Capítulo 11

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- ¿Luca? -. El chico sonrió al ver la cara de desconcierto de su hermana.

- El mismo -. Dijo mientras se levantaba de su cómoda silla y se acercaba a ella, apoyándose en el filo de la mesa metàlica, justo delante de Lara. - ¿Cómo estás? Recibiste un buen golpe.

- Yo… Tú… tú estabas allí, en mi ceremonia… T-te apunté con mi revólver… -. Las lágrimas de Lara amenazaban con saltarle. Luca se acercó a ella y la abrazó. No era un abrazo cálido, quizá sea porque se sentía como un extraño en la vida de la chica. No la veía desde que esta tenía cinco años y unos rizos rubios le tapaban las orejas, hasta la mandíbula. Ahora, esos rizos habían crecido hasta la altura de su pecho. Estaba cambiada, estaba muy guapa. Un sentimiento de culpabilidad le sacudió todo el cuerpo. Se había perdido doce años de su vida y ahora, era un completo desconocido para ella. Lara, en cambio, agradecía ese abrazo. Desde pequeña que había estado muy unida a sus hermanos. Pensaba que ella era la culpable de que su hermano estuviera muerto, pensaba que había manchado sus manos de sangre, que era una asesina, pero ella apretó el gatillo ¿no? O quizá sólo fueran imaginaciones suyas porque en ese caso, no tendría ningún sentido que pudiera oír el corazón de este palpitar. El chico se separó y la observó detenidamente.

- Mirate, Lara. ¡Estás estupenda! -Lara notó como sus mejillas enrojecían. - Aunque sigues siendo una mocosa estupida -. Luca le removió el pelo, tremendo error, Lara odiaba que le tocasen el pelo así que le propinó un puñetazo al estómago de Luca.

- Y tú sigues siendo el mismo niño pijo prepotente eh.

- Ya bueno, las cosas no cambian. Anda siéntate, tengo un montón de cosas que explicarte. Empezando por el hecho de que estés aquí -. Explicó Luca mientras se sentaba en su silla detrás del escritorio.

Lara obedeció y se sentó en un de las negras butacas que había frente el escritorio de Luca. Eran tan cómodas que Lara temió dormirse en ellas.

- Bien -. Continuó su hermano. - En primer lugar debes saber que estás frente al ex-jefe del Departamento de Asuntos Bélicos de La Marca -. Luca sonrió orgulloso.

Al oír eso, un escalofrío le recorrió el cuerpo de Lara. La Marca. Odiaba a La Marca, eran todos unos terroristas. Te obligaban a matar, alegando que la ley te amparaba. Te obligaban a obedecer, aunque tú no sabías que lo hacías. Habían retirado los libros del mercado, se consideraban irrelevantes para la seguridad personal, a fin de cuentas, ¿quién iba a matar a nadie con una enciclopedia sobre los osos? Pero Lara intuía que eso iba más allá, los libros eran conocimiento, los libros eran la puerta para salir de la ignorancia y ¿a qué gobierno le interesa una población capaz de pensar por si sola? Razonar es peligroso, la curiosidad mató al gato. Pensar es una manera de decirle a la gente que no puedes ser controlado, que a ti nadie te dice que está bien y qué está mal, sino que eso lo decides tú. La Marca, además, había suprimido los viajes entre condados, cuanta menos gente conocieras, mejor, más controlado. Ellos, sin embargo, aludían la causa a que las leyes eran distintas en cada civilización y que por lo tanto, era peligroso. Si salías era porque después de tu Ceremonia, habían considerado que por tu trabajo, eras más interesante en otro condado. Ella vivía en una especie de tiranía disfrazada. Control de masas, eso era lo que significaba para ella La Marca.

- Al cumplir los diecisiete, hice la Ceremonia de Marcación, como tú, como Liam, como cualquier otro chico de esa edad. -Prosiguió Luca -. Y me destinaron a ayudante de oficial en rango, trabajaba para el ejército, como Liam. Mamá estaba muy orgullosa. Todo iba bien, me encantaba mi trabajo, era feliz, aprendía de mis superiores y poco a poco fui escalando puestos y ganándome la confianza de los altos cargos. Llegué a ser consejero de guerra, mi opinión tenía peso en la Asamblea y me enteré de… cosas.

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