11. De vuelta a casa.

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Nuestras bicicletas nos esperan a las afueras del restaurant. Damián se desliza en el asiento que está justo al frente del mío y levanta la mirada mientras ambos le damos un vistazo a la carta, y una vez mas, estoy aquí. 

Estoy en esta misma ciudad, en el mismo restaurante al que solíamos venir a tomar malteadas cuando éramos niños, en el mismo asiento, con la misma mirada de siempre; esa que le da la tranquilidad de que, no importa lo que pase, cuánto deje de llamar o cuanto me ignore por completo, siempre voy a estar aquí para escucharlo. 

Se lo prometí hace años, y ahora lo estoy cumpliendo.

Damián puede cambiar de vida, de amigos, de ambiente, de mundo...pero vuelve aquí y mi mundo sigue perteneciendo a él.

¿Estaría aquí si Damián no me hubiera dicho eso en el lago? ¿Si no me hubiera contado lo que le sucedió a su familia?

— Hubiera estado allí para ti— suelto. Damián ríe. 

— Lo sé— me asegura— por eso me alejé. 

Yo frunzo el ceño. 

Eso no tiene sentido; ¿por qué se alejaría de mí sabiendo que yo hubiera dejado todo de lado para ayudarlo y para estar con él? 

Mi corazón se quiebra al pensar que tuvo que pasar por todo eso él sólo; que tuvo que estar en el hospital mientras su familia moría y que después tuvo que seguir con su vida como si nada hubiera pasado. 

— Pero todo está bien ahora— él intenta animar un poco la conversación— vivo sólo, y está Aylen así que...

Yo intento esbozar una sonrisa ante el nombre de la muchacha; lo peor de todo es que realmente me agrada, pero no puedo evitar pensar que, de alguna manera, me arrebató un lugar en el corazón de Damián.

— Claro. Está Aylen— suelto casi como si fuera obvio. Damián sacude el rostro. 

— Lo siento. No es lo que quise decir— murmura. Yo asiento.

— Si, lo es. Pero da igual— me encojo de hombros, intentando restarle importancia al hecho de que dejé de ser una prioridad en la vida del muchacho desde hace muchos años atrás. 

— Me dio miedo, Carla— suspira finalmente. Yo le observo con atención— no quería poner todo el peso de mis problemas en ti y supongo que cuando quería recuperar nuestra amistad, ya era demasiado tarde...

— No necesitas seguir dándome explicaciones— le aseguro, a pesar de que es exactamente lo que había estado buscando todo este tiempo. Supongo que ya encontré la respuesta que estaba buscando y no necesito seguir torturando su mente.

Ahora puedo explicarme muchas otras cosas, pero no es como si todavía tuviera la confianza para preguntárselas; por ejemplo, ¿qué hace en el barrio Haut? ¿Con quién se quedó después del accidente? ¿Qué es lo que hace ahora para vivir? ¿Y porqué es tan común que siempre esté rodeado de...drogas y alcohol?

El mesero finalmente llega hasta nuestra mesa y yo me abstengo a observar todos los movimientos que hace el chico; la manera en la que tira una sonrisa de sus labios, la forma en la que saluda al muchacho que nos está atendiendo, esos pequeños atisbos de diversión que regala cada vez que suelta una pequeña broma. Ver a Damián hablar es como ver una pequeña obra de arte creada sólo para mí. 

— ¿Qué vas querer?— me pregunta finalmente. 

Yo pido una malteada de chocolate y él pide una malteada de frambuesa. Ambos pedimos unas patatas fritas y esperamos pacientemente a que llegue nuestra comida mientras nos regalamos pequeñas miraditas de nerviosismo; pareciera como si no consiguiera respirar bien desde que nos juntamos en mi casa, pero me alegra saber que poco a poco las preocupaciones van disminuyendo. 

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora