En cuanto salió del trabajo, Alice se duchó en su casa, y cuando estuvo lista fue hasta la mansión, muy emocionada de poder ver a Alexander. No tenía la intención de hacerle saber de inmediato acerca de sus sentimientos, aunque tampoco podía esperar mucho, ya que él se iría en cuanto terminaran sus vacaciones.
En cuanto llegó, Emma le informó que todos se encontraban en la piscina, por lo que se puso el bikini de inmediato y fue a reunirse con ellos.
—¡Hey, chicos! —les saludó con grande alegría y en cuanto vio a Alexander en boxers de piscina, sintió que su corazón estremeció con locura—¡Buenas tardes, espero no os hayáis cansado en mi ausencia! —bromeó, dejando la toalla sobre una hamaca.
—Apenas entramos hace nada —le dijo Alexander con una sonrisa.
Y Alice no podía dejar de evidenciar en sus ojos el calor del amor. Era evidente que él no había aparecido de nuevo en su vida con la intención de revivir añorazas ni por visitar a sus amigos. Ella era la razón. Había vuelto porque no podía olvidarla.
—León, estoy enamorada de su mansión.
Alexander era el único al que miraba, por lo menos hasta que una chica surgió de la nada y le abrazó por la cintura, haciendo que Alice casi sufriera un paro cardíaco. La joven no tenía nada de especial, de hecho era demasiado delgada y carecía de curvas, pero tenía unos ojos azules muy bonitos y una nariz pequeña que le daba una imagen tierna, pero Alice no le vio ninguna buena cualidad.
—Se lo agradezco, señorita Margaret —habló León desde una hamaca, bajo la sombra de una sombrilla.
Melanie, que estaba en la piscina, apenas flotando, no pudo evitar ser consciente del shock que su amiga había sufrido y se arrepintió de inmediato de no haberle advertido. Ella les había asegurado que no quería a Alexander, pero era evidente que había mentido.
Alice comenzó a nadar, fingiendo que no le pasaba nada, e incluso animó a Melanie a que tuvieran una carrera de natación. Después siguió charlando de tonterías y riendo como si nada, mientras sufría a causa de la cercanía de Alexander y Margaret, los que no solo se abrazaron. Verles besándose fue de lo peor.
Así que, con la excusa de que estaba cansada, abandonó la piscina y Melanie fue tras ella.
—Alice, lo siento —se disculpó en cuanto entraron en la vivienda.
La pelirroja se giró y le miró con una sonrisa que ocultaba todo lo mal que se sentía. Ariel tenía razón, era una hazmerreír.
—¿Por no decirme que Alexander tiene pareja? No importa —sacudió la mano, mostrándose tranquila.
—No solo es su pareja. Es su esposa.
Aquellas palabras resultaron demoledoras para Alice. ¿Alexander se había casado? Solo podía tratarse de un chiste.
—Ah, vaya —casi se le desencajó la mandíbula al sonreír —Qué loco. Nunca pensé que se fuera a casar. Bueno, pues qué bueno para él.
Melanie no supo qué decirle al respecto, porque estaba segura de que nada de lo que le pudiera decir la consolaría, y Ariel se marchó en silencio, porque necesitaba mucho de llorar a solas e insultarse por lo imbecil que fue al ilusionarse con algo que nunca pudo ser. ¿Es que acaso no había madurado?
Después de un buen baño, Alice regresó aparentemente animada, y se rio más que nadie en la cena. Iba citando los chistes que sabía de memoria, en un intento por aplacar su dolor, y Alexander se divertía, sin conocer lo que había causado al regresar, y abrazaba a su pareja sin prejuicios. No con la intención de herir, si no porque creía que Alice no sentía nada por él.
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Coleccionista de desastres [Completa]
RomanceLéon Boulogne es un joven que desciende de una familia noble y que se mantiene en la actualidad. Su familia goza de respeto y de riqueza, pero una noche se entera, de la peor manera, que lo han perdido todo, por lo que se ven obligados a abandonar l...