XXXII • Desastroso Léon

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Jamás pensó que llegaría el día en que evitaría al jugador que hasta ahora tanto había admirado...

En el recorrido con el profesor al mando fue capaz de sentir su constante mirada. Le agobiaba lo obsesivo que podía llegar a ser. Al menos lo veía de ese modo. Quizás por su nada interés romántico hacia él.  Qué cómodo resultaría ser un chico en situaciones como aquella...

-Melanie -Escuchó la voz de Sebastián en una especie de sincretismo, razón que le causara un estremecimiento -Escucha, quiero que me digas...

Melanie aceleró el paso, deseando huir de aquella situación. Si actuaba de un modo distante quizás él terminara rindiéndose sin necesidad de darle una patada en el trasero. No sabía cómo actuaría con él de ahora en adelante... Iba a ser de lo más incómodo seguir tratándole como el gran compañero y amigo. 

Melanie doblegó ligeramente la espalda para delante al sentir un sencillo roce en el centro de su columna.

-Oye, Melanie, ¿me estás ignorando?

Ella alzó su mirada por encima de su hombro, ofreciéndole puro hielo y de nuevo emprendió una correría, en el intento de alejarse de él. Sebastián podía ser todo el as del equipo, pero ella era más veloz.

¿Por qué su hermano no le había rechazado y ya?... Si hubiera sucedido algo parecido ella le habría quitado aquella carga de inmediato...

-Ese idiota -Murmuró para sí misma, apretando los puños.

-¿Perdón? -Sebastián allí estaba de nuevo, viéndola ahora con confusión en sus ojos.

Ella apretó los labios. No podía hablar ahora. No podía rechazar ahora a Sebastián, no cuando tenía la semifinal en la vuelta de la esquina. Quién sabe como podría jugar después...

-Ah... No, no hablaba de ti -Forzó una sonrisa, sin detener la correría -Hablaba de mi hermano...

-Ah, ya veo.

Melanie quiso asestarle un puñetazo certero en toda la cara en el momento que lo vio sonriendo aliviado. ¡No me gustas! Quiso gritarle, pero volvió a apretar los labios, conteniéndose.

-Melanie, sobre mi confesión...

Ella sintió un retortijón en su estómago al percibir el brillo de rojez en su rostro. No imaginó verlo alguna vez de algún modo... La verdad es que llegaron a hablar sobre el asunto hace un par de días, y recordaba lo tanto que le había animado a confesarse junto a los demás miembros del equipo... Hablaba de ella. ¡Qué desastre!

-Ah... Sobre eso -Se llevó dos dedos a la mejilla y se la rascó ligeramente -Pues... Es que no te conozco y...

-Lo sé -Habló él sonriente, nada triste por haber recibido un supuesto rechazo -Es por eso que quisiera comenzar a salir contigo, que me conocieras.

-¿Eh?

¡Qué alguien me ayude! Gimió en sus adentros. El asunto se le estaba escapando de las manos. Tenía que escaparse fuera como fuera. ¿Qué se hacía en aquellas situaciones?

-Ah, verás, es que yo...

No podía pensar. Nada de bueno se le ocurría.  No hallaba aquella tan favorable excusa. Ella no había nacido para aquello del romanticismo. Apenas le gustaba pasarse el día con un balón en mano.

-¡Es que yo ya tengo novio! -Soltó como la protagonista de toda una obra cliché.

-¿Qué?... -Sebastián tropezó con una pequeña piedrecita, casi haciendo que se cayera, pero mantuvo el equipo al tiempo que el ritmo -Pero si cuando te pregunté me dijiste que no tenías...

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora