EPÍLOGO

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Hay pocas cosas de las que estoy agradecido en la vida. El hecho de que Paulette haya sacado los ojos de Carla, es una de ellas. 

A sus siete años, ya puedo ver que su personalidad es muy parecida a la de su madre. Incluso, ambas tienen esa manera de abrir los ojos con frustración cuando algo les molesta, o de poner una voz dulce que me hace imposible decir que no a cualquier petición. 

— ¿En qué piensas tanto?— me pregunta Carla, apareciendo por detrás. Yo me giro sobre mi propio hombro para observarla y luego vuelvo a posar la vista en nuestra hija, que corre de un lado hacia otro al lado de ese enorme sauce. 

Yo cojo la muñeca de Carla para atraer su cuerpo al mío y deleitarme con ese perfume que me ha estado volviendo loco desde hace años; pasan los años y ella sigue igual. Los mismos ojos brillantes, la misma sonrisa, y la misma manera de hacerme sentir como si pudiera derretirme en ella.

Dejo que Carla se siente en mi regazo mientras a nuestro alrededor, el pasto cubre nuestro cuerpo. Lo único que puedo ver es el rostro de Paulette riendo por haber encontrado un pequeño bicho entre medio de las piedras.

— En que es tu cumpleaños— susurro, abrazándola con todas las fuerzas que tengo— y en que luces igual de preciosa que la primera vez que te vi.

Sus mejillas se enrojecen de repente. Amo que, después de todo este tiempo, ella siga siendo como una niña; que siga riéndose por los mismos diálogos de esas viejas películas que vemos, que siga temiéndole a la aguja de mi máquina a pesar de que ya lleve varios años de haber aprendido a tatuar y me gane la vida con eso, que sus mejillas sigan poniéndose rojas cada vez que le digo algo lindo, y que, para sus cumpleaños, siga deseando ir a ese viejo sauce.

— ¿A qué hora irán Elton y Aylen a casa?— pregunto en un pequeño susurro, apartando su cabello de su mejilla para depositar un suave beso.

— A eso de las siete— me dice. Yo asiento. 

— ¿Vendrán con Tomi?— inquiero, haciendo referencia al niño pequeño de mi amiga, que tiene más o menos la misma edad de Paulette. Carla asiente.

— ¿Emilia y JP?

— También. 

— ¿Tu madre irá con Paul?— ella asiente, una vez más— ¿y Axel?

— Si, creo que vendrá con ellos— me asegura.

Yo asiento para mis adentros, ahora recordando todo lo que compré para la fiesta de Carla y preguntándome cuanto rato antes debemos llegar para que pueda tener todo listo para cuando lleguen sus invitados. Quiero que su cumpleaños sea perfecto; quiero que todos sus cumpleaños lo sean.

Invité a Ulises y a Omar también, pero Ulises está demasiado ocupado trabajando en la consulta de su padre, y creo que Omar ha conocido a una chica porque hace varias semanas que está posponiendo nuestras salidas. Aún así, dijeron que vendrán durante la semana para traerle un regalo a Carla y salir a pasear un rato con Paulette.

Paulette ama a sus tíos postizos; a todos, y cada uno de ellos. De vez en cuando, Elton se pone celoso cuando Ulises llega con un regalo más grande para ellos, o Aylen intenta comprarle chocolates cuando Emilia llega con donas. Que haya sido la primera en nacer en nuestro grupo de amigos, ha significado también que es la más consentida. 

Pareciera que nada ha cambiado, y, a la vez, todo lo ha hecho. 

— Te amo tanto— suspiro en el oído de Carla. Ella esboza una pequeña sonrisa. 

— Y yo te amo a ti, Damián— me dice. Su voz es música para mis oídos; no puedo creer que, de todas las personas con las que se podía quedar en el mundo, ella se quedó conmigo. 

Nuestra atención de repente se vuelca a Paulette, que está jugando cerca del lago con un...¿muchacho? De repente, todos mis sentidos se ponen alerta y no puedo evitar erguir un poco mi cuerpo y poner un poco de atención extra a lo que Paulette y aquel niño están hablando. 

No es hasta ese entonces que noto que hay otra familia a unos metros de nosotros, y que probablemente ese pequeño ha salido de allí. Entonces, me quedo un poco más tranquilo, pero aún así me siento un poco culpable por estar escuchando la conversación. Sin embargo, puedo notar que Carla está haciendo lo mismo porque se ha quedado en silencio de manera abrupta y sus ojos están clavados en un punto fijo en el suelo. 

— Mi papá tiene muchos tuatuajes— le dice Paulette, provocando que Carla y yo soltemos una pequeña risita por lo bajo— ¿y el tuyo?

— No— responde él mientras da vueltas en círculos alrededor de mi hija— pero tengo un perro y un gato, y también una vez tuve un ratón. 

— Yo también quiero un ratón— se queja ella. Carla y yo nos observamos en pánico; puedo notar, de inmediato, que nuestros ojos están negando incluso antes de que Paulette pueda preguntarlo siquiera.

Y definitivamente va a preguntarlo.

— No puedes tener un ratón, porque se escapan y mi mamá dice que se lo pueden comer los gatos— le dice él. Paulette ríe a carcajadas, no se porqué, y entonces el muchacho también ríe a carcajadas y pronto ambos se ponen a correr por ese enorme sendero. 

Después de un rato, Paulette se aparece en nuestro campo de visión. Su rostro está lleno de tierra, sus manos están sucias por haber jugado tanto, y el sudor de su rostro ha hecho que todo su cabello sea una maraña. 

— Liam dice que me va a invitar a ver una película— nos dice, en modo de aviso y no de petición— dice que vamos a ver Superman. 

Carla y yo nos observamos con sorpresa. Puedo notar que, de repente, ambos nos hemos quedado un poco sin palabras, embobados por los recuerdos que las palabras de Paulette nos han provocado. 

— No lo sé, Paulette— dice ella, usando esa voz de dulzura que me provoca querer besarla con locura— apenas le acabas de conocer. 

— ¿Papi?— pregunta la muchacha, viendo que con su madre no está dando frutos. Yo ruedo los ojos y observo a la familia a la distancia, quien también parece estar entablando una conversación con su pequeño. 

— Déjame hablar con sus padres primero— propongo. Para ella, eso es un sí, porque inmediatamente se pone a correr mientras celebra de manera animada. 

Carla y yo soltamos una carcajada, y sé en ese preciso instante que no hay nada en este mundo entero que me haga más feliz que la familia que hemos formado. Amo a Carla, amo a Paulette, y, por sobre todas las cosas, nos amo a nosotros juntos. 

Amo despertarme y tener a Carla al lado; amo la foto de ella que guardo en mi billetera, amo cocinar lo que le gusta todas las noches, y me encanta la manera en la que el tiempo junto a ella es eterno y a la vez estático. 

— Una película de superhéroes— dice Carla por lo bajo cuando la pequeña ya está lejos— de repente he viajado al pasado. 

Yo lo hago; constantemente, viajo al pasado. Viajo a los días que tuvimos juntos y, después de todo este tiempo, no puedo creer que ella siga a mi lado. 

Carla siempre va a tener mi corazón.

Carla siempre va a ser la única para mí.

— ¿Me amas?— pregunta de repente. Yo suelto una pequeña risita por lo bajo; de vez en cuando, esa pregunta sale de su boca, y me da risa pensar que nunca será capaz de sentir aquello que se apodera de mi corazón cada vez que la veo. 

Entonces, simplemente asiento. Y le digo la verdad, porque es lo único que puedo hacer. 

— Cada día un poco más, Carla.



FIN.

Muchas gracias por leer esta novela ♡

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora