No logro descubrir dónde me encuentro hasta que me siento en la cama y logro mirar a mi alrededor a medida que mis ojos se comienzan a acostumbrar poco a poco a la luz que entra por la ventana de la habitación. Yo clavo mi mirada en el lado vacío de la cama y de repente me pregunto durante cuanto rato ha permanecido así; ¿será que Damián se fue a mitad de la noche y decidió que lo mejor sería que durmiéramos separados?
Yo me acomodo un poco más en la cama y dejo que mis manos reposen en el colchón para sostener todo mi peso. Por primera vez en mucho tiempo, el día no está tan soleado y unas cuantas nubes se asoman a lo lejos.
Yo dejo salir un suspiro; ¿será una señal?
Ahora con más iluminación puedo darle un mejor vistazo a la habitación de Damián; a sus sábanas blancas, la lámpara que reposa encima de su velador de madera, el cuadro que la acompaña en la que se ve a él y su familia hace muchos años atrás, una pequeña fotografía de Aylen que hace que mi estómago se retuerza. Su alfombrado negro, su armario, y por último, una lámina de Doctor Strange que reposa en el marco de su ventana.
Yo sonrío por lo bajo y pienso en todas aquellas veces en las que nos quedamos en casa viendo a nuestros superhéroes favoritos; supongo que con el tiempo él ha descubierto más historias y yo simplemente me quedé ahí maldiciendo el pasado.
— Algo me decía que ibas a estar despierta— la voz del muchacho se asoma por la puerta mientras sostiene una bandeja con el desayuno.
Incluso recién levantado luce como un sueño hecho realidad; su torso ya no está desnudo y ha sido reemplazado por una playera negra, pero aún así puedo ver los tatuajes que se asoman por sus brazos y la pulsera que le di que sigue colgando de su muñeca.
Él deja la bandeja encima de la cama. Lo que más me causa ternura no es la manera en la que ha puesto dos tazas idénticas de café al lado de la otra, ni tampoco la forma en la que un pequeño jarro con coloridas flores recién sacadas del jardín decoran el centro; sino el hecho de que, en mi panqueque, ha dibujado un corazón y una carita feliz con el chocolate.
— Este es para ti— me dice lo que es obvio. Yo le sonrío en modo de agradecimiento, de repente sintiéndome extrañamente cómoda allí en casa de Damián, y a la vez, sin saber cómo actuar.
Hace días atrás el muchacho me aseguró que no podíamos tener ningún tipo de relación y ahora me está llevando desayuno a la cama como si fuéramos una pareja de hábitos; ¿debería sentirme entusiasmada con este acto o simplemente debería ignorar el hecho de que, al parecer, Damián no es muy consistente con las cosas que dice y con las que hace?
— ¿Qué hora es?— pregunto, dándole un sorbo a mi taza. Él se gira para coger el teléfono celular que ha dejado encima del velador.
— Las doce y veinte— responde, y de repente yo no puedo creer que haya dormido tanto. Normalmente no me quedo hasta tarde en cama por estar durmiendo, sino por estar viendo alguna película o leyendo algo para la universidad, pero, considerando todo lo que sucedió anoche, era de esperar que mis horas de sueño se alargaran un poco más.
Yo reviso mi teléfono para ver si mi madre me ha enviado algún mensaje, pero nada además de unas caritas felices y unos corazones, así que lo vuelvo a dejar a un lado mientras finjo que probablemente ella no ha dormido con su vecino.
— ¿Cómo dormiste?— suelta él, recostando su cuerpo en la cama y apoyando su espalda en la pared para beber su café con total lentitud mientras sus ojos están clavados en la ventana. Yo le doy un mordisco a mis panqueques solamente para descubrir que están deliciosos y que, en realidad, Damián es un mejor chef de lo que quiere dejar ver al mundo.
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Volviendo a ti
Teen FictionDamián esconde muchos secretos detrás de esos cristalinos ojos celestes; pero no se atreve a abrirse con nadie... hasta que llega Carla. Cuando Damian Gutiérrez, su mejor amigo de infancia, llega de vuelta a la vida de Carla, todo parece ponerse pat...