Capítulo 44

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Daniel

No iba a quedarme allí escuchando las pendejadas sobre dar segundas oportunidades a personas mierda como ese bastardo. Él no merecía simpatía, ni siquiera debería estar respirando el mismo aire y mucho menos estar en el mismo lugar que nosotros. ¿A que tremendo idiota se le habrá ocurrido la genial idea de traerlo aquí?

—Daniel...

No me había dado cuenta que estaba caminando en dirección a la calle, me detuve justo cuando aquella voz me sacó de mis pensamientos.

— ¿Estas bien? ¿A dónde vas?

Me di la vuelta y vi a Cami caminando con dificultad en mi dirección.

— ¿Qué haces aquí? —me acerqué y la rodeé con mis brazos. —Está helando, te vas a resfriar.

Alzó la mirada.

— ¿Te encuentras bien?

—Si, no te preocupes por mí, entremos al hospital.

—No. —dijo cuando hice un ademan de hacerlo. —Quieres explicarme que fue todo eso de allí adentro ¿Por qué...?

— ¿De verdad quieres que te dé una explicación de porque lo hice?

— ¿Quiero saber cómo es que sabias que él estaba allí?

No supe descifrar su mirada, parecía preocupada y un poco asustada. Verla así hizo que considerara más opciones pero no tenia caso mentirle e inventar una excusa por algo que de todas maneras va a enterarse tarde o temprano.

—Oscar me lo dijo.

Su ceño se frunció un poco por la confusión.

—Por eso me llamó. —le explique. —Él quería que yo evitara que tú lo supieras, pero la rabia me cegó y...

— ¿Cómo se enteró Oscar que él estaba aquí? No ha estado en el hospital desde la operación de mamá.

—Es policía, él sabe este tipo de cosas.

Apartó la mirada observando la nieve en el suelo un momento, como si en su cabeza estuviera uniendo los puntos para aclarar la información.

—No vuelvas a hacer algo como eso. —dijo en un susurro después de unos segundos.

— ¿Te preocupas por él? —pregunte con desdén.

Cami levantó la cabeza para que sus ojos se encontraran con los míos.

—Me preocupo por ti.

Suspiré y uní nuestras frentes con ternura.

—Yo estoy bien.

—No hagas nada estúpido, Daniel. Por favor.

—No lo haré, lo siento.

—No toleraría perderte. —su voz se quebró. —No otra vez.

—Lo siento nena, no volverá a pasar. —la tomé de las mejillas para que me mirara, se me formó un nudo en la garganta al ver sus ojos nublados por las lágrimas. —Te lo prometo.

Besé su frente y la rodeé con mis brazos para hacerla sentir mejor. A veces lograba asustarme de mis propios arranques de ira porque no pensaba en nada más y si no hubiera sido porque los guardias me sacaron quizá si hubiera cometido una estupidez, una que me hubiera separado de mi algodón de azúcar para siempre.

Nos quedamos así por unos minutos hasta que estuve seguro de que estaba tranquila y la tomé de la mano para regresar al interior del hospital pero ella se detuvo.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora