XXIII • Primera vez

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Desde su primer beso, a cada paso que daba, Lukyan tenía la sensación de que flotaba, y las sonrisas eran más habituales en sus labios. Nada más despertarse, se sentía ansioso por ir a ver a Alice y besarla de nuevo. De hecho, siempre que no estaba con ella se sentía de esa manera. Por primera vez, creía que comprendía lo que era la felicidad, y también la dicha de que le tocara la persona que amaba. Era consciente de que si Alice tratara de tocarle directamente en la piel, no se sentiría tan satisfecho, pero de todos modos se sentía bien.

—¿No te gustaría ver el mar?

Al instante, la sonrisa se borró de los labios de Lukyan y dejó de mirar a Alice a los ojos. Se podía decir que se había acostumbrado a aquel trayecto en coche e incluso era capaz de mirar a través de las ventanas del vehículo de vez en cuando, pero el miedo seguía presente en todo el momento, solo que, la ansiedad por estar con Alice era más fuerte. Sin embargo, eso era muy distinto a ir a la playa, que quedaba en pleno exterior, donde obviamente habría personas, que si lo quisieran, podrían hacerle daño.

—Yo... —no quería romper la sonrisa de entusiasmo de Alice, pero tampoco podía simplemente asentir.

—Lukyan, en esta época del año no hay casi nadie. Además, yo estaría contigo en todo momento, y si quieres puedo pedirle a León que nos acompañe.

Alice no quería desistir a la primera. Por supuesto que también estaba feliz estando con Lukyan, pero no podía disfrutar del todo al pensar en la posibilidad de que se estancara en su recuperación. Y también pensaba en la posibilidad de que Lukyan nunca dejara que le tocara como una pareja común. No tenía prisa en ninguno de esos aspectos, pero esperaba ver cada vez más mejorías. Quería ver a Lukyan luchando para salir del caparazón en el que se había ocultado por años, porque si no... No podría aceptar quedarse a su lado.

Se quedó mirándolo con una sonrisa, esperando a que se lo pensara mejor. En cuanto lo vio dudando, le tomó las manos y le dio un beso en los labios que hizo que él abriera más los ojos y se ruborizara por lo repentino que había sido.

—Sé que te encanta mirar vídeos y fotografías del mar, pero créeme, no se compara a verlo en persona. Es sin duda lo mejor de la Tierra.

Avistó ilusión en los ojos de Lukyan. Era evidente que quería ir con todas sus ganas, pero el miedo le limitaba. Siempre lo hacía, pero por primera vez en toda su vida, se estaba planteando aceptar lo que para él significaba exponerse a ser dañado una vez más.

—Me hace mucha ilusión caminar contigo por la orilla tomados de la mano —volvió a darle otro beso y se lo quedó mirando muy de cerca, mientras le acariciaba el dorso de una mano.

Y por fin, Lukyan, casi sin darse cuenta asintió, aunque no tardó en arrepentirse, pero no lo dijo, porque antes de que lo hiciera, Alice le apretó en un abrazo y le dijo gracias varias veces, terminando en una risa de absoluta felicidad.

Cuando se separó, Lukyan le devolvió una sonrisa, pero en ella se percibía el temor ahora agudizado, y no pudo deshacerse de él en todo el día, por lo que por la noche se la pasó dando vueltas en la cama, y tardó por lo menos tres horas en quedarse dormido. Para cuando llegó la mañana, sentía que el rostro le pesaba. A decir verdad, todo el cuerpo le pesaba, pero no se resistió a levantarse cuando llegó Emma, la jefa de las sirvientas, a darle los buenos días.

Se fue directo a la ducha, teniendo presente la imperiosa necesidad de sentir el agua caliente sobre su cuerpo. Creyó que le ayudaría a combatir la ansiedad que le carcomía, pero no funcionó en lo absoluto. Su mente no paraba de presentarle a él en la playa como si de una visión de futuro se tratara, y en ella siempre le sucedía lo mismo. Su falso padre aparecía y lo encerraba de nuevo en aquel reducido espacio. Allí le obligaba a quitarse las fotos y le exigía que sonriera ante la cámara. Solo recordar todas aquellos instantes le removían el estómago y casi le hacían vomitar.

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora