II • La verdad

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Sin que le pidieran nada, una sirvienta le tendió una botellita de agua, la que Alice bebió de una sola vez.

—¿Qué te pasó? ¿Algún chico guapo te entretuvo? —Ariel la miró con picardía.

—Qué va —negó con la mano —Me entretuve por culpa de unos niños que se pelearon y luego sus madres armaron bronca, defendiendo cada una a su hijo.

Alice era profesora de primaria porque le fascinaba enseñar y también los niños, pero desde que los soportaba, le gustaban menos. Había veces en que había confesado que quizás se había equivocado de profesión.

—Esa información es sin duda un método anticonceptivo —soltó Ariel riéndose —Si es que los niños están sobrevalorados.

—Yo los sobrevaloré —admitió Alice sacudiendo la cabeza con exasperación.

—Quédate con el lado positivo. Ahora que sabes cómo son, te lo pensarás dos veces antes de parir uno —Ariel se estaba llenando de galletas sin ningún tipo de pudor, sin preocuparse por engordar, ya que por mucho que comiera no engordaba ni un kilo. Si acaso, la grasa iba a los pechos.

—No digas eso, Ariel. —León no estaba para nada de acuerdo —Los niños son maravillosos.

—León, tus hijos van a ser los únicos niños a los que querré y consentiré —confesó Ariel, balanceando la barbilla en la palma de la mano derecha —Ay, como deseo conocer a tu primer hijo. ¿Melanie todavía no se queda embarazada?

—No, pero no tenemos prisa alguna. Prefiero que disfrute del baloncesto.

—Ah... —Ariel no pudo evitar suspirar de amor. León era sin duda el único hombre que la hacía suspirar así, aunque Matías también era un amor y era potente en la cama. En ese aspecto la llenaba en su totalidad.

—Bueno, os dejo hablando de niños. Yo me voy a dar un chapuzón. Con tu permiso, León.

El noble asintió y Alice fue corriendo hacia la piscina exterior. Una hermosa construcción, rodeada de césped perfectamente cortado. Cada vez que venía, le pedía a León que le dejara bañarse, y después disfrutaba de un masaje en el jacuzzi.

—Yo también vine equipada —Ariel abrió la camisa, dejando que se le viera el sostén del bikini —León, ¿nos acompañas?

—Hola... —la voz tímida de Lukyan se asomó en la habitación. El joven observaba a los presentes escondido detrás de la puerta.

—¡Lukyan!

En cuanto vio a Ariel corriendo en su dirección, el joven cerró la puerta y la agarró, impidiendo que Ariel abriera. Nunca podría acostumbrarse a sus muestras de afecto tan intensas.

Estuvo un rato sujetando la puerta, pero le pareció raro que Ariel no hiciera fuerza.

—¡Lukyan! —el joven estremeció cuando de repente Ariel lo abrazó por la espalda y lo levantó un poco del suelo —¡Sorpresa!

—¡Baja, Ariel! ¡Baja! —pidió el joven hablando con dificultad en francés, ya que le costaba bastante aprender el idioma, como también le había costado mucho aprender a leer y a escribir en ruso (el idioma que le enseñó su falso padre).

—¡Qué tímido eres! —Ariel obedeció y Lukyan salió disparado, a esconderse detrás de León.

—Ariel, ya te dije que no molestes a Lukyan —León suspiró.

Lukyan no tenía relación con ningún miembro de su familia, pese a que su madre seguía intentando conseguir su cariño. Su hermana hace tiempo que ya se había dado por vencida y seguía con su vida. Y su padre biológico, el que conoció meses más tarde de vivir con su madre y hermana, también intentó construir una relación, pero resultó en vano. Él fue el primero en tirar la toalla.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora