Capítulo 8

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Daniel

Cuando Anahí me llamó para decirme que necesitaba que volara a Denver lo más rápido posible, creí que se trataba de una broma, una de muy mal gusto, pero después me envió los detalles por mensaje y entendí todo.

Esa noche empaque lo esencial en una mochila y le envié un mensaje a mi asistente para que cancelara todos mis compromisos de este fin de semana. Ella y Jerry estaban al tanto de lo que había pasado con mi padre así que ninguno de los dos se opuso en que me fuera de la ciudad tan repentinamente. Aterricé en la madrugada y conseguí hospedarme en un hotel en el centro de la ciudad, estaba un poco retirado del departamento de policía, pero no me importó puesto que no pensaba quedarme en mi antigua casa.

Dormí muy poco ese día porque tenía que levantarme temprano para presentar mi testimonio. Por lo que entendí según me comentó Anahí es que el antiguo agente que llevaba el caso fue trasferido a Washington y decidió abandonar el caso para enfocarse en otros, así que tengo que pasar el tedioso proceso de revivir todo lo que había ocurrido ese día y aunque no fuera de mi agrado tenía que hacerlo, si eso contribuía, aunque fuera un poco no lo dudaría en ofrecer todo lo que estuviera a mi alcance.

Cuando llegué a la estación, una de las secretaria me pidió que esperara porque la abogada aun no llegaba así que me fui directamente a la sala de espera, decir que quería pasarme las manos por el cabello miles de veces para controlar la ansiedad era poco. Ya había dado vueltas por el lugar y tomado un café, después cuando conseguí tranquilizarme un poco me senté poniendo los codos sobre mis rodillas, miré el suelo que formaba siluetas extrañas para distraerme hasta que escuché que alguien dijo mi nombre.

— ¿Daniel?

Levanté la cabeza y mi vista se fue directo a la chica de cabello rosa y ojos claros que me miraba desde la puerta.

—Pensé que te vería más tarde. —Anahí se acercó y me sonrió.

A pesar de que ella trató de me concentrara en su persona, no podía dejar de mirar a su hija, estaba en una especie de trance, era esclavo de esos ojos mieles que eran protagonistas en mis mejores sueños, describir la sensación que me causo su mirada era imposible, pero cualquier rayo de esperanza se esfumó cuando ella apartó la mirada girando su cabeza a otro lado.

—Yo... creí que estaría bien llegar temprano.

—Ahora mismo no puedo ayudarte, pero si quieres...

—Puedo esperar. —asentí.

Ella me devolvió el gesto antes de darse la vuelta y caminar hacia su hija, la tomó de la mano y se la llevó por el pasillo.

Joder.

Me deje caer en silla cuando desaparecieron de mi vista, no tenía idea de que ella estaría aquí y que mucho menos me fuera a causar un ataque al corazón pues este no hizo más que acelerarse al verla. Tanto tiempo... tantos meses y aun sigo loco por ella.

Teníamos que hablar. No podía dejar que lo nuestro terminara así, la necesitaba, aun la seguía amando y cada día era una autentica agonía.

No sé cuánto tiempo transcurrió, pero comencé a escuchar gritos por el mismo pasillo por el que ella había entrado y unos segundos después ella salió de este con el rostro lleno de lágrimas, por inercia me levanté y ella pasó de largo cruzando la puerta para salir del lugar.

— ¡Cami! —gritó su madre tratando de alcanzarla.

El oficial que salía con ella también venia detrás así que me acerqué.

— ¿Qué pasó?

—Todo está bien, muchacho. —me tocó el hombro. —No te preocupes.

Minutos después Anahí regresó, tenía la frente con un poco de sudor.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora