Lara volvió a la habitación pensando en lo que le había dicho Toni. Pensó en lo fuerte que era Lucy, en lo valiente que era al ver desde esa perspectiva su enfermedad. Lara siempre se había considerado una persona débil. Pero el peso de la muerte de su hermano le cargaba la moral. Ese segundo marcó su vida y rompió todos sus esquemas. Un simple segundo lo cambia todo. Un simple segundo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Un simple segundo puede ser un punto y aparte o un punto final. Algo había cambiado en ella, para bien o para mal. Las circunstancias vividas en los últimos días la habían hecho madurar. Ya no pensaba como una niña. Si nadie iba a decirle que estaba pasando, lo descubriría por sus propios medios. Cruzó el pasillo hasta llegar a la habitación 323, la suya. Unas voces la alertaron de que tenía visita. Abrió un poco la puerta y se paró a escuchar.
- ¿Pero qué quieres que haga? No sabe nada, no puedes obligarla -. La voz de Liam sonaba desesperada.
- Si que lo sabe, lo sabe desde hace mucho. El problema está en que elegimos nuestra propia verdad, la que queremos creer.
- ¿Qué quieres decir?
- Ella ha elegido conformarse, no querrá aceptar el cambio. Debemos hacerla entrar en razón, Si no lo hace, no nos queda más remedio que obligarla.
- ¡Por el amor de Dios, Dert! ¡Es solo una cría! no puedes pretender que haga eso… No puedes obligarla.
- ¿Obligar a quién a hacer qué? -. Lara entraba por la puerta. ¿De qué estaban hablando? ¿De ella? Observó a sus visitantes. Liam se pasaba las manos por el pelo, frustrado. El otro hombre, Dert, estaba apoyado en los pies de la blanca cama. Por un momento, sus miradas se cruzaron. Tenía unos fríos ojos azules (no era una anomalía como la de ella o la de Kyle) y el pelo cobrizo. A pesar de su pequeña estatura, a Lara se le puso la piel de gallina. Dert apartó la mirada y se fijó en Liam.
- Quizá sea hora de que la niña conozca su verdadera identidad, ¿no crees? -. Comentó divertido.
- Liam, ¿qué ocurre?
- Lara, siéntate, por favor -. La chica arrastró sus pies hasta la cama, se sentó justo en el borde, preparada para salir corriendo si la situación lo precisaba, o simplemente, a modo de defensa, para estar más segura. - Verás, este hombre, es el Profesor Lluc Dert, del departamento de logística. Se encarga de todo lo relacionado con la invasión.
- ¿Qué invasión? ¿Qué identidad? ¿Qué pinto yo aquí? -. Lara hubiese seguido con sus preguntas si no fuera porque su hermano la calló con una mirada fulminante.
- Lara -. Prosiguió Liam, cansado. Largas sombras negras hacían resaltar el azul de sus ojos. Ha estado estos últimos días pensando en ella, yendo y viniendo de los dominios de Morfeo, que no había reparado en su hermano. ¿Cuántos días hacía que no dormía? Ella recordaba el muchacho alegre que le despeinaba los largos rizos, sacándole la lengua divertido. Recordaba las noches en el jardín, escuchando las historias de miedo que le contaba su hermano, con la cabeza metida entre las rodillas y ahogando gritos de terror. ¿Dónde estaba aquel chico? Liam miró fugazmente al Profesor Dert. - ¿Puedo llevarme a Lara un momento? Creo que tengo algo que le ayudará a entenderlo todo.
- Que sea rápido -. Contestó el profesor con un movimiento de mano cansino.
- Vamos Lara, tengo algo que te pertenece -. Le tendió la mano y Lara se acercó a él -. ¿Confias en mi?
- Depende -. Lara se abrazó a él y así salieron de la blanca habitación.
Caminaron en silencio durante unos cinco minutos, hasta que Liam se paró delante de una pesada puerta blanca y tecleó un código. El sonido de los engranajes girando y un ligero "clic" le confirmó que lo había introducido bien.
- Bienvenida a objetos perdidos -. Dijo sonriendo.
La habitación no seria mucho mas grande que su pequeño dormitorio, pero lo que no tenía de ancho, lo tenia de alto. O al menos eso parecida. Largas estanterías se elevaban hasta el blanco techo, plagadas de cajas marrones con garabatos en negro y etiquetas de colores. En el centro, dos mesas metálicas reflectaban su manera de ver el mundo. Lara se acercó a una de ellas y pasó un dedo por su fría superficie.
- ¿Qué hacemos aquí?
- Ya te lo he dicho, tengo algo que te pertenece -. Liam se acercó a una de las estanterías y subió por la escalera corrediza hasta dar con su objetivo, una caja como cualquier otra. Bajó y la puso en la mesa. Lara se acercó con la curiosidad mezclándose con su sangre, expandiéndose por todo su cuerpo. Sus dedos cosquilleaban ansiosos por tocar y descubrir, sus ojos estaban fijos en la tapa de la caja, que ahora era apartada por los hábiles dedos de su hermano. Liam metió sus manos en la caja, para después aparecer con tres tomos de tapas doradas con detalles de estrellas en negro. Sus libros. Su única vía de escape durante tantos años. ¿Qué hacían allí? ¿Cómo sabía de su existencia Liam? ¿Cómo los encontró? Lo miró atentamente. ¿Qué significaba todo esto?
- Lara, ¿has oído aquello de que la realidad siempre supera la ficción? Bien, pues entre mis manos tengo todas las respuestas a todas tus preguntas, en mis manos tengo tu pasado, y tu futuro.
Liam dejó los libros sobre la mesa y observó a su hermana, esta se limitó a acariciar las tapas y a repasar cada una de las siete estrellas negras que conformaban el logo de La Marca. En estas páginas, las mismas que leyó una vez tras otra, se hallan las respuestas a todos sus temores. Por fin podría ver luz al final del túnel. Liam le había tendido la cuerda para poder salir del profundo hoyo, ahora todo dependía de ella. De si aceptaba o no su ayuda.

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La Marca
Action¿Cómo te sentirías si al cumplir los 17 años te obligasen a cometer un asesinato? Cada noche, Lara, desde su ventana, oye disparos, gritos, miedo... Esta harta de esto, se siente fuera de lugar, no se quiere, planea quitarse la vida, pero, ¿qué es m...