Capítulo 22

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Daniel

Entré al auto y sujeté el volante con ambas manos a pesar de que no tenía intenciones de conducir todavía, mis ojos viajaron al espejo retrovisor y vi a Ian y Cami hablando. Mi hermano sabe lo que sucedió entre nosotros y agradecí que actuara como si nada porque independientemente de lo que haya sucedido entre ella y yo, Cami era como una hermana pequeña para él.

Me acomodé en mi asiento cuando vi que estaban despidiéndose con un abrazo, luego ella sacudió la mano antes de darse la vuelta e ir en dirección contraria. Ian abrió la puerta una vez que estuvo frente a esta y tomó asiento a mi lado.

— ¿Y bien? —pregunté.

— ¿Qué? —preguntó ignorando por completo mi inquietud y abrochando su cinturón de seguridad. — ¿Qué? —repitió al darse cuenta que no dejaba de verlo.

— ¿De que estaban hablando?

—Eso no te importa.

Suspiré.

—Ian.

Soltó una risita y quise por un momento, golpearlo.

—Solo te diré que más te vale preparar una gran cena de acción de gracias...

Sacudí la cabeza, incrédulo por lo que estaba escuchando.

— ¿La invitaste a mi departamento? —no, no me lo creo. — ¿Y ella aceptó?

—Si, así que espero no la cagues, porque si quieres recuperarla. Esa es tu oportunidad.

Mi boca se estiró en una sonrisa, una de verdad, Ian lo notó y por eso me dio un suave golpe con el puño en mi hombro.

—Ya anda, que tenemos que hacer el super todavía.

Asentí regresando a la realidad y encendí el auto para dirigirnos al supermercado.

Durante todo el camino no pude disimular la sonrisa que tenía en el rostro, me sorprendí a mí mismo deseando que los días pasaran más rápido, acción de gracias nunca me había parecido tan importante como ahora. Atravesamos la ciudad y cuando llegamos, Ian fue directamente a uno de los carritos pasa poner las compras y me reí al verlo tan entusiasmado, lo seguí.

— ¿Ella te dijo algo...? —indagué metiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón.

— ¿Qué iba a decirme? —preguntó tomando una fruta y poniéndola dentro del carrito.

—No sé. —me encogí de hombros. —Honestamente ni siquiera que es lo que quiero escuchar.

Ian dejó de observar las manzanas y sus ojos muy parecidos a los míos me miraron fijamente.

—No. —continuó empujando el carrito. —Y le dije algo sobre ti, pero ella me ignoró.

—Me odia —dije cabizbajo.

—No, no te odia. —me aseguró obligándome que levantara la vista nuevamente hacia él. —Vi la manera en que te veía cuando saliste de la tienda de ropa y para nada se asemeja al odio.

— ¿Entonces...?

—Solo dale espacio ¿vale? Las heridas toman tiempo en sanar.

Arqué mi ceja al escucharlo hablar como todo un sabio, definitivamente estar en rehabilitación le había ayudado muchísimo en su manera de pensar. Mantuve la calma con el tema de acción de gracias y ayudé a mi hermano mayor a hacer las compras básicas, una vez que casi todo el carrito estuvo lleno nos dirigimos a la caja registradora.

— ¿Cabrá todo esto en el auto? —preguntó Ian.

—Me ofendería si no.

Unos veinte minutos más tarde ya estaba pagando y con ayuda de Ian logramos que todo estuviera dentro del BMW, la charla se volvió de lo más trivial y me alegré que pudiera mantenerlo lejos de esos pensamientos tan deprimentes que solía tener.

¡Siempre Nuestro! (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora