19. En casa de Damián.

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Mentiría si dijera que estar en casa de Damián no me produce cierto nerviosismo, pero también sería mentira si dijera que, verlo allí, en su cocina, preparando comida para mí y mis amigos, no me produce una satisfacción extrañamente difícil de explicar. 

Su casa se ve mucho más distinta de la primera y única vez que vi; ese día que llegamos con Elton y me sacó del lugar a tan sólo minutos de haber llegado. 

Ahora todo está ordenado y en su lugar, y honestamente, cuando era pequeña y me imaginaba nuestras casas del futuro, nunca pensé que la de Damián sería así; espaciosa, unicolor y...fría. Es como si se hubiera rentado una casa piloto y le hubiera puesto nada más las cosas que necesita. Nada de cuadros, nada de fotografías, nada de decoración; simplemente lo que necesita para vivir. 

— Supongo que les gusta la pasta— murmura mientras corta un par de verduras y las pone en una sartén con algo de aceite— es lo más rápido de hacer. 

Nosotros asentimos, aunque Axel ya apenas puede mantener el rostro levantado y Emilia deja que su mejilla repose encima de su mano mientras sus ojos se cierran lentamente. El reloj marca las tres de la mañana, pero yo no siento nada de sueño. Quizás es porque esas cinco cervezas poco a poco están dejando de hacer efecto en mi cuerpo, o porque la adrenalina de estar allí me impide no estar en modo alerta; cualquiera sea la razón, me siento más despierta que nunca. 

— Si quieren dormir pueden ir— les asegura Damián— probablemente me demore una media hora más haciendo esto. 

Emilia hace un puchero. 

— Es que tengo un montón de hambre— se queja— mi estómago está sonando y si no como algo vomitaré todas tus sábanas.

El muchacho suelta una enorme carcajada y hasta este momento no me había dado cuenta de cómo mi mentón reposa en mis manos y mis codos encima de la mesa mientras mi mirada está dirigida únicamente al muchacho en medio de una estúpida sonrisa. Yo sacudo el rostro y me permito a mí misma estar en otra posición; una que no delate lo increíblemente ansiosa que me pone estar allí.

Finalmente, Axel deja caer su rostro encima de esa mesa de mármol blanca. 

— ¿Me pueden despertar cuando la comida esté lista?— pregunta, pero no espera respuesta antes de cerrar sus ojos por completo. Ahora soy yo la que suelta una carcajada y mis ojos instintivamente se dirigen a los de Damián. 

Él tiene la vista clavada en mí. Una chispa nace en el aire cuando nuestras miradas se cruzan y a pesar de que mi primera reacción es querer agachar el rostro, no lo hago. 

— ¿Todavía tienes frío?— pregunta. Yo niego con el rostro; después de que me he envuelto en su ropa y he aspirado su aroma, ya ni siquiera puedo recordar qué se sentía tener el cuerpo helado. 

Además, él ha encendido la calefacción en cuanto hemos llegado. 

Axel se levanta de repente y hace su camino hasta el sofá para dejar caer su cuerpo, provocando que todos nos miremos divertidos; supongo que ya ha elegido en dónde dormirá, y no seré yo quien lo despierte para comer. Asumo que Emilia y Damián tampoco. 

— Dami...Aston— carraspea Emilia, llamando la atención del muchacho. Él se gira como si no hubiera escuchado ese primer nombre— ¿de casualidad me puedes indicar dónde está el baño? 

Él muchacho asiente y, en vez de indicarle, da un paso al frente para acompañarla mientras yo me quedo sola vigilando que las verduras no se incendien. Afortunadamente, no lo hacen. Y Damián vuelve rápido a dónde estaba ahora para poner a cocer la pasta. 

— Vale, en diez minutos debería estar— murmura, girándose para tomar asiento en uno de los taburetes y beber de un vaso de agua— ¿crees que debería ir a chequear a Emilia?— pregunta de repente. 

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora