Capítulo 58: Mini mono.

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Tras volver de Jerez no sé nada de Marc en mucho tiempo. Y sinceramente me importa un pepino lo que haga. Estoy cansada de sus ataques de celos. No soy nada para él. Solo es el padre del bebé. Si me da la gana de liarme con otro piloto es cosa mía. Aunque no haya hecho nada parecido. Solo he ido a felicitar a Quartararo al parque cerrado. ¿No puedo alegrarme de la victoria de otro piloto? Que le den a Marc. Bastantes cosas le aguanté mientras estábamos juntos. Ahora que se preocupe por el niño y a mí que deje en paz. Como si me quiero follar a Quartararo y al resto de la parrilla uno detrás de otro.

Marc me tiene loca. Cuando le dan los ataques de celos sin remedio no puedo más que odiarlo, pero luego está el Marc que se preocupa por mí y por el bebé y no me puedo resistir a él. Y debo hacerlo. Ya no puedo confiar en él. No solo por ser el padre de nuestro hijo. Será el padre del bebé, pero no vamos a volver a ser pareja. No más. Ya le conozco muy bien para volver a caer en lo mismo de nuevo. Si supiera que no volvería a pasarnos nada. Pero no. Estoy segura de que cualquier cosa podría mandarlo todo por tierra y peor que en veces anteriores. Cualquier decisión sobre el niño, mismamente. Con que yo quiera una cosa y él otra ya se armaría la Tercera Guerra Mundial. Sin necesidad de más. Cualquier tema. Más o menos importante. Con Marc hasta la decisión más tonta es posible tema de pelea. Cualquiera. Siempre y cuando la pelea sea conmigo. Soy la única persona que despierta su lado gilipollas, por lo que he visto.

Y hablando del Rey de Alemania y Austin, en Roma no pinta nada Marc, parece que es como bitelchus. Pero es que no hace falta ni nombrarlo. Solo pensar en él hace que se aparezca.

Estaba intentando calmarme y dejar de pensar en la actitud infantil de Marc, mientras acariciaba mi ya prominente vientre, cuando este mismo ha llamado al timbre. He dudado y finalmente me ha costado mucho no decantarme por gritarle que se diera media vuelta hacia Cervera. Pero ya que ha hecho el viajecito y se ha dignado a aparecer sin que lo llame, pues vamos a dejar que hable.

Le espero con la puerta medio abierta. Sigo sin fiarme de que los periodistas no tengan un cacharro para imitar la voz de Àlex y Marc. Pero sí que es Marc. Le dejo entrar y después cierro.

Y si pensaba estar calmada, no va poder ser. Porque nada más entrar me echa una mirada de "siéntate ya que os va a pasar algo a los dos". No soy invalida. Estoy embarazada de unos seis meses, todavía puedo estar de pie unos minutos.

-Siéntate, Marc.

No responde y hace caso. Pero se queda esperando que yo haga lo mismo. No quiero imaginar los 3 meses que me esperan todavía. Me va a volver loca.

-¿Ya se te ha pasado la perreta?
-No tenía ninguna perreta.
-Ya.
-Lo digo en serio.
-Qué sí, Marc.
-¿No me crees?
-Disculpa que discrepe de tu sinceridad. Creía reconocer una perreta en alguien, aunque ese alguien sea una persona de 30 años y que también es el padre biológico de mi hijo neonato.
-¡No tenía una perreta!
-¿Y cómo llamas tú a lo que hiciste hace semanas?
-¡Fuiste tú la que fue al podio para verte con otro piloto!
-¿Acaso insinúas que me estoy tirando a Quartararo?
-No. Pero...
-¡Pero nada! Lo haga o no de verdad no es cosa tuya. Solo eres el padre de mi hijo. ¡Nada más! Así que no seas infantil y la próxima vez que vaya a felicitar a un amigo por su victoria no hagas como que soy invisible hasta separarnos de nuevo en Catalunya.
-Yo...

Estoy a punto de perder la paciencia. De mandarle a la mierda. Y fuera de mi casa, claro. Pero cojo aire profundamente, cosa que nota Marc malinterpretándola, y ya no puedo odiarle cuando corre a mi lado a ver si me duele algo.

Aunque Marc es odioso el 70% de las veces, cuando se pone en modo protector y preocupado caigo siempre a sus pies. Como una real estúpida.

-Estoy bien. No me pasa nada. Marc, mírame.- digo por último porque no me escucha. Y sigo cuando por fin tengo su atención.- Estamos bien. Estoy bien. No me duele nada.

Solo asiente y vuelve a su sitio. Y hasta que le veo sentarse de nuevo no caigo en que tenía una bolsa a su lado.

-¿Qué es eso?
-¿Esto?- señala la bolsa, asiento y responde.- Es para el bebé. Toma.

Me pasa la bolsa y cuando miro dentro no sé si morir de risa, de amor o de cabreo. Sí, soy así de bipolar. Dentro hay dos bodys de bebé. Pero son dos de su colección. Y se parecen a un mono de competición. Uno en modo body, sin piernas, y el otro en modo pelele, con piernas.

 Uno en modo body, sin piernas, y el otro en modo pelele, con piernas

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-Marc

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-Marc...
-Ya me dijo Àlex que no te iban a hacer gracia. Da igual. Ya me los vuelvo a llevar.
-No.
-¿Qué?
-No te los lleves. Se los pondré.
-¿Enserio?
-No siempre. Pero sí. Algún día de carrera para que apoye a su padre.

Parece que he dicho algo que no esperaba porque se queda plantado y boca abierto. Luego no tarda mucho en irse. Imagino que ya ha tenido suficiente por hoy. Si quiere irse no voy a impedírselo. No tiene obligación de venir ni de quedarse.

Me quedo sola mirando los mini monos que ha traído Marc. No sé cuánto tiempo estoy mirándolos a conciencia e imaginándome a mi pequeño metido dentro de ellos. Pero sí sé que me gusta más la idea de lo que debería. No quería un pequeño Marc. Y ahora voy a tenerlo vestido incluso igual que su padre cuando compite. Xenia, abre los ojos. Ordena esas hormonas y aleja a Marc antes de que seas la idiota que le deje volver una vez más.

Márquez² (TM 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora