Capítulo 12

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Daniel

—Me gustó ser tu mejor amiga.

Se me comprimió el pecho al darme cuenta de lo que estaba haciendo, traté de hablar, pero me cubrió la boca con su mano.

—Y estoy agradecida de que hayas sido mi mejor amigo.

—No...

—Nunca lo olvides.

Me soltó y corrió hacia la salida.

— ¡Cami! —grité siguiéndola, pero la lluvia y el lodo hacían todo más complicado.

No, joder, no. No me iba a dejar otra vez.

— ¡Cami! —me limpié la lluvia de la cara con la mano y cuando llegué a la puerta, miré a ambos lados de la calle solo para darme cuenta que estaba vacía.

Me llevé las manos a mi cabello y estiré de el con frustración. Había renunciado a mí, a lo nuestro, a todos esos años que habíamos compartido juntos. Yo intente todo. Todo. Y nada fue suficiente para que se quedara a mi lado, ya no podía luchar contra esta corriente y contra esa necesidad suya de alejarme, de empujarme cada vez más lejos.

Sabía dónde estaba, me había dicho que iría a casa, pero no le encontraba sentido el ir y pasar esta mierda una y otra vez, ya no puedo entrar y romper esa barrera que ha levantado frente a mis ojos. Decidí no darle más vueltas al asunto y me fui caminado al hotel, fue imposible no darme cuenta de las miradas de los otros huéspedes cuando me vieron pasar por recepción completamente empapado, no perdí tiempo y me fui directamente al elevador.

Miré mi reflejo en el espejo y noté que mis labios aun seguían algo hinchados por el beso que nos dimos. Por un momento pensé que me había perdonado, pero fui tan ingenuo, ella solo se estaba despidiendo de mí.

Los ojos se me nublaron, pero me negué a soltar una lágrima. Ya tuve suficiente de esto, ella nunca me perdonaría, me lo dijo, no podría volver a confiar en mí y yo...era un idiota por haber perdido lo único bueno que he tenido en mi vida.

Entre a mi habitación, primero dejé mi cartera y mi teléfono sobre la mesita de noche y maldije cuando vi la pantalla completamente negra, intenté encenderlo, pero no funcionó y evité estrellarlo contra la pared.

A la mierda.

Entré a la ducha y no sé cuánto tiempo pasé bajo el agua, ni siquiera había notado que ya había anochecido, así que cuando salí me envolví una toalla en la cadera mientras buscaba algo que ponerme, el teléfono de la habitación comenzó a sonar.

— ¿Sí?

— ¿Daniel Wilson? —preguntó una voz femenina.

—Si, soy yo.

—Tiene visita, lo esperan en recepción.

Fruncí el entrecejo.

— ¿Visita? —no esperaba a nadie. — ¿Le dijo quién era?

—No, pero es un hombre. Lo espera.

Y colgó dejándome todavía más confundido. Volví a poner el teléfono en su lugar y me vestí prácticamente con lo primero que encontré, una sudadera gris y unos pants del mismo color, opté por usar mis tenis de repuesto ya que los otros estaban completamente mojados y salí de la habitación.

Al bajar por las escaleras me di cuenta de quien era la persona que esperaba por mí. Se dio la vuelta al notar mi presencia y fruncí el ceño.

— ¿Qué haces aquí?

—Supe lo pasó. —dice él. —Y creí que quizá necesitabas a alguien, ya sabes, para charlar.

Oscar era la última persona que imaginaria que vendría, sobre todo porque no compartimos mucho, a penas y lo conocía, pero tenía razón en algo y es que necesitaba deshacerme este agujero que sentía en el pecho y que mejor que llenarlo con alcohol.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora