XXV • Desde un principio

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-¿Cómo?

Fue sin duda escandalosa noticia. Había necesidad de más detalles, pero Alice no parecía querer hurgar en el asunto. Su mirada dictaba la suma necesidad de huie de aquellos pensares. Era evidente que la espina de Alexander seguía muy clavada en su corazón.

-Apenas terminamos porque no estamos hechos el uno para el otro. Tenemos una visión muy distinta de la vida, eso es todo - Sacudió la mano, echando a un lado el tedioso asunto - Aunque no estamos aquí para hablar de mi ruptura. ¡Adrien, vamos a celebrar tu victoria!

-Vale - El deportista asintió, mostrando una sonrisa que a leguas se veía lo forzada que era.

Alice no paraba de elogiar la habilidad de su amiga, señalando las jugadas que le habían parecido más geniales, también comentó los nervios que sintió en todo momento, especialmente cuando el as del otro equipo se hacía con el balón. Apenas sí ellos podían hablar o responder. Alice se ocupó de todo el tema de plática, quizás en el intento por aludir la conversación que a su amigo le interesaba tanto.

Al final logró salirse con la suya y el nombre de su ex novio no hizo acto de presencia en la hora y media de celebración.

-Hasta mañana.

Alice taconeó hasta las escaleras del autobús, dispuesta a abandonarlo.

-Te acompaño.

Propuso Léon, el cual había tomado el mismo transporte.

-No, no es necesario - Negó la muchacha - Mi casa está muy cerca de aquí.

Pero Léon hizo caso nulo a su negación y abandonó primero el vehículo. Su caballerosidad era sin duda admirable.

-¿Señorita?

Alice pestañeó al escuchar la voz del conductor a sus espaldas. Por un instante se había quedado prendada de la figura que aguardaba por ella allí abajo.

-Ah, disculpe.

Salió del vehículo y se paró junto a su amigo.

-Cielos, Léon, estás jugando con mi corazón. A este paso vas a conseguir que me enamore de ti - Le pinchó el pecho con su índice. Sonreía coquetamente.

Léon no dijo nada, únicamente sonrió.

Fue un recorrido de siete minutos hasta que arribaron al lote de apartamentos donde la muchacha residía junto a su madre. Su padre lo veía una vez al mes desde que se divorciaron, de eso hacía seis años y once meses.

-Te invito a un café - Propusó la muchacha, tomando el índice de su amigo y tiró suavemente de él.

Bajo la aparición de la noche, con la casi nula presencia de los rayos rojizos del atardecer, los orbes esmeralda de Alice guardaban melancolía. Su sonrisa era un rasgo más de dolor, uno que le era imposible ocultar.

-No, gracias, me iré a casa.

-Mi café es de calidad, no te asustes - Dijo en tono burlón - Mi madre comparte ciertas similitudes contigo. Ella evita ingerir alimentos que no sean de calidad dignamente aceptable.

-Qué mujer más agradable. ¿Aceptarías ser mi hijastra?

Muda. Así se quedó Alice al recibir semejante respuesta. Jamás se esperó que Léon le respondiera con una broma.

Segundos más tardes, la muchacha explotó en una carcajada tan fuerte que tuvo que llevarse la mano al estómago.

-¡Será todo un placer! ¡Podré fardar de padrastro! - Dijo entre lágrimas y palabras ahogadas por la risa.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora