Cuando logro despertar, mi habitación está completamente oscura y mi rostro aún reposa encima del pecho de Damián, sólo que esta vez, él esta completamente dormido. El mareo se ha desvanecido por completo al igual que las palpitaciones de mi corazón, así que sonrío para mis adentros agradecida de no estar muerta.
Yo cojo el teléfono celular de Damián que reposa encima de mi velador solamente para observar la hora; el reloj marca las diez y veinte de la noche y de repente me pregunto qué tanto rato dormí, porque se sintieron como eternas horas.
Sin hacer ruido alguno, comienzo a moverme lentamente para no despertar al muchacho y camino lentamente hasta el baño para cerrar la puerta detrás de mí y dejar escapar ese suspiro que tenía en mis pulmones sin poder dejar salir.
Inhalo y exhalo y me observo en el espejo; estoy hecha un desastre. O quizás, siempre he sido uno.
Los golpes en mi puerta hacen que yo dé un respingo en mi lugar.
— ¿Carla, estás bien?— preguntan del otro lado. Yo me aclaro la garganta y abro la llave del agua para comenzar a lavarme la cara con rapidez.
— ¡Si, si!— le aseguro— ¡sólo dame un segundo!
— Está bien— murmura él del otro lado.
Yo me armo de valor e intento esconder la vergüenza que siento en el rostro, pero no puedo evitar sentirme levemente abrumada por la situación. Finalmente decido que no es como si pudiera hacer mucho conmigo misma y, de todas maneras, Damián ya me vio en mi peor momento. No es como si las cosas se pudieran poner peor.
Me lavo los dientes para eliminar esa incómoda sequedad de mi boca y peino mi cabello con mis dedos antes de abrir la puerta y encontrarme con Damián del otro lado. El muchacho me observa con detención y durante unos cuantos segundos, ninguno de los dos dice palabra alguna.
Cierro la puerta del baño detrás de mí y avanzo unos centímetros en su dirección para quedar a tan sólo un metro de distancia que se siente como si fueran cinco.
— ¿Cómo te sientes?— pregunta. Yo asiento como si eso significara algo.
— Mucho mejor— le aseguro— gracias por...todo.
La incomodidad se apodera de mí; deseo con todas mis fuerzas poder borrar el día de hoy de mi vida, y al mismo tiempo, siento que atesoraré estos recuerdos durante mucho rato más una vez que Damián se vaya.
— Probablemente será mejor que me vaya— suelta de repente. Yo asiento; no es como si pudiera pedirle una vez más que se quede porque sé que no lo hará. Sé que su corazón no grita mi nombre de la misma manera en la que el mío grita el suyo.
— Está bien— murmuro.
Yo sigo a Damián escaleras abajo. Ambos caminamos a paso lento como si quedara algo más por decir, pero no es como si tuviera mucho para dejar salir por mi boca ahora; después de haberme avergonzado a mí misma de manera magistral frente al chico que estuvo rondando por mi cabeza toda esta semana, creo que lo mejor es dejar que Damián siga con su vida tranquilo y así ambos podemos olvidar este incidente.
Ambos nos detenemos al lado de la puerta de entrada. La única luz que alumbra nuestros rostros es la luz de la luna que ingresa por las ventanas que Damián se ha encargado de cerrar antes de subir las escaleras hace unas horas atrás. Su rostro se ve tenuemente iluminado; la mitad de las facciones de su rostro se dejan ver y la otra mitad simplemente las conozco de memoria.
— Supongo que te veré por allí— murmura por lo bajo. Su aliento frío choca con mi rostro provocando que una corriente eléctrica se deslice por toda mi espina dorsal, y yo no puedo evitar hablar en un susurro como si el más mínimo ruido fuera a esfumarlo de mi vista.
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Volviendo a ti
Ficção AdolescenteDamián esconde muchos secretos detrás de esos cristalinos ojos celestes; pero no se atreve a abrirse con nadie... hasta que llega Carla. Cuando Damian Gutiérrez, su mejor amigo de infancia, llega de vuelta a la vida de Carla, todo parece ponerse pat...