VIII • Quizás, solo quizás

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-Gato, ¿qué te parece si hoy nos vamos de marcha?

Léon permaneció inexpresivo, con la mirada fija en Piercing.

-¿De marcha? - Finalmente se dignó a cuestionar.

Jamás le habían invitado anteriormente o al menos no usando dichas palabras. 

-¿Cómo? - Fue notorio el espanto que se plantó en su cara - Tío, ¿Pero qué clase de vida has tenido tú? No me digas que tienes unos padres sobreprotectores...

Léon no los definiría así.  Era verdad que siempre procuraron estar pendientes de él, pero nunca rozaron el extremo.

-No es así. ¿A qué se debe la cuestión?

Piercing se cubrió la cara con la mano y alargó un suspiro. A continuación carraspeó y volvió a dirigirse a su compañero.

-Ir de marcha significa: Salir a beber y a divertirse. ¡Fiesta!

Evidentemente sus "fiestas" tenían toda la pinta de diferir de las suyas. Las conocía. En un pasado había visto vídeos de dichas fiestas, y... Fue el rotundo el desagrado que sintió ante aquellas imágenes.  La gente se caía, mujeres de vestuario indecente se pegaban a desconocidos, los besaban y... Era predecible la continuación. 

-Me rehúso.

-¿Ah?

Todas las facciones de Piercing se arrugaron hasta parecer un anciano decrépito.  Una especie de nerviosismo le asaltó, así entendió al verle jugueteando con los dedos con el piercing que tenía en la nariz.

-Vamos, no seas aguafiestas. ¡Nos vamos a divertir! No me dirás que nunca has tomado una cerveza.

-Soy menor de edad, es lógica la respuesta. 

-¡¿Es en serio?! - Exclamó escandalizado.

-¡Silencio ahí al fondo! ¿Acaso no saben lo que significa hora de estudio? - Les regañó el profesor de química, un hombre cuyas dimensiones y rechoncha nariz eran de escándalo. 

-¡Es que esto no se entiende!

Piercing alzó el libro apenas sosteniéndolo por una fina y débil página, un libro cuyo deterioro era razón para que todo amante de los libros se pusiera a llorar. Si el libro estuviera en dignas condiciones Léon habría intervenido, pero aquel agrupamiento de papel todo arrugado y lleno de garabatos ya estaba sentenciado a muerte. No, él ya estaba muerto.

-Ven aquí y explícame lo que no entiendes.

-¿Ah? ¿Cree que me voy a pasar el resto del día estudiando? ¡No entiendo nada de esta porquería de libro!

La mueca que se formaba en su rostro y su modo de expresarse sonsacaron un júbilo de carcajadas a todo integrante de la clase, salvo a Léon, el que se llevó la mano a la cara, deseando en silencio que aquel sufrimiento terminara. 

Bueno, no todo era malo, ahora que estaba entretenido con el profesor, él finalmente podría centrarse en sus estudios.

-Oye, Gato, ¿Tú entiendes de esta mierda?

Casi se cae de la silla al toparse con su libro todo destrozado sobre la mesa. ¿Cómo había podido deterioarlo en tan poco tiempo? Entonces, se percató de que no era su libro, sino el de Piercing, el suyo estaba bajo el suyo.

Sustos que dan gusto.

-Es sencillo.

-¿Sencillo, eh?

Error. Error. Así detectó al verlo agarrando la silla y sentándose a su lado. ¡Cerca! ¡El individuo estaba demasiado cerca!

-Estoy en tus manos, compañero. 

Coleccionista de desastres [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora