Damián

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De alguna manera, siempre supe que estaba atado a Carla. 

La primera vez que la vi, supe que se me iba a hacer imposible olvidarla. Sólo éramos unos niños. A esa edad, se supone que no sabes nada, y aún así, yo tenía la certeza de que Carla sería en quien pensaría durante toda mi vida.

Lo supe a los doce, cuando di mi primer beso y me lamenté de que no haya sido ella. 

Lo supe a los trece, cuando vi mi primera película de superhéroes sin ella y me odié porque ella no estuvo allí.

A los catorce, cuando fui al lago y caí en la cuenta de que no hay manera en la que podría disfrutar de ese enorme sauce sin ella.

A los quince, cuando tuve que mirarla a los ojos y despedirme.

A los dieciséis, cuando me dije a mí mismo que prefería alejarme a que dejarla vivir en mi mierda.

Y lo sé ahora, que la tengo en mis brazos, con su cuerpo agonizando y con la única persona que alguna vez se hizo cargo de mí, muerta. De alguna manera siempre supe que para escapar de Matías, uno de los dos tendría que morir. Sin embargo, nunca creí que sería yo quien lo asesine a él. No de este modo. 

De repente, todo se ha vuelto borroso. Puedo ver el cuerpo muerto de Travis a mi lado; el cuerpo de Matías descansando sobre la alfombra. Sangre, mucha sangre. El charco rojo se dispara por entre medio de mis pies y por más que yo pudiera hacer algo por ellos, el tiempo corre. Necesito salvar a Carla; necesito salvar a la única persona que he amado con tanta fuerza que siento como si mi mundo se fuera a desmoronar si alguna vez le sucede algo. 

Cojo a Carla entre mis brazos y comienzo a correr rápidamente escaleras abajo por el edificio. Soy consciente de que, en cualquier momento, alguien podría asesinarme y sería el fin de ambos; pero debo intentarlo. Si hoy pierdo la vida, al menos lo haré intentando salvarla. 

— Por favor, Carla...— susurro, observando sus ojos cerrados y su sonrisa desvanecida— no me dejes sólo, joder. No me dejes vivir una vida sin ti.

Los recuerdos se amontonan en mi mente de manera fugaz. Cuando llegué a esa habitación, Carla se veía como si su cuerpo no aguantara más tortura, y no pude hacer otra cosa que odiarme por ponerla en esa situación. Me esforcé tanto por alejarla durante todos estos años; cogí toda la poca fuerza de voluntad que alguna vez tuve y me empeñé en no buscarla. Sabía que estaría mejor sin mí, pero cuando apareció en aquella fiesta...

Era su cumpleaños. Yo lo sabía. Siempre lo tengo presente. Todos esos años me desperté ese día deseando que ella estuviera viviendo su vida al máximo; que tuviera buenos amigos que supieran lo jodidamente genial que es, que tuviera un novio que pueda ofrecerle el mundo entero y que nunca en su vida nadie la hiciera sentir insegura.  Sin embargo, allí estaba; con Aylen, hablando con un tipo que bien quería aprovecharse de ella y con ojos tan tristes que me dije a mí mismo que asesinaría a quien sea que la hizo sentir así.

La rabia pudo conmigo, no estoy orgulloso de eso. Ver a Carla tan decepcionada de todo me hizo hacer cosas que me hicieron desconocerme. La primera vez que vi al imbécil de su novio, supe de inmediato que ese tipo no estaba a la altura; con esas camisitas de polo, obligándola a hacer cosas que no quería. 

Sabía que a estas alturas, ya no podía meterme en su vida; pero simplemente no podía parar. Cada vez que intentaba alejarme, ella volvía a mí. Y se sentía tan bien tenerla de vuelta; se sentía tan bien que ella me necesite. 

Se sentía tan bien...

— ¿A dónde crees que vas, Aston?— la voz de uno de los hombres de Matías me saca de mi ensimismamiento. Sólo ahora me doy cuenta de la manera en la que las lágrimas caen por mi rostro y el pánico se ha apoderado de mis facciones. 

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora