XXIX • Soluciones y marrones

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Toda la buena vibra que gobernaba aquella mesa desapareció de inmediato con la llegada de un elemento, cuyos ojos verdes se posaban en Léon, mostrando abiertamente lo tanto que sentía por él.  Quizás amor, quizás obsesión, fuera cual fuera el sentimiento que en aquellos ojos residiera a Léon le era bien indiferente, porque si de algo estaba seguro es que nunca se interesaría por Ariel, ni mucho menos en el sentido romántico.  Su historia no iba a ser la típica cliché.

-Aborrecía su cabello de arcoíris - Se sinceró, apenas posando su mirada en ella por meros segundos, mostrando total indiferencia - Y ese vestuario es sin duda mucho más adecuado. 

-También me quité el pircing - Señaló tan sonriente como una niña deseosa de la atención de su primer amor - Además he suavizado mi maquillaje.  Todo lo hice por ti, Léon, porque quiero que me des una segunda oportunidad para acercarme a ti. Puedo demostrarte que yo puedo ser una mejor persona.

Cualquiera pensaría de aquel modo, la muchacha estaba siendo de lo masculino convincente, pero Léon seguía manteniendo la idea de que nadie cambia de la noche a la mañana.  En ella veía las oscuras intenciones de apoderarse de él, de su cuerpo y una vez lo hubiera hecho volvería a ser la Ariel de siempre. 

-Ariel, quisiera hablarle en privado - Comentó al tiempo que se alzaba.

La muchacha se mostró abiertamente emocionada y tras un par de asentimientos siguió al chico hasta un rincón menos visitado del local.

-Escuche, Ariel - Comenzó él, una vez se paró de espaldas contra una pared, luciendo más serio de lo habitual -Escuche, teniendo en cuenta que no ha entendido hasta ahora, que no tengo cualquier interés en usted, he decidido hablarle de un rasgo mío ciertamente privado.

-Léon, si tan sólo me dieras...

-Escuche - Le pidió - No diré esto con ánimos de ofender, pero sé que usted, apenas viéndola, que ha tenido varias experiencias con los hombres "y" - Enfatizó el y al ver que ella quería volver a interrumpirle - Le voy a avisar desde ya que, por mucho que llegara a gustarme una chica, nunca, absolutamente nunca dormiría con ellla antes de haber contraído matrimonio. 

-¿Eh?

La cara de Ariel fue un cuadro que seguramente Léon jamás iba a olvidar. Un ojo quedó más abierto que el otro, dada la loca noticia que había escuchado. Pestañeó incontables veces, quizás en el intento por despejarse, para procesar mejor dicha información, pero es que le parecía imposible, para ella, quien había conocido a muchos hombres con mismo pensar, se le hacía imposible creer que un hombre como Léon pudiera existir. ¿Iba a llegar casto y puro al matrimonio?

-Espera... ¿Me estás diciendo que eres virgen?

Ariel esperó que el joven revisara su alrededor en el instante que ella alzó la voz, pero no, en lo absoluto, no se mostró nada incómodo.  Cualquier lo estaría en su situación. Era un instante embarazoso para él, ¿no? Entonces... ¿Por qué se mantenía frente a ella tan indiferente como de costumbre?

-Creo haber hablado muy claro - Respondió - Eso era todo lo que tenía que decirle, espero que una buena vez haya comprendido.

Se retiró, dejando tras de sí a una chica que no podía decir ni media palabra. Sus ojos habían pasado a formar parte del espacio, en el que se perdió.

-Lamento la espera.

Todos se mantenían en silencio, cortos de palabras, extrañados por su reciente actitud, pero al mismo tiempo aliviados de que Ariel no hubiera regresado.

-¿Ha sucedido algo?

Ahora era otro el muchacho el que ocupaba el asiento que se había buscado Ariel. Alexandre había llegado hace unos dos minutos, y se sentía confuso por el silencio que su novia le pidió sólo porque les dio las buenas tardes a todos.  Después quiso preguntar, pero de nuevo fue silenciado por ella, así que tuvo que aguantarse sus ansias hasta que vio llegar a Léon y entonces sí se sintió muy curioso.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora