si fuera algo que la lastimara y esa mirada herida logró colarse a mi cuerpo como dagas dispuestas a infringir dolor.

—Solo vine porque me llamaron del centro de rehabilitación, dejaste mi número como referencia cuando internaste a Ian y me dijeron que trataron de comunicarse contigo, pero no respondías.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora