XLII • Reencuentro

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En el tiempo que llevaba de encierro, había podido ver cosas que nunca antes hubiera imaginado que existieran. La psicóloga, ahora su primera amiga, le iba mostrando imágenes en lo que ella había dicho ser un portátil. Aquel extraño artilugio era extraño, como sacado de otro mundo.

Exacto. Aquel era un nuevo mundo para él. Algo había más allá de aquellas paredes blancas que su padre le había comentado varias veces. Un techo azul que nunca podría tocar, los árboles...

-¿Lo habías visto antes?

Los ojos de Lukyan detonaron un brillo al avistar aquel manto azul en movimiento, iluminado por lo que conocía ahora como el Sol.

-No, ¿qué es? -Preguntó ansioso, sintiendo la tremenda necesidad de conocer más.

-Es el mar, una parte del océano -Explicó ella. Sonreía. Era agradable su compañía. Le agradaba.

Tenía que ir a su padre y decirle que se había equivocado. Quizás habían personas tan malas como las que él había descrito, pero Anatasia estaba exenta de esa lista, de eso estaba casi seguro.

-Y... ¿El mar se puede tocar? -Cuestionó, inclinándose, acercándose más al mar que se transmitía en video.

-Por supuesto. A mí me encanta el mar. Siempre que tengo oportunidad voy a dar un paseo por la playa. La playa es esto -Le mostró una imagen, ganándose un nuevo asombro por parte del chico, que ante sus ojos se veía como un chiquillo que recién estaba descubriendo el mundo, pero es que esa era realmente su realidad.

-El mar... ¿Por qué mi padre nunca me habló de esto?... -Murmuró para sí mismo.

Pronto sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Había sido en un descuido que mencionara a su progenitor, al que seguía insistiendo en proteger, incluso de Anastasia, la única que se había ganado algo de su confianza.

-¿Tu papá? ¿Vivías con él?

Pudo percibir tanto en su voz como en su mirada unas terribles ansias de saber.

Luckyan desvió la mirada, receloso, mordiéndose la lengua por el enojo que sentía hacia sí mismo.

Lo único que hizo fue encoger de hombros. Anastasia captó de inmediato el mensaje. Hablar sobre su padre no era una opción.

-¿Por qué no me hablas de él? -Insistió. Quizás estaba cometiendo el riesgo de perder su confianza, así como su amistad, pero estaba dispuesta a intentarlo.

-¿Por qué debería hablar de él? ¿Qué quieres de él? -Sus pupilas se convirtieron en dos agujas que atravesaban las ajenas. La desconfianza brotaba de sus ojos, así como el fuerte agarre que había impuesto sobre los antebrazos.

-Apenas quiera conocerle. Ser su amiga -Una franca sonrisa colgaba de sus labios.

Luckyan no supo qué decir, tampoco en qué pensar. No existía malicia en aquellos ojos castaños. Anastasia estaba siendo verdadera con él, quizás mucho más de lo que fuera su padre en toda su vida. ¿Por qué había omitido tantas cosas? ¿Por qué había disfrazado tanto la realidad?

-Quiero salir de aquí. Tengo que ver a mi padre -Estaba perdiendo la cordura. Se sentía enredado en miles de mentiras, manipulado por su padre. En él siempre halló paz, dulzura, el afecto que cualquiera pudiera desear, pero ahora, ante el descubrimiento de tanto había perdido de vista su imagen inicial.

-¿Para qué quieres verle? -Anastasia analizó con detenimiento al muchacho, el que movía la mirada de un lado a otro, en busca de una salida que no existía.

-Tengo que preguntarle porqué nunca me habló del mar, del cielo... ¿Por qué me dijo que todo eran pasillos y horribles personas? -Se llevó las manos a la cabeza. Presionó la yema de sus dedos, necesitado de alguna especie de sentir en su carne, aunque éste fuera el del dolor -¡¿Por qué tengo que llevar esta cosa?! -Agarró un pedazo del tejido de su camisa y tiró de ella.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora