Capítulo 15

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Cami

Las lágrimas hacían todo más difícil y doloroso, me ardía la cara como el mismísimo infierno. La voz de Josh seguía latente en mi cabeza como una promesa y mi peor pesadilla era que se volviera realidad. Me aferré al cuerpo de mamá cuando sentí que estaba perdiendo fuerza y estaba harta de esto.

Cerré los ojos y de mi garganta salió un sollozo que provoco que mamá me estrechara contra su cuerpo con más fuerza, como si temiera que me arrebataran de su lado. La imagen de Daniel aún seguía grabada en mi cabeza, sino me hubiera alejado de él eso es lo que hubiera pasado, porque, así como Josh intentó atentar contra su vida una vez lo haría una segunda.

Después de que mi llanto ceso, Carolina y mamá me ayudaron a levantarme para llevarme a mi habitación, mamá se apresuró en ir por el botiquín de emergencias y después puso un poco de alcohol en mis heridas, no grité, no lloré, solo me aferré a la sabana de mi cama mientras me mordía el interior de mi mejilla. El reloj en mi mesa de noche marcaba las tres de la mañana y sé que no podré dormir después de esto, cada que cerraba los ojos volvía a ver el cuerpo inerte de Daniel y eso me aterraba más que cualquier cosa.

—Ve a dormir. —le dijo mamá a Carolina. —Yo me encargo de ella.

—Puedo hacerlo yo. —respondió ella.

—No, tienes que descansar.

Carolina me lanzó una mirada que reflejaba mucho lo que le dolía verme así, se acercó, me besó por encima de mi cabeza y se fue dejándome con mi madre a solas, estaba de cuclillas frente a mi limpiando las heridas que yo misma me causé.

—Mamá.

— ¿Sí? —levantó la cabeza y sentí un nudo en la garganta al ver sus precisos ojos llenos de lágrimas.

—Lo siento.

—No hija. —mamá se limpió las mejillas y aunque sé que estaba luchando por no volver a llorar y aparentar que todo estaba bien, como si hace unos minutos no estaba dejándome la piel en carne viva. —No es tu culpa, nunca será tu culpa.

—Tengo miedo. —confesé.

—No debes de tener miedo, él no puede hacerte daño. —apartó el cabello de mis rostro. —Y juro que me voy a encargar de él, te lo prometo mi niña, ya nadie va a lastimarte nunca más.

Me lancé a sus brazos y dejé que me consolara toda la noche, no dormimos, pero me sentí un poco mejor con su presencia, incluso me ayudó a empacar mis cosas e hizo el desayuno. En este momento estaba terminando de arreglarme para reunirme con ella, tomé un suéter y me lo puse para ocultar las marcas en mis brazos, con mi cara no pude hacer mucho pues había rasguñado una buena parte de mis mejillas y aunque traté de disimularlas con maquillaje seguían siendo notorias por lo que decidí usar una gorra para cubrirme con la visera.

—Siéntate cariño, en un momento te sirvo. —avisó cuando me vio entrar a la cocina.

No era habitual en ella faltar al trabajo, pero creo que llamó a Oscar en algún momento del día para hacerle saber lo que había pasado y que pasaría la mañana conmigo antes de llevarme al aeropuerto.

—Buenos días. —saludó mi hermana al entrar, me rodeó con sus brazos por la espalda y recargó su barbilla en mi hombro. — ¿Cómo estás?

—Mejor.

Asintió y se sentó a mi lado al mismo tiempo que mamá se daba la vuelta y ponía los platos llenos de panqueques frente a nosotras.

—Necesito arreglar unas cosas antes de llevarte al aeropuerto. —mamá se limpió las manos en su mandil. — ¿Podrías esperarme aquí en casa?

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora