44. Volviendo a ti (III/III)

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— Bien, tu hombre está como nuevo— dice Ulises de repente, saliendo de la habitación con su equipamiento en la mano, después de haber estado allí adentro con Damián alrededor de dos horas mientras yo simplemente escuchaba los gritos de dolor del muchacho y las extrañas risas de su "médico". En el entretanto, pedí los burritos y los nachos que me solicitó, que llegaron a casa hace tanto rato que ya deben estar fríos.

Sin embargo, a él no parece importarle. Cuando sus ojos se clavan en la bolsa de Taco Bell, la felicidad se apodera de su rostro y lanza sus cosas lejos para dejarse caer al sillón de Damián y devorar uno con entusiasmo.

— Esto es exactamente lo que merezco— se dice a sí mismo. Yo asiento, no muy convencida, y me quedo mirando en dirección a la puerta para observar cómo Damián camina hacia nosotros a paso lento, con el abdomen descubierto y una venda que cubre toda la parte donde se ha hecho la herida— no te preocupes, Carla— me dice Ulises, ahora hablando con la boca llena— unos días y estará como nuevo.

No sé cómo es que Ulises sabe mi nombre y a estas alturas, me da igual. Lo único que importa es que Damián está bien, dejando caer su cuerpo en el sillón al lado de su médico-colega-amigo y dejando que su cuerpo entero se relaje.

Yo suelto un suspiro de alivio y me siento en el sillón individual que está al frente, cruzando esa pequeña mesa de centro donde he dejado la comida. La nueva casa de Damián es pequeña, pero acogedora. Mucho más que la anterior.

— Encendí la calefacción— digo, señalando el ducto blanco que se asoma por el pasillo— y aprendí dónde estaban las luces.

Damián sonríe, orgulloso. Él está quieto con sus manos reposando encima de su regazo y con su cabeza apoyada en el respaldo del sillón, estático como si cualquier movimiento pudiera hacer que algo terrible suceda.

— Gracias— musita. Yo asiento y los observo; si son un dúo extraño. Mientras Ulises no puede dejar de comer, Damián parece estar a punto de cerrar sus ojos como si todo ese dolor lo hubiera dejado exhausto.

Tomando en cuenta lo mucho que gritó, me imagino que debió haber sido así.

— Oye, Carla, ¿no vas a comer nachos?— me pregunta Ulises de repente, desparramando todo el guacamole mientras se mete uno a la boca— están tan buenos que podría nadar en ellos...

Yo niego con el rostro. Lo que menos quiero en el mundo es comer nachos. Lo único en lo que piensa que mi mente es en el muchacho que está en frente de mí, que para mi satisfacción, ya ha dejado de sufrir.

Me gustaría que sea así para siempre. Me gustaría que el sufrimiento abandone su vida de una vez por todas, pero sé que será imposible trabajando con alguien como Matías que lo trata como si fuera su pequeño soldado de primera línea. Lo que más me duele es que estoy segura de que si a Damián realmente le ocurriera algo grave, Matías sería el primero en desaparecer.

— ¿Cómo sabes quien soy?— pregunto de repente. Los ojos de Damián de repente se abren de golpe solamente para entregarle una mirada fulminante a su amigo, quien parece ignorarlo solamente para soltar una enorme carcajada por lo bajo.

— Cualquier persona que se haya emborrachado con Aston sabe quien eres...— comienza él, pero su frase se ve rápidamente interrumpida por el golpe en el hombro propiciado por Damián— ¡Auch!— se queja ante el reproche de su amigo— ¡acabo de salvarte la vida, desgraciado!

Yo suelto una pequeña risita. Damián me lanza una pequeña mirada de vergüenza y vuelve a acomodarse en el sillón.

— Sólo bromeo— dice luego de un rato Ulises, tomando un enorme sorbo de esa coca-cola vertida en el vaso de Taco Bell— la verdad es que todo el mundo en Haut sabe quien eres.

Volviendo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora