Cuando estoy con Damián en su vehículo, puedo notar que una tensión entre nosotros impide que cualquiera se atreva a decir la primera palabra.
Él se sienta en el asiento de conductor y enciende el jeep de manera rápida mientras sostiene su abdomen con una mano y con la otra se encarga del manubrio. Una mueca de dolor se propaga por su rostro y a pesar de que la bala no parece haber penetrado su piel del todo, pero más bien hecho una especie de corte un poco más arriba del área de su cadera. De igual manera, ha hecho el daño suficiente para tenerlo levemente adolorido y sangrando.
La noche ha caído sobre la ciudad y el silencio sobre nosotros. Lo único que mis oídos captan es el ruido de los neumáticos moviéndose a través del cemento de la calle y los breves quejidos que se escapan por la boca de Damián cada vez que él gira el volante.
Mis ojos han decidido dejar de llorar, pero ahora las nubes son quienes lo están haciendo, obligando a Damián a encender el limpiaparabrisas de su negro jeep.
— Mierda— dice, de repente haciendo un movimiento brusco para acomodarse en su asiento. Yo apenas inhalo un poco; el aire entrando por mis pulmones y mis ojos viajando hacia su cuerpo. Sé que no debería sentirme así; sé que no debería extrañarlo ni debería sentir estas inmensas ganas que tengo de envolverme en sus brazos y decirle lo mucho que me alegra de que esté vivo, pero no puedo hacerlo. No puedo volver a mostrarme vulnerable ante él porque, al final del día, sólo consigo ser quien se decepciona.
— ¿Estás bien?— musito apenas. Damián no se desconcentra del camino, pero al menos, una leve sonrisa ha aparecido en su rostro por unos breves instantes, provocando que mi estómago entero sea un revoltijo de emociones.
Yo inhalo, exhalo, y me recuerdo a mí misma que esto es cosa de una sola vez. Probablemente después de esto, Damián y yo no nos volveremos a ver en la vida.
— Estoy bien— asegura; su voz suena grave, ronca, tranquilizadora. Si cierro los ojos, podría meditar con la manera en la que hace que el interior del auto esté tan sereno incluso después de que hemos presenciado una batalla.
Las luces de la ciudad iluminan su rostro a medida que avanzamos; su rostro bajo el neón azul, rojo, verde... el sudor de su piel respirando después de lo que acaba de suceder.
La lluvia se intensifica a medida que nos vamos moviendo. Unos cuantos truenos amenazan por aparecerse en nuestro camino, provocando que Damián aumente la velocidad. Pero no quiero que se apresure; no quiero despedirme de él aún. El sólo hecho de pensarlo hace que quiera volver a derramar las lágrimas atascadas en mi garganta. No volver a verlo me aterra incluso más que todo lo que sucedió en ese club de póker.
Los dedos de Damián de repente se aferran al volante con fuerza y él se atreve a abrir la boca para hablar, a pesar de que tarda un rato en que las palabras salgan.
— Nunca había estado tan asustado en mi vida— admite por lo bajo. Mi corazón se detiene cuando lo escucho decir eso; quiero indagar más, pero me da un poco de miedo la respuesta. Aún así, sé que no es momento para temer.
— ¿A qué le temes tanto?— me atrevo a preguntar. Él hace una pausa.
— A que algo te suceda.
Cada frase que dice para ser una bocanada de adrenalina para mi cuerpo. Es como si una corriente eléctrica estuviera constantemente recorriendo nuestros cuerpos en ese vehículo; como si mis manos no pudieran hacer otra cosa que aferrarse con fuerza a mi vestido.
— Déjame que te ayude— le pido en un pequeño ruego, observando su herido cuerpo— déjame hacer algo por ti.
Damián se detiene en un semáforo. Las calles prácticamente están llenas de diversión y euforia, y, aún así, siento como si sólo fuéramos los dos en este jodido mundo.
— Carla— dice despacio. Por primera vez en todo ese rato, él se detiene a observarme. Sus ojos se encuentran con los míos con ternura; pareciera como si estuviera sufriendo solamente de tenerme allí, pero ya no quiero que lo haga— no me hagas esto ahora, por favor.
Me pide algo que no es consecuente con su tono de voz. Mientras intenta alejarme, su rostro se inclina un poco hacia adelante y sus ojos se cierran con fuerza. Quiero saber porqué está sufriendo tanto cuando podríamos simplemente existir junto al otro.
— ¿Hacerte qué?— pregunto, haciendo lo mismo que hace él; me acerco a su rostro. Nos mantenemos a centímetros, mi collar cuelga de mi cuello y su aliento respira encima mío. Él se queja con cada movimiento que da hacia mi dirección, pero eso no lo detiene.
— Necesito que dejemos de vernos— respira, como si quisiera guardar mi olor para siempre. Como si estuviera seguro de que esa será la última vez.
Pero no tiene porqué ser nuestra última vez. Puede ser una de las tantas que tendremos.
— ¿Por qué?— le pido en súplicas. Si va a hacerme a un lado, necesito que me hable.
— Porque no puedo seguir poniéndote en peligro.
La bocina del auto de atrás suena haciendo que yo me sobresalte; pero él no lo hace. Su costumbre a vivir en el ruido hace que él mire un poco hacia atrás con serenidad y luego vuelva a conducir, alejándose de mí para volver a fijar su atención al camino.
Debo intentarlo una última vez.
— Déjame cuidar de ti por esta noche— le pido. Los músculos de cada rincón de su cuerpo se contraen con cada palabra que digo.
— Vas a estar mejor sin mí— me asegura, pero yo niego con el rostro de manera tan rápida que me sorprende la seguridad que tengo en lo que digo.
— Eso jamás podría ser verdad.
Damián deja caer su rostro hacia atrás y una vez más parece estar debatiendo entre qué hacer. Sé que le estoy haciendo pasar un rato difícil porque no quiere meterme en ese mundo; sé que, probablemente, piensa que estar lejos de mí ha sido la única opción que ha tenido este tiempo, pero yo estoy harta de fingir que no muero por saber de él todos los días.
— ¿Qué va a suceder cuando algo como esto vuelva a pasar?— me pregunta. Tengo la sensación de que sus ojos se han cristalizado levemente, pero es bueno ocultándolo porque dudo que alguna vez muestre sus emociones a alguien. No con Matías; no con la vida que tiene.
— Si tiene que suceder, pues entonces sucederá. Ya está— intento que mis palabras carguen confianza, pero en el fondo a mí también me aterra. Daría la vida entera para que podamos volver a hace unos años atrás y hacer algo para detenerlo de irse ese día y a esa hora.
Daría todo lo que tengo para que su vida vuelva a hacer igual de feliz que antes.
— No puedo ser tan egoísta, Carla. No debo— más que estar intentando convencerme a mí, pareciera como si se estuviera intentando convencer a sí mismo— estabas bien antes de mí.
— No, Damián. Nunca estuve bien sin ti— le aseguro. La desesperación en mi voz es evidente pero a estas alturas ya no me importa; si es la última vez que nos vemos, al menos quiero irme con la sensación de que di todo de mí para que se quede a mi lado— ¿lo estuviste tú? ¿estuviste bien sin mí?
— No— admite— pero prefiero pasarme la vida pensándote sin tenerte a que te pase algo por mi culpa.
— No será por tu culpa. Será la mía— hablo con frialdad; quiero que sepa que voy en serio. Quiero que sepa que el Damián que yo conocí hace quince años atrás sigue allí en algún lugar de su corazón— quiero tener el poder de elegir con quien me quedo, Damián— respiro, intentando que la voz no se me corte a mitad de frase— y quiero que aceptes que elijo quedarme contigo.
Las manos de Damián se deslizan por el volante. Él se queda algo pensativo. Justo cuando estábamos cerca de mi casa, él simplemente sigue conduciendo por la calle. Todavía no hemos desaparecido de ese bloque y ya pienso que está arrepentido. Aún así, él asiente.
— Está bien— musita sin más— está bien, Carla.
Holaa
Disculpen por este cap corto pero prefiero subir la primera parte hoy a que no subir nada ya que no podré subir más caps hoy quizás, pero mañana a lo que pueda me pongo a escribir de nuevo.
![](https://img.wattpad.com/cover/303441553-288-k172303.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Volviendo a ti
TeenfikceDamián esconde muchos secretos detrás de esos cristalinos ojos celestes; pero no se atreve a abrirse con nadie... hasta que llega Carla. Cuando Damian Gutiérrez, su mejor amigo de infancia, llega de vuelta a la vida de Carla, todo parece ponerse pat...