Capítulo 20

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El gran edificio de hormigón se alzaba imponente sobre ellos. Poly llevaba un buen rato llorando y Jake la llevaba en brazos, se había torcido un tobillo antes, incluso, de que la pareja los encontrara. Lara, no, no era ella, no eran sus ojos los que observaban la escena. Se sentía como una intrusa en un cuerpo ajeno. Su cerebro enviaba múltiples órdenes a sus miembros, pero estos, rebeldes, no las acataban. Era una intrusa que tan sólo podía hacer de observadora de una situación que no entendía del todo

- Aria, ¿estás segura de que es aquí?

- ¡Te he dicho mil veces que no uses tu nombre verdadero! -. Contestó Lara en una voz que no era la suya. - Y sí, tiene que ser este. El profesor mismo nos dió la dirección, Jake. No parece peligroso.

- Por eso mismo es peligroso, Juno -. Jake arrastró cada sílaba con enorme sarcasmo.

- Por amor a los dioses, Poly, cállate ya. Como alguien nos escuche no pienso salvaros otra vez el culo.

- Vamos, Ari… Juno, no seas tan dura con la niña, ¡ha perdido a sus padres y sólo tiene ocho años! -. Le replicó Jake.

- ¡Todos hemos perdido a nuestros padres! ¡Sólo se ha caído! Haz que se calle y entremos en el maldito edificio antes de que los malditos aliens nos coman los sesos.

 El sueño rápidamente cambió de escenario y una extraña sensación de familiaridad le invadió cada poro de su piel, aunque no sabía por qué.

- Mamá, ¡te vas a caer! -. Dijo Lara con una voz que no era suya entre carcajadas.

- Tu aguantame la escalera para evitar que me caiga.

Era una fría noche de invierno, y un gran abeto se alzaba imponente en una esquina del gran salón. Lara se vió reflejada en la gran bola roja que tenía en la mano, pero no se reconoció. La silueta que se reflejaba era desconocida para sus oscuros ojos, entre filtros rojos, una chica de pelo oscuro y liso sonreía curiosa. Se la veía feliz. Sin poder evitarlo, sus brazos, de los que ya no era dueña, devolvieron la brillante bola a su sitio, posándola en una delgada rama. Entonces tres firmes golpes sonaron en la tosca madera de la puerta principal, alguien quería entrar.

- Aria, ¿quieres ayudar a tu padre con la cena? Creo que puedo con las luces sola -. Murmuró la mujer mientras bajaba, algo más pálida.

- ¿Mamá?

- Aria, vete con tu padre.

Algo tiró de la mano de Aria, de Lara, y el miedo invadió todo su ser. Dos grandes brazos se cernieron sobre ella en un fuerte abrazo y la protegieron de cualquier amenaza que hubiera en la casa. Por alguna razón, sus miembros se relajaron al escuchar las dulces palabras del hombre, pero la mente de Lara guerreaba por ser escuchada e intentaba obligar a sus músculos a responder.

- Ya está Aria… Todo va a ir bien… Papá está contigo… Silencio… Mamá está bien, tenía visita, pero todo está bien, tranquila….

 

Y entonces, los gritos de Kyle la despertaron.

- Mierda Lara, ¡levántate de una puñetera vez! ¡Vamos! -. Kyle la agarró por el brazo y tiró de ella hacia arriba, claramente alterado.

Lara, que se encontraba aún en un estado de letargo, luchó por conseguir ponerse en pie y entonces puso total interés en las fuertes explosiones que estallaban alrededor de ellos.

- ¡Están intentando hundir el túnel! ¡Corre joder! -. Bramó Kyle mientras le entregaba su mochila.

Lara se la puso rápidamente. Su mente era un caos; por una parte, estaba demasiado aturdida por el sueño, aquél misterioso sueño, tan real que el mero hecho de pensar que era producto de su imaginación, la alarmaba. Por otra parte, la situación en la que se encontraba, la mantenía aún más desconcertada. Estaba a oscuras, apenas sabía dónde estaba Kyle y las explosiones amortiguaban cualquier otro sonido que su oído pudiera captar. Su cerebro daba mil vueltas, exigía a sus músculos que obedecieran sus órdenes, escapando de el humo, del polvo, del ruido, sin embargo, no obedecían. La impotencia era tal que ni siquiera el sentido común consiguió moverla. Kyle le chillaba cosas, pero Lara no llegaba a escucharlas. Sólo era consciente de las colosales explosiones. Constantes. Devastadoras. Ensordecedoras. Como el sonido de un grifo mal cerrado.

Kyle, agotado de intentar hacer que la chica reaccionara, cernió su mano sobre su pálido brazo y tiró de ella en dirección contraria a las explosiones. Ni siquiera se dió cuenta de que túnel había salido. Simplemente iba hacia adelante. Le gustaba tener las cosas controladas, y ese día, morir, no estaba en su plan.

Mientras corrían, las explosiones no cesaban. Los muros temblaban y amenazaban con derrumbarse. De hecho, Lara ya había oído varias veces el estruendo causado por la caída de los tramos que hacía apenas dos minutos, habían atravesado. El miedo invadió cada célula de su cuerpo. Se sentía como un torpe animal escapando de la amenaza de muerte provocada por un factor ajeno. La adrenalina le llenó la sangre y su corazón iba a mil, enviando cargamentos de oxígeno por sus venas. Funcionaba por sentido común. Escapaba. Tropezaba, Kyle se paraba y la levantaba. Corría. Gritaba cuando notaba que las explosiones estaban muy cerca, demasiado cerca. Ya ni siquiera se paraban a pensar que callejón elegir antes de virar, simplemente elegían uno al azar y seguían adelante. Las explosiones parecían venir de todas partes. Viraron por un estrecho callejón y justo en ese momento, la calle anterior voló por los aires. Lara tosió por el polvo. Le picaban los ojos y se los frotaba constantemente, para alejar cualquier mota de polvo. Al rato empezaron a llorarle. Eso solo la ponía más nerviosa. El pánico se apoderó de ella y siguió corriendo, sin importar el dolor cosntante en sus músculos, la sensación de asfixia que oprimía su pecho. Sólo quería sobrevivir un segundo más, un minuto más, lo justo para poder volver a reír como antes.

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