Volviendo a ti

50. La charla pendiente.

Durante la semana, Elton no se ha sentado a mi lado en la universidad y Emilia no ha atendido ninguna de mis llamadas telefónicas. Sé que quizás debería insistir un poco más en explicarles qué es lo que sucede con Damián y porqué me empeño tanto en hacer que las cosas funcionen entre nosotros, pero sé que terminaría entregándoles la misma explicación de siempre; la misma que ellos no logran entender.

Quizás Elton y Emilia no saben realmente lo que es tener un amigo desde hace tanto tiempo y ser testigo de cómo cambia a causa de otras personas. De cómo un incidente puede cambiar su personalidad por completo. De como puedes, de repente, presenciar su viejo ser volviendo a tu vida. Si ellos también hubieran pasado por lo mismo que yo, estoy segura de que no estarían dispuestos a renunciar tampoco. 

Ese viernes, cuando salgo de la universidad, voy directo al paradero para coger el bus a casa. Damián me ha dicho que está ocupado encargándose de unos asuntos y yo le he dicho que está bien; que tengo que estudiar de todas maneras.

A pesar de que he intentado insistir con lo que le dije hace unos días, él sigue entregándome la misma respuesta; lo va a pensar. Mientras más lo piensa, más ansiosa me siento porque me dé una respuesta rápido. Necesito saber si pasaremos nuestra vida aquí encerrados en esta ciudad, luchando constantemente para no ser asesinados, o tendremos la oportunidad de ser libres y felices. 

Cuando llego al paradero, me sorprende encontrarme a Aylen allí. Ella lleva su mochila al hombro y se ha cortado su cabellera rubia hasta que esta solamente cubra su cuello. Sus ojos vagan entre el gentío y su teléfono celular, y a pesar de que me cueste notarlo, luce mucho más triste que lo usual. 

Mi estomago es un revoltijo de emociones. Mi primer instinto es dar media vuelta y caminar a casa o encontrar otra parada de autobús, aprovechando que, al parecer, ella aún no ha notado mi presencia. Sin embargo, mis movimientos son más rápidos que mis pensamientos y, antes de que siquiera pueda procesar la información en mi cabeza, me encuentro caminando hacia ella para tocar su hombro. 

Que Aylen me observe tan nítidamente es como tener una bofetada de recuerdos en mi mente. Después de todo, ella fue quien, sin saberlo, me acercó a Damián. Sus ojos lucen algo confundidos, pero no sorprendidos. Puedo notar que ella quiere decir algo, pero el aliento le ha impedido hablar como si de repente no confiara en su propia voz. Por inercia, Aylen da un paso atrás y se cruza de brazos como si, sin quererlo, tuviera que ponerse a la defensiva.

Yo me aclaro la garganta; he ensayado una disculpa para ellas en mi cabeza durante tanto tiempo y tantas veces, y ahora que la tengo en frente, parezco haber olvidado todo lo que alguna vez tuve para decir. 

— Hola— es lo único que sale de mi boca en un pequeño suspiro intranquilo. Ella se humedece los labios y agacha la mirada durante cortos segundos que parecen eternos. Su pies encuentra una piedra que patear. Pareciera como si estuviera luchando entre mandarme a la mierda o darme una oportunidad. 

Finalmente, ella vuelve el rostro en mi dirección una vez más, y esboza una pequeña sonrisa que se siente como si estuviera acuchillándome. 

— Hola— suspira finalmente. La cantidad de aliento que le tomó para que esa simple palabra saliera de su boca parece descomunal. 

No quiero mirarla con compasión, pero pareciera que es exactamente lo que hago y ella parece darse cuenta de aquello. No me pasa desapercibido tampoco que su bus acaba de detenerse a nuestro lado, y ella ha decidido quedarse a escucharme. Agradezco, para mis adentros, torpemente deseando que ella pudiera leerme el pensamiento en este momento. 

— ¿Cómo has estado?— las palabras suenan más pesadas de lo usual en mi boca. Es como si de repente me estuviera poniendo una careta que me es difícil quitar. Supongo que, en el fondo, ella lo sabe.