Capítulo 38

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Por mucho que Luca protestara y protestara, no le permitieron formar parte del comité de ataque, así que tu que renegarse a volver en el avión rumbo al refugio. No le gustó nada que lo humillaran delante de sus hombres y mucho menos que lo apartaran de la misión, nadie estaba más interesado que él en entrar en esa base. Se sentó en la bodega del avión, junto a Kaya. Esta le pasó un brazo por la espalda y lo apretó contra ella. 

- Van a sacarla de allí, Luca -. Le susurró tranquilizadoramente, pero el joven no la escuchaba.Sólo podía pensar en el regreso, en lo que le esperaría en la base. Había perdido todo el respeto que su nombre significaba, ahora no era más que un mestizo más. No tenía nada que hacer. ¿Cómo lo recibirian en el refugio? Luca cerró los ojos con la imagen de Seth, su viejo mentor, grabada a fuego en sus retinas.

Kira se abrazó a Kyle como si no fuera a soltarlo nunca. Kyle le devolvió el abrazo y le acarició la espalda. Kira se había roto la pierna derecha y la tenía inmovilizada frente a ella. Aparte de eso y algunos cortes y magulladuras, la chica se encontraba en perfecto estado. Kyle podía decir lo mismo de él. Dejando la sordera a parte, había conseguido salir del fatídico encuentro con las manos al rojo vivo por los cortes provocados por la ruda corteza de los árboles que había escalado y algunos cortes provocados por el accidente aéreo. Nada de lo que preocuparse realmente. En la bodega pudo ver los rostros abatidos de sus compañeros. Paul y Axel, al encontrarse en las mejores condiciones, habían partido en el otro avión, rumbo a la base palea, en la misión de rescate de Lara. La Junta, pensó Kyle, se estaba tomando demasiadas molestias para garantizar el regreso de la muchacha. Esa chica sólo interesaba de verdad a su hermano y este, había perdido toda su voz dentro de la Cúpula. Había algo más que el simple amor entre hermanos en los motivos por los que rescatarla, pero aún poseía demasiada poca información para sacar conclusiones en claro. El regreso le resultó incluso plácido, en comparación a la odisea vivida anteriormente. Kyle pudo disfrutar de dos horas y media de tranquilidad absoluta, así que, apoyado contra el estómago de la aeronave, se sumió en un profundo sueño, que le permitió alejarse de la realidad durante un corto periodo. Kira lo despertó con cuidado, sin embargo, eso no pudo evitar que el chico se alterara dado que al fallarle uno de los cinco sentidos, se sentía desorientado y tardó un tiempo en situarse. El avión había aterrizado en el corazón de la sede rebelde y en el hangar desfilaban un sinfín de soldados ajetreados con sus tareas, las órdenes resonaban aquí y allá, varios vehículos de arrastre portaban a los caídos, envueltos en una lona de plástico negro y amontonados uno encima de otro. Como que no había donde enterrarlos, los cuerpos se quemarían y se esparcirían las cenizas sobre el bosque que protegía el refugio. 

Kira acompañó a Kyle hacia la enfermería y se despidió con una tímida sonrisa y un golpe en el hombro.Con varias salas de operaciones, laboratorios y más de dos centenares de pequeñas celdas en las que se atendía a los enfermos, la enfermería estaba situada bajo tierra, a dos kilómetros y medio bajo tierra. Varios túneles comunicaban con ella desde distintos puntos de la edificación. Estaba todo pensado para que en caso de ataque aèreo, los heridos pudieran ser atendidos con la mayor seguridad posible y, en caso de acivarse el protocolo por gas tóxico en la superfície, pudiera albergar a toda la población que se encontrara en ese momento en el refugio. En aquellos instantes, la enfermería estaba a rebosar de soldados que necesitaban las atenciones del personal médico y el joven pensó que no necesitaba estar allí. Él no se debatía entre la vida y la muerte, simplemente, estaba sordo. Empezaba a asumirlo, hasta tal punto que llegó a imaginar su futuro de una manera distinta a la que había imaginado hasta ahora. Es muy curioso cómo el destino jugaba con el azar, en un baile eterno en el que nunca se sabía cuál de los dos mandaba sobre el otro. El destino era calculador y frío, mientras que el azar, caprichoso y alocado. Una pareja curiosa, pensó Kyle, pero sobre todo, peligrosa. El chico nunca supo cuál de los dos llevaba ahora el timón de la trayectoria de su vida, ni si el hecho de que estuviera sordo, había sido por obra del destino o del azar. Empezaba a acostumbrarse a la soledad, pero seguía teniendo miedo. Sobre todo temía quedarse dormido y no saber despertar. Empezaba a entender que no podría recuperar nunca la escucha, y empezaba a interiorizar el preguntar y no ser respondido. Sin embargo, cuando peor lo pasaba era cuando quedaba aturdido en ese estado de letargo en el que vagaba sin rumbo entre el mundo de los sueños y el mundo real. Aunque a lo que más miedo le tenía Kyle, no era otra cosa que olvidar la voz de aquellas personas que tanto lo alegraban con sus palabras. Ni siquiera recordaba ya como sonaba su voz, ¿cómo podía conseguir aferrarse al recuerdo de la voz de Kira, de la de Paul? Kyle se apartó para dejar paso a unas enfermeras que corrían hacia una de las pequeñas celdas que habían sido excavadas a ambos lados del largo túnel que se extendía a lo largo de varios kilómetros en el que estaba situado la enfermería. Poco después, apareció una médico que las siguió sin reparar en él. Una mano se cernió sobre su hombro y Kyle se giró, sorprendido, hacia su propietario y se sorprendió al encontrarse cara a cara con el profesor Dert, el hombre de estatura pequeña, ojos azules y pelo cobrizo que estaba a cargo del departamento de logística. A Kyle no le gustaba ese hombre, sobre todo porque su corazón era frío como sus ojos. El profesor tenía el gen palea como gen dominante, como Liam, y aún así, había conseguido ocupar un cargo de suma importancia, dado a la confianza que le profesaban los miembros de la Junta. Pero él jamás confiaría en un palea ni trataría de ser gentil con él. Ni siquiera tenía la intención de estar en la misma con uno de esos seres repugnantes. Su madre había muerto por culpa de los de su raza, y no descansaría hasta ver como cada individuo de ese pueblo pagaba por ello. El profesor Dert lo condujo a lo largo del kilométrico pasillo hasta una de sus celdas.El contacto de su mano fría y dura le quemaba en su hombro, sin embargo, el hombre no lo soltaba. La estancia consistía de una mesa metálica, anclada por varios tornillos al suelo. Junto a ella, había cuatro sillas, del mismo color metalizado e igual de sujetas al suelo. Dert lo obligó a sentarse en una de ellas. Entonces, Kyle reparó en un bloc de dibujo que había traído consigo. Se sentó frente el muchacho y abrió el bloc. Bajo la atenta mirada de Kyle, que no entendía qué quería ese hombre de él, el profesor rebuscó en su americana negra una pluma. - ¿Qué hacemos aquí? -. Se atrevió a preguntar al fin. Bajo la mesa, su pierna no podía parar de moverse inquieta.Para su sorpresa, Dert empezó a garabatear en una de las blanquecinas páginas. Kyle estiró el cuello para poder ver. "Kyle, me temo que no tenemos noticias muy favorecedoras para tu estado. Tu sordez no tiene cura".El mundo de Kyle se paró de golpe. Era como si todos los relojes del mundo hubieran decidido parar el tiempo, dejar el mundo en un suspense constante. El aire había abandonado sus pulmones, privandolo del oxígeno tan preciado. Pensó que se ahogaba. Siempre había albergado la esperanza de que en algún momento, pudiera recuperar la escucha. Sabía que estaba sordo, pero jamás hubiera querido que se lo corroboraran. Que Dert lo hubiera traído a este lugar y se hubiera tomado la molestia de idear una forma para poder comunicarse con él lo hacía formal. Oficialmente, sería Kyle el sordo.

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