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Cuando Steve volvió a ver a su pequeño Tony, jamás se espero verlo solo, abandonado y con un cachorro acompañándolo.

—Hola, Steve. —El joven le sonrió sin ese brillo que lo llegó a caracterizar—. Saluda, Peter.

El pequeño se asomo entre las piernas de su mamá Omega. Escaneo al Alpha en la puerta de su casa, vio a Tony una vez más, y con cierto recelo, se puso delante de él para hacerle frente al rubio.

—Buenas noches, señor. —El niño de no más de 4 años se regresó a las piernas de su mamá y lo abrazo con fuerza.

Tony no era capaz de conectar su mirada con la del soldado. Steve no era capaz de apartar su mirada del joven.

En la cabeza de Steve se comenzaban a formar una y mil teorías de lo que había pasado en todo ese tiempo que estuvo ausente en la vida del castaño.

A sus recuerdos llegó un niño curioso, risueño e inquieto. Ahora, ante sus ojos, estaba un Omega miedoso, inseguro y triste.

El corazón se le partió en trozos pequeños y dolorosos.

—Tony... —El rubio alzó su gran palma para tocar el rostro del joven. Con algo de resistencia, logró que Anthony conectará sus ojos con los suyos—, ¿qué sucedio?

El Omega se encogió de hombros.

El niño detrás de Tony frunció el entrecejo curioso; fue una imagen desgarradora para el soldado. El pequeño Peter era la copia exacta del Stark.

—Es algo muy largo de explicar. —Contestó sencillamente el joven.

—... Tengo toda la noche. —Steve tomó la mano de Tony y la apresó tratando de calmar su creciente ira.

Anthony escondio receloso la marca en su cuello.

Alpha y Omega. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora