-Buenos días.
Los alumnos guardaron silencio tras la voz autoritaria de su tutor, el que les veía con su típico aire amenazante.
Eran escasos los alumnos que mantenían en pie el silencio antes de que así el profesor se los pidiera, y uno de dichos alumnos era el correcto Léon, quien se mantenía un tanto atento a Matias, quien aquella mañana le había saludado con un desanimo impropio de él y había guardado silencio. Se distraía con garabatos sin sentido alguno, lanzando suspiros cada dos por tres, y Léon intuyó que aquella chica tenía todo que ver en su estado de ánimo.
Las clases transcurrieron con naturalidad, con los típicos regaños a los peores alumnos. Todo natural salvo que Matias no hubiera preguntado nada a su compañero y que siquiera se hubiera dignado a seguir las enseñanzas del profesor. No había tocado en ningún libro y el cuaderno le había servido para llenarlo de líneas y cruces, y aquellos personajes de palitos que trazaban las personas que ningún talento tenían para el dibujo.
-¿Sucede algo?
Matias detuvo el garabateo y dirigió una mirada sorprendida a su compañero, de quien no esperaba escuchar nada, teniendo en cuenta que nunca manifestaba palabra alguna si no era él quien iniciara una conversación.
-No, nada, gracias por preocuparte, Mishu - Cierto temblor asaltó entonces su cuerpo y sus labios se arrugaron, evidenciando lo que tanto se forzó en ocultar.
-Quisiera hablarte. Ven.
Léon no esperó respuesta alguna, sino que se levantó y aguardó por Matias junto a la puerta del salón. El joven quería negarse, pero no pudo sino dejarse llevar. Necesitaba de un hombro amigo, de alguien que le escuchara. De alguien que le salvara.
Ambos se buscaron un rincón nada visitado del patio y se sentaron en el segundo escalón de las escaleras de emergencia.
Allí afuera soplaba un viento tranquilo, apenas fuerte para arrastrar ligeras hojas del gran árbol que les hacía de sombra y protegía de la llegada del sol primaveral.
Matias, agarrado a su café con leche que había pedido en la máquina que estaba en la cafetería, mantenía la mirada en el suelo, al tiempo que se preparaba, quizás, para soltar todo aquel peso que tanto le atormentaba y el que ya no lograra tolerar.
-Lo sé. Sé que soy un idiota - Inició con dificultad, sintiendo como cada palabra raspaba su garganta - Sé que Ariel nunca se ha interesado por mí en lo más mínimo, siempre lo supe, pero... Estoy enamorado de ella hasta el hígadillo.
En un gesto de dolor se llevó la mano al pecho, donde allí residía una manzana que le producía un profundo dolor.
Léon permaneció en silencio, con la mirada puesta en el rostro en perfil de su compañero, esperando que sd desahogara tanto cuanto quisiera.
-Pude tolerar todo, que estuviera con otros de los nuestros, que me ninguneara a veces, pero... Ya no pude soportar que me dijera que... En fin... Sé que no soy un sujeto bonito, de hecho soy un asco, y ni limpio soy, pero...
Las lágrimas comenzaron a brotar de su rostro y el llanto atacó su voz. Bajó la cabeza, avergonzado por su estupida imagen, por ser un llorica que necesitaba ser reconfortado por otro. Según su ver, como hombre que era no debería llorar, pero cuando las lágrimas comenzaron a emerger fue incapaz de contenerse. Todo el dolor salió, a ojos de aquel chico que tenía que ver con él, que valía muchísimo más, con el que nunca se podría comparar. Era compresible que ella lo hubiera elegido a él.
-Matias, a mí me caes bien, a lo contrario que Ariel - Dijo Léon abiertamente, y tuvo el gesto atencioso de ponerle la mano en la espalda, por primera vez nada molesto de pensar en lo sucio que estaba y en lo cero pulcro que era - Y no creo que exista persona, que por muy buena que se crea, tenga derecho de dañar a otros y hacerles sentir miserables.
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Coleccionista de desastres [Completa]
RomanceLéon Boulogne es un joven que desciende de una familia noble y que se mantiene en la actualidad. Su familia goza de respeto y de riqueza, pero una noche se entera, de la peor manera, que lo han perdido todo, por lo que se ven obligados a abandonar l...