16. Conociendo a Paul.

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Damián era la clase de chicos que se aprendía tu película favorita de memoria solamente para que sepas lo mucho que le importa, que ponía tu música favorita en la radio solamente para verte feliz y que repudiaba, con todas sus fuerzas, cualquier cosa que sea sinónimo de injusticia. No era de los que se metían en problemas, ni de los que estuvieran preocupados de que algo malo podría pasar porque siempre veía el lado positivo de las cosas, así que, de alguna manera, no puedo lograr imaginármelo sosteniendo una pistola, traficando drogas, ni a punto de asesinar a alguien, mucho menos escapando porque alguien lo quiere asesinar.

¿Quién querría hacerle daño a Damián? ¿Y porqué?

Desde esa pequeña reunión que tuve con mis amigos hace tres días atrás, no he podido dejar de pensar en el relato de Aylen. Lo peor de todo es que recuerdo exactamente las drogas que estaban consumiendo ese día, y no estamos hablando de simple cannabis; era mucho más que eso.

No dejo de imaginar a Damián haciendo todas esas cosas que, si se las hubiera mencionado a su pequeño yo, jamás se lo hubiera creído.

Yo suelto un enorme suspiro y me siento en el borde de la cama mientras aparto esos pensamientos de mi mente. Cada vez que intento no prestarle atención a Damián, algo sucede que me obliga a fijar la mirada en él.

Aprovechando que la universidad ha terminado por esta semana y que el sábado ha iluminado la ciudad con un brillante cielo azul, decido bajar las escaleras temprano para acompañar a mi madre a hacer las compras, pero ella ya viene de vuelta. Sus ojos se encuentran con los míos; últimamente irradia un brillo extraño que me hace pensar que algo está ocurriendo.

— Ya estás aquí— murmuro sorprendida. Usualmente, ella no deja la casa antes de las doce, pero ahora el reloj marca apenas las once y ya está sacando los víveres de las bolsas de compra— ni siquiera te escuché salir— admito.

La mujer esboza una pequeña sonrisa.

— Si, esperaba que puedas ayudarme— me dice. Yo la observo algo confundida— a preparar el almuerzo, obviamente.

Yo asiento como si todo tuviera un repentino sentido, y pronto comienzo a notar las sofisticadas marcas que se posicionan arriba de la mesa. Queso Brie, pasta fresca, pasta de ajo premium... arqueo una ceja en dirección a la mujer a la espera de alguna explicación, pero ella simplemente se limita a encender la música.

— ¿Tenemos invitados?— pregunto lo que es evidentemente obvio. Mi madre abre los ojos con sorpresa, casi como si ella misma hubiera olvidado que no seríamos las únicas comiendo en casa hoy.

Ruedo los ojos; ese comportamiento es tan típico de mi madre que no puedo evitar reír, y por un momento, un sentimiento de nostalgia me invade ante ese viaje que me transporta al mejor de los deja vu, cuando cocinábamos juntas por horas junto a papá.

— Oh, claro— mi madre sacude el rostro— invité a los nuevos vecinos a almorzar.

Yo frunzo el ceño.

— ¿Invitaste a Axel a almorzar?— pregunto curiosa. Mi madre asiente con alegría al ver que ya conozco a uno de los involucrados.

— Me alegra de que sean amigos— suelta. No es que seamos amigos por habernos visto un par de veces, y además, la mayoría de nuestros encuentros parecen ser debido a su escandalosa música. De todas maneras, dudo que mi madre estaría tan entusiasmada si supiera qué sucedió la última vez que Axel y yo nos vimos.

— No lo somos— le aseguro. Ella me ignora por completo.

— Vendrá con su padre, Paul— añade— muy amable, por cierto.

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora