47. Plan escape

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He pensado en lo que me dijo Omar. Quizás, incluso, lo he pensado demasiado. 

Después de que estuvimos en su casa y me confesó que Damián guardaba una foto mía en su billetera desde hace ya bastante, supe que tenía que reorganizar mi vida en torno a él. Supe que debía, de una vez por todas, tomar una decisión; dejar que Damián se hunda en su propia miseria y que me arrastre con él porque soy incapaz de mantenerme alejada, o intentar convencerlo de que podemos salir de allí.

Obviamente, me convencí por la segunda.

Ese lunes después de la universidad, convenzo a mis amigos de que me tengo que ir muy rápido a mi casa solamente para comenzar a escribir mi plan maestro. Por alguna razón, siempre se me ha dado mejor seguir planes cuando están escritos y organizados en mi agenda, así que me pongo rápidamente manos a la obra.

Prendo mi luz de noche a pesar de que todavía esté de día, pido sushi para llevar a mi habitación, meto mi cuerpo en el pijama más grande y reconfortante que tenga y me siento allí a observar mis notas mientras sumerjo cada bocado en salsa de soya. 

Al cabo de unos minutos, lo único que tengo escrito es "Plan Escape". He decidido ponerle ese nombre porque escapar es precisamente lo que pretendo que hagamos, así que aquella frase ya sugiere mucho.

Sin embargo, mi cerebro parece vacío de información. Nunca me he preparado para escapar de un mafioso, y, definitivamente, no tengo mucha experiencia en este tema. Me pregunto qué es lo peor que podría pasar si Damián y yo desaparecemos del mapa; ¿hasta qué punto lo buscará Matías? ¿Qué tanto estaría dispuesto él a hacer por venganza?

Después de un rato de estar comiendo sushi sin que ninguna idea se me venga a la cabeza, decido pensar realmente qué es lo que necesito para ayudar a Damián en todo esto, incluso si él ni siquiera me ha pedido ayuda. 

Comienzo a escribir lo primero que se me venga a la mente, dejando de lado que algunas ideas son extremadamente malas e incluso tacho una después de que la repasé durante unos segundos en mi mente. 

Finalmente, me queda algo así: 

Lo observo durante unos cuantos segundos; sé que debo decirle a mis amigos la verdad porque se lo merecen

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Lo observo durante unos cuantos segundos; sé que debo decirle a mis amigos la verdad porque se lo merecen. Y Damián también merece que les haga saber que él en realidad no es una mala persona; que solamente son circunstancias muy penosas que lo han hecho tomar decisiones muy equivocadas, y que, si no estuviera metido en eso, ellos estarían de acuerdo en que es el hombre ideal para mí.

Si, ellos me van a entender. Estoy segura.

¿Nunca les ha sucedido que, están recostados, de noche, pensando en sus vidas, y deciden de repente que al día siguiente se harán millonarios? Comienzan a elaborar un plan maestro digno de admiración y se convencen de que resultará, incluso cuando no tiene nada de sentido y es imposible que algo como eso suceda, pero el impulso de sus pensamientos les hace pensar que nunca habían tenido una mejor idea.

Pues me pasa algo parecido. Sé que no va a salir nada bien de esto, y aún así, me armo de valor para enviar un mensaje a mis amigos; 

"Necesito que vengan ahora. Debo contarles algo. URGENTE"

Una sonrisa se escapa de mi rostro mientras asiento para mis adentros. 

El ridículo impulso dentro de mí me hace pensar que, de alguna manera u otra, se van a poner felices por mí.

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