Capítulo 30

2.6K 220 27
                                    

Cami

Encontrarme con el rostro de Daniel al despertar fue algo que echaba de menos. Apreciar su cabello oscuro y revuelto sobre sus ojos cerrados, la forma en que su pecho se movía suavemente por sus respiraciones lentas y profundas, lo bien que me hacia sentir que incluso dormido procuraba estar cerca de mi ya que su brazo izquierdo se encontraba alrededor de mi cintura.

Anoche habíamos hecho el amor y se sintió como si todas las piezas volvieran a encajar en su lugar. Lo amaba de una manera que nadie podría entender, era increíble que después de todo este tiempo siga enamorada de él como el primer día que lo conocí.

Una calidad sensación me recorrió el cuerpo cuando abrió los ojos.

—Buenos días. —sonreí y él me acercó hacia su pecho para besarme.

No habló, sin embargo sus labios siguieron moviéndose contra los míos. Tenerlo tan cerca me hacía sentir como si todavía estuviera soñando, me parecía irreal que fuera así de perfecto incluso acabando de despertar.

—Amor. —murmuré contra su boca.

—No hagamos nada en lo que resta del día. —dijo cubriendo mi cara con besos hasta nuevamente llegar a mi boca. —Quedémonos aquí por siempre.

Me reí y sacudí mi cabeza.

—Es mi última semana de clases, no puedo faltar.

—Hay montones de personas que no asisten a su última semana.

—Si y yo no seré una de ellas. —lo tomé de las mejillas para verlo fijamente. —Solo una semana, después podremos pasar las vacaciones juntos.

Sus ojos parecieron iluminarse por la esperanza.

— ¿Lo dices enserio?

—Bueno, hasta que tenga que irme para navidad.

El entusiasmo desapareció.

—Estoy aquí ahora, disfrutemos de esto.

—Eso es cruel.

— ¿Cruel?

—Darme el paraíso para después arrancármelo de golpe.

—Unas semanas sin sexo no van a matarte. —sonreí.

—No me refiero al sexo. —me arrugó sus cejas. —No podré tenerte entre mis brazos ni besarte, eso es una tortura suficiente.

—Haces que irme sea tan difícil. —acaricié la punta de su nariz con la mía.

—Tengo una semana para hacerte cambiar de opinión. —dijo con diversión.

—No va a suceder pero admiro tu entusiasmo.

Besó mi frente antes de rodearme con ambos brazos, recargué mi mejilla contra su pecho y nos quedamos en silencio, disfrutando de la compañía del otro y sentí que podría quedarme aquí para siempre.

Parecía que había pasado toda una vida desde la ultima vez que estuvimos así, sus brazos me calmaban y me brindaban tanta paz que me era imposible pensar como era mi vida antes de él.

Al cabo de unos minutos sentí que estaba volviéndome a quedar dormida, mis ojos estaban pesándome, pero toda tranquilidad se esfumó cuando el teléfono de Daniel comenzó a sonar, él tuvo que soltarme a pesar de que se podía ver a kilómetros de distancia que era lo último que quería hacer, se levantó de la cama (aun desnudo) y tomó los pantalones que le había quitado la noche anterior del suelo.

— ¿Sí? —preguntó llevándose el teléfono al oído.

No supe que le estaba diciendo la otra persona, pero pude ver como frunció el ceño ante lo que sea que le estaban diciendo, yo aproveché ese momento para tomar la sabana y cubrirme para caminar hacia el armario y tomar una camisa junto a unos pantalones de pijama.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora