12. Malviajada

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En el fondo, sabía que ese día había sido demasiado perfecto como para que terminara bien.

El día domingo me la paso con mi madre viendo películas. Por alguna razón, no se ve tan apagada como siempre así que aprovecho para pasar algo de tiempo juntas. Ella incluso se ofrece a que horneemos galletas, pero como soy yo quien no tiene ánimo, propongo que mejor las compremos. 

Obviamente, no podría decirle a mi madre lo que sucedió con Damián. Para empezar, ella nunca fue su fan número uno, y además, no es como si quisiera hablar del tema. Ni siquiera le comenté a Emilia, o a Elton. Tengo la sensación de que, mientras más me lo guarde como un secreto, más rápido lo olvidaré y haré como si nada hubiera pasado. 

Durante la semana decido que lo mejor que puedo hacer es poner mi mejor cara y concentrarme en la universidad, así que eso es lo que hago. Ni siquiera acepto las invitaciones a salir de Emilia o Elton, y cada vez que me encuentro a Aylen por los pasillos o conversando con alguno de mis amigos, decido que lo mejor es evitarla y pretender que tengo algo más importante que hacer.

Sé que no la podré evitar durante mucho tiempo porque ella y mis amigos están comenzando a hablar y juntarse cada vez más, pero puedo hacerlo al menos hasta que junte el valor para contarle lo que realmente sucedió con Damián y así ella no estará toda su vida preguntándose si hizo algo mal.

Lo único que sé es que Aylen me llevará a Damián, y ya decidí que no quiero volver a verlo. Sé que, en el fondo, sólo me provocará más daño del que ya me hizo. 

El miércoles después de la universidad, Alex me invita a ver una película al cine y ni él ni yo mencionamos algo sobre lo que ocurrió ese día en el restaurante, así que decido dejar las cosas así. Toda esta semana se ha tratado de ignorar los problemas y las situaciones incómodas lo más que pueda, así que no veo porqué no seguir haciéndolo. 

Ignoro que Alex se esté comportando cada vez más extraño, ignoro que mis amigos salgan con Aylen y que yo me niegue a ir por miedo a encontrarme con Damián, ignoro que todos me preguntan qué sucede y yo sigo diciendo que no pasa nada, ignoro que mi madre está cada vez con mejor ánimo e ignoro que he bloqueado el número de teléfono de Damián para que no vuelva a escribirme. 

El fin de semana decido concentrarme en la universidad y cuando ese lunes me entregan mi sobresaliente, todo parece haber valido la pena. De repente los recuerdos de la semana anterior se desvanecen y sólo quiero seguir esforzándome para seguir sacando buenas calificaciones, pero obviamente, no puedo seguir ignorando todo por siempre.

Por más que intente apartar los pensamientos de mi mente, es inútil; soy humana. Necesito pensar las cosas para poder procesar que realmente ocurrieron. Damián realmente decidió que ya no quiere ser mi amigo, y eso está bien. Él debe tener sus razones y no soy quien para cuestionarlas. 

Ese martes, cuando llego a casa de la universidad, mi madre no se encuentra en casa y decido que lo mejor es ponerme a estudiar lo más rápido que pueda para poder ir a dormir temprano. Meto mi cuerpo en mi conjunto rosado de leggins y sudadera y me siento en la mesa de la cocina para concentrarme, sin embargo, tan rápido dejo mi trasero caer en la silla, la música de mi vecino nuevo comienza a sonar de manera escandalosa por su parlante.

Yo suelto un resoplido e intento ignorar el molesto ruido, pero después de haber leído tres párrafos completos de mi libro y no haber entendido absolutamente nada, decido que la mejor idea es caminar tranquilamente hacia su puerta y pedirle que por favor le baje el volumen. 

Tres golpes y los pasos del muchacho se acercan para abrir la puerta; desde el otro lado, su rostro me sonríe y una bocanada de aire maloliente golpea mi rostro. Conozco ese olor; olor a marihuana. 

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora