XXXIV • No tiene límites

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-¿A qué estás esperando?

Léon observaba el lugar con detenimiento, entre vapor, los estudiantes masculinos disfrutaban de la cálida agua de las termas, todos, excepto Léon, el que se mantenía fuera, todavía vestido, viendo con desaprobación aquel lugar. No es que no creyera que el ambiente era higienizado como debía ser, pero... El compartir el mismo agua con sus demás compañeros no le ilusionaba.

El balneario se hallaba en lo alto de las montañas, un bonito lugar que le había parecido una mejor opción que irse de acampada, pero teniendo en cuenta el salario mínimo, tenía claro que eso de hospedarse por dos noches no estaba al alcance de todos los padres.

-Opto por darme una ducha -Le informó a su compañero, girando sobre sus talones, dispuesto a irse.

-¡Espera!

Matías le agarró de las piernas, deteniéndolo.

-¡Ven, que el agua está genial!

-No, gracias. Mejor tomaré una ducha.

-¡No seas tan tiquismiquis! ¡Ven al agua!

Piercing lo arrastró con todas sus fuerzas, causando que el joven noble se resbalara y se zambullera de cabeza.

-¡Hostia put*! -Gritó alarmado, agarrando de inmediato a su compañero por el brazo.

La altura de las termas no estaba hecha para zambullirse, por lo que temió haber hecho que su amigo se hiciera daño.

Léon sacó la cabeza del agua, trayendo consigo una amargada expresión, además de unos ojos asesinos que se clavaron en el culpable.

-¡Lo siento! -Exclamó entre carcajadas ruidosas, apretando su mano contra su vientre.

Léon seguía en pie, viéndolo de aquel modo. Menos mal que había traído un chándal de tres al cuarto que Emma le hubiera dado para las clases de educación física. Si fuera una de sus camisas finas estaría más molesto.

-¡No te vayas!

Matías se aferró a la cintura de su amigo como si de ello dependiera su vida, impidiendo que se fuera.

-Matías, sueltáme.

Le estaba colmando la paciencia aquella situación, más porque era la razón de muchas miradas, y a decir verdad su posición no era de lo más agradable, él estaba empapado y Matías... Desnudo. Detestaba aquel contacto. Jamás se había plantado frente a otros estando desnudo. Otra importante razón por la que no hubiera querido entrar.

-¡Amigo, sé bueno con Matías! -Soltó él en tono troll, todavía firmemente aferrado a él -No me seas tímido, muestra tu pecho de macho alfa.

Léon se llevó la mano a la cara. Todavía no era capaz de lidiar con aquellas personas, eran demasiadas las situaciones que había vivido desde que ingresara en aquel instituto. A veces sentía que iba a enloquecer.

-¿Qué haces, Ariel?

Del otro lado del muro de madera, Ariel se hallaba muy entretenida buscando algún posible agujero en aquella pared.

-Siempre hay un agujero perdido que te permite espiar, al menos eso sucede en las animaciones.

Una larga y fina sonrisa traviesa colgaba de sus labios. Tomar un baño tranquilo no le llamaba la atención, antes estaba interesada en descubrir el pack de su amorcito.

Lo de cambiar podía esperar. Por aquella tarde se iba a permitir ser la Ariel pervertida que habitaba en su interior.

En una esquina, junto a su compañera de tienda, Melanie observaba a la rubia, sintiendo lástima por su pobre amigo. Menuda pesadilla se había aparecido en su vida, no quisiera para nada estar en su piel...

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora