53. Un desayuno incómodo

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— ¿Se puede saber, por qué, en el infierno, están durmiendo juntos?— la voz algo alterada y preocupada de Damián llega hasta nuestros oídos y nos despierta de nuestro sueño profundo y, de repente, ambos nos sentamos de golpe en la cama solamente para darnos cuenta de que esa almohada que habíamos puesto entre nosotros para marcar la distancia ahora está en el suelo, que el brazo de Ulises reposa encima de mi cintura y que mi pierna descansa encima de sus muslos como si estuviera abrazándolo con mis extremidades.

Me sorprende la rapidez con la que nos separamos y, cuando alzamos la mirada, puedo notar que los ojos de Damián están casi fuera de órbita y que está conteniéndose para no gritar ahí mismo.

Ambos nos sentamos y nos acomodamos en la cama. Yo me llevo la mano a la cabeza intentando controlar el dolor de cabeza que me acecha como si fuera yo quien tuviera resaca y, cuando observo mi reloj, caigo en la cuenta de que son las nueve de la mañana y de que apenas he dormido unas horas.

Damián, por su lado, luce como si no me hubiera puesto los nervios de punta tan sólo unas horas atrás. Si, sus ojos lucen cansados y su cabello está enmarañado en su cabeza, pero no hay atisbos del borracho que tuvimos que sostener para que no se vomitara encima.

— Joder, Damián, te lo prometo— se apresura a decir Ulises de repente— hay una explicación muy buena para esto.

Damián asiente con el ceño fruncido.

— Y más te vale que sea buena, Ulises, porque estoy a nada de arrancarte los ojos con mis propias manos...

— ¿Puedes calmarte ya?— interrumpo. Sus voces alteradas solamente provocan que el dolor de cabeza me aumente más— yo le pedí que se quede conmigo porque tú estabas tan borracho que apenas podías mantenerte en pie— explico, sin ninguna intención de que mis palabras suenen creíbles en lo absoluto. Lo único que quiero es volver a dormir para que este dolor de cabeza terrible desaparezca.

— Mierda, Carla, lo lamento, yo...— comienza el muchacho. Su voz se ha enronquecido y ha bajado la intensidad en demasía, provocando que su amigo a mi lado se relaje a tal punto de dejarse caer nuevamente en la cama como si estuviera intentando seguir durmiendo.

— Si, ahora tú eres el que debe tener una excusa muy buena, Damián— fulmino su mirada con la mía sólo para notar la cantidad de culpa que cargan sus ojos— estuve esperándote toda la noche para cenar contigo.

— Soy testigo— dice Ulises mientras cubre su rostro con la almohada. Mi atención sigue fija en el muchacho de tatuajes que está de pie junto a la puerta. Él comienza a caminar hasta donde estoy yo y se deja caer a mi lado en la cama, luciendo de repente incluso más exhausto que antes.

— Matías estuvo contándome sus planes a futuro. Abrió dos botellas de Whiskey para beber conmigo— me explica con tristeza. Yo muerdo mi labio inferior; me imaginé que tenía algo que ver con el hecho de que estuviera hablando con Matías, pero aún así estuve esperándolo demasiado rato como para que se aparezca ofendido por la habitación solamente porque Ulises y yo estamos agotados durmiendo en la misma cama.

— Estaba preocupada, Damián— refunfuño— ¿no pudiste llamar para decirme que venías tarde?

— Ni siquiera un mensaje de texto— dice Ulises desde donde está, recibiendo un pequeño golpe de puño de parte de su amigo.

— ¡Cállate, Ulises!— se queja él, pero lo único que consigue es que el muchacho suelte una risa por lo bajo. Él vuelve a observarme solamente para coger mi mano y acercarse a mí; el aliento a alcohol golpea mi rostro con tanta intensidad que mi estómago entero se encoje.

— Apestas a Whiskey— farfullo. Él se levanta de golpe y camina hasta la puerta.

— Vale. Entiendo— dice, algo ofendido. Yo río antes el tono dramático que está empleando para hablar y dejo caer mi cuerpo una vez más en la cama para imitar a Ulises y volver a cerrar los ojos— ¡es el día de insultar a Damián...! ¡Joder, Carla! ¿¡En serio vas a seguir durmiendo en la cama con mi mejor amigo!?

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora