XXXIII • Objetivo

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Léon terminó de acomodarse en el interior de su saco. Desde que hubiera hablado con Melanie no había dejado de pensar en sí aquella falsa relación le podría acarrear algún futuro problema.  Teniendo en cuenta su historial desde que ingresara en aquella institución, daba por sentado que así acontencería.

Giró en el espacio apretado, sintiéndose sumamente incómodo, nada a gusto con el canto de los grillos que provenía de allí afuera, recordándole que se hallaba durmiendo fuera como un vagabundo.

-¿No puedes dormir? -Escuchó la voz de Matias a sus espaldas -¡Yo tampoco! -Exclamó antes de dadles tiempo a responder - Esto de dormir es un rollo. ¿Qué te parece si salimos a dar un paseo?

Léon suspiró. Imaginó que su amigo le propondría algo parecido. 

-Los profesores nos han ordenado permanecer en nuestras tiendas, además, está oscuro y...

-¿Estás cagado?

Léon se empujó de uno de sus codos y vio a su amigo por encima del hombro. Matías sonreía con burla.

Qué lenguaje tan soez, pensó aun incapaz de acostumbrarse.

-Te equivocas, apenas no quiero recibir una falta disciplinaria o peor, ser expulsado.

-Venga, tío, ¿acaso nunca has deseado rebelarte un poco? -Agitó las manos, incentivándole.

-No.

Cruda e instantánea fue su respuesta. Siquiera lo meditó. Léon era un tipo de put* madre, aunque aquel su carácter de señorito por veces podía ser irritante. Parecía un tipo sacado de la edad media.

Léon volvió a acomodarse, optando por dormirse antes de que Matías le saltara con otro disparate.

No tenía ninguna intención de seguir sus malas enseñanzas, y estaba dispuesto a inculcarle a él sus principios, su afán de obedecer, de ser un elemento perfecto en medio de aquel gentío. 

-Matías, detente... -Exigió, nada grato con el sentir de los dedos ajenos en su espalda, subiéndola como si de una araña se tratase.

El joven cedió a su pedido, otorgándole el instante de paz que tanto había deseado, pero de ese modo tratar de pegar el ojo, lo que supuso que sería imposible. ¿Cómo un humano era capaz de dormir en semejantes condiciones? No era capaz de comprender. 

-¡Suficiente! -Alzó la voz con vehemencia, cansado de aquel martirio que su amigo había decidido propagar por la piel de su espalda.

Se alzó con brusquedad, dispuesto a darle unas lecciones de moral a su amigo.

Fue entonces, que la presencia de un ronquido, provocó que Léon torciera el gesto, viendo a aquella tercera integrante de su tienda, allí, acostada sobre el suelo de plástico de la tienda, viéndole con una gran sonrisa plasmada en sus labios.

De todos los movimientos que había practicado hasta ahora, Léon no había tenido en cuenta que Ariel tuviera la genial idea de colarse en su tienda con la intención de acosarlo; un tema que ya creía haber zanjado tras haber sido directo la última vez.

-Ariel, ¿se puede...?

La cabeza de Léon rebotó ligeramente al ser empujado. Ariel mantenía una mano en su boca, impidiendo que pudiera hablar, y, se había puesto tácticamente sobre sus brazos y piernas, empleando quizás una técnica de retención, que lo mantuvo perfectamente inmovilizado.

-No querrás advertir a los profesores... Que, me pregunto si te creeran el cuento de que "Ariel se coló en mi tienda".

Léon clavó en aquella muchacha una mirada frívola, haciéndola estremecer, pero no de miedo, sino de emoción. 

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora