Capítulo 1

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Cami

—Por favor, por favor. ¡Haz que se callen!

Kim se dejó caer en el mostrador colocando sus manos sobre sus orejas, su ceño se frunció implorando, aunque sea, un poco de silencio.

—Me va a dar migraña.

Mi vista se detuvo en la mesa seis donde se encontraban unos niños que no paraban de gritar y llorar, no éramos las únicas que sufrían por el berrinche de los infantes, su madre también estaba a punto de entrar en un pequeño colapso.

—Pues yo ya tengo una. —murmuré nuevamente regresando la vista a la caja registradora, estaba terminando de contar el dinero.

— ¿Tienes planes para esta noche? —preguntó cambiando completamente de tema y girándose hacia mí. —Es viernes. —movió sus cejas de arriba abajo.

—Lo sé.

— ¿Y bien? —se quitó las manos de la cabeza para incorporarse. — ¿Qué te parece ir a una fiesta de fraternidad?

Arrugué mis cejas mirándola.

— ¿Conoces una?

—No necesito ir a la universidad para saber las fiestas que se montan en la ciudad, además tiene que haber alguna, es fin de semana.

— ¿Y te invitaron a cierta fiesta?

—No, pero si tú vas puedo ir. —sonrió mostrándome todos los dientes y fue inevitable no sonreír. —Anda, es hora de dejar la depresión atrás y vivir tu adolescencia, solo se tiene diecinueve una vez.

Hice una mueca y regresé la vista al dinero.

—No lo sé.

—Tu piénsalo. —dijo ella poniendo las manos en el mostrador con mucho entusiasmo. —Cerramos en veinte minutos así que tienes ese tiempo para pensarlo mientras yo le digo a la familia de niños latosos que tienen que irse.

Se dio la vuelta y salió por el pequeño acceso que teníamos junto a la barra. Kim no mentía cuando decía que iba a correr a la familia, el reloj marcaba las ocho cuarenta de la noche y aunque me pareciera algo excesivo querer "invitarlos" a la salida, era tarde y yo quería dormir.

Estas últimas semanas no he logrado conciliar el sueño, mis pesadillas volvieron con más fuerza, apenas y conseguía pegar el ojo dos o tres horas al día. Era agotador.

Solté un suspiro y cerré la gaveta con los billetes cuanto terminé.

Desde que regresé a Denver mi vida se volvió muy ordinaria (y no me mal entiendan, amaba que fuera así) podría respirar y vivir con tranquilidad, pero había algo que faltaba.

No algo, si no alguien.

Gracias, conciencia.

¿Qué puedo decir? Es verdad. No importa que me allá mudado de ciudad, no podía sacar a cierta persona de mi cabeza, no tiene caso lo mucho que lo intente, lo tengo clavado en el corazón y aunque debería odiarlo no lo hago... me hirió, sí, pero detesto más que no me allá dicho que ya no me amaba. Yo hubiera entendido, pero no tuvo por qué jugar con mis sentimientos así.

Para las nueve en punto, Kim ya estaba terminando de limpiar todas las mesas y yo estaba tomando mis cosas para irme, la esperé a que tomara su chamarra y su bolso.

—Horaz.

Me di la vuelta cuando escuché mi nombre.

— ¿Alguien viene por ustedes? —preguntó Rodrigo.

—Tengo auto. —le recordó Kim cuando llegó a mi lado. —Lo compre hace dos semanas, Rodri. ¿Ya lo olvidaste?

—Cierto. —dijo él asintiendo. —Bueno chicas, descansen. Nos vemos mañana.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora