28. Todo se hundió.

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Llevo veinte minutos esperando en frente de la puerta de Damián mientras mis amigos esperan a unos cuantos metros en el auto de Aylen. Sé que ellos están completamente pendientes de cada movimiento que hago, y que Emilia y Elton no están demasiado contentos con esta situación, pero es la única posibilidad que tenemos. De todas maneras, no creo que Elton esté dimensionando la cantidad de peligro que corre Damián, e incluso si pudiera dimensionarla, dudo mucho que le interese. 

Mis pies se mueven nerviosos en la acera. Mi corazón late con intranquilidad mientras siento que el nudo en mi pecho se va a desprender para que yo estalle en lágrimas. No puedo dejar de jugar con mis mano derecha y mi sudadera. Con mi mano izquierda, agarro mi teléfono celular con fuerza. Me aferro a él más de lo que me he aferrado a nada en mi vida antes. 

Le dije a Damián que había tenido un  pequeño retraso. Que Aylen había llegado a mi casa de sorpresa a preguntarme si había sabido algo de él, y que tuve que mantenerla allí, convenciéndola de que no había recibido mayor información. Él me respondió con un OK, y no sé que significa eso, pero de todas maneras decidí venir. Lo peor que puede pasar es que decidan no venir y tengamos que buscar otro plan. 

A medida que el rato pasa, siento que esa va a tener que ser la opción más rentable, y no se porqué, pero de repente me comienzo a sentir menos inquieta. El hecho de que seré secuestrada por unos mafiosos en cosa de minutos hace que los nervios se me pongan de punta.

Mi teléfono celular suena alarmando que me ha llegado un mensaje de texto. Cuando lo veo, Elton me ha enviado un mensaje diciéndome que vuelva al auto. Que ya no vendrán y que tuve suerte. 

Axel me dijo lo mismo esta mañana; que tuve suerte. Suerte de que él estaba allí lavando su carro y se percató de que iría hacia lo de Damián, pero últimamente, no sé qué significa la suerte. Desde luego, Damián no la tiene.

Estoy a punto de volverme sobre mis talones para caminar hacia el auto de mis amigos cuando un vehículo conocido se aparece desde una esquina de la calle, provocando que mi corazón dé un vuelco. 

El vehículo pasa a mis amigos rápidamente y se posiciona en frente de mí, haciendo un pequeño chirrido con las ruedas. Reconozco ese jeep negro; es el jeep de Damián. 

Le doy un rápido vistazo a mis amigos quienes están pegados en la escena; hay algo raro en la manera en la que nadie se baja del auto para ponerme una bolsa en la cabeza y meterme al maletero, así que decido avanzar hasta el asiento de copiloto para dar un rápido vistazo por el espejo, y entonces, lo veo. 

Una sensación de alivio absoluto se apodera de mi cuerpo cuando saco mi teléfono celular para enviarle otro mensaje a mis amigos. 

"No se preocupen. Es Damián" les digo, justo antes de abrir la puerta del auto.

No puedo evitar que una pequeña sonrisa se apodere de mi rostro y que todas mis facciones se relajen cuando noto que realmente es él, sin embargo, todo ese sentimiento de consuelo y esa sensación de calma parecen desvanecerse cuando realmente caigo en cuenta sobre lo que está sucediendo. 

— Carla, no entres al puto jeep— el muchacho tiene la vista tan fulminada en mí que siento que me ha traspasado con la mirada. Su voz es seria, tajante, fría. Él no parece estar para juegos, ni tampoco los tres chicos que van en el asiento de atrás apuntándole con una pistola. Ninguno de ellos es Travis, ni tampoco el rubio que estuvo en casa el otro día. 

De repente me pregunto si siquiera es verdad lo que me contó; que se peleó con ellos porque Aylen les debía dinero. Cuando Damián me habla, ya no sé que creer y qué no.

Yo trago saliva; no sé qué cara de horror llevo, pero a ellos parece divertirles. 

Mi expresión cambia todavía aún más cuando noto que Damián no solo está siendo amenazado, sino que sus muñecas están atadas tan fuerte con una cuerda que su piel parece estar teniendo lesiones por la fricción, y lo único que él puede tocar es el volante del vehículo.

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora