Abrió los ojos, esperando ver a Liam durmiendo a su lado, pero se encontró sola. Lara salió de la cama, cogió el porta sueros y se dirigió al lavabo, dónde se miró al espejo y se sorprendió al ver una chica aún más pálida de lo normal. La venda seguía en su cabeza y un moratón en la mandíbula empezaba a hacerse notar. Lo único que recordaba era el sonido de su revólver al dispararse el seguro, el silencio sepulcral y algo que se movía con rapidez y después.... Nada de nada. Abrió el grifo y el agua fría empezó a brotar. El agua es sanadora. El agua es pura. Lara metió las manos e hizo un cuenco que se llevó a la cara. Una descarga de energía inmediata. Repitió la acción dos veces más y se secó la cara con la toalla de mano que alguien había dejado ahí muy acertadamente. Lara ya no se sentía cansada, es más, lo que quería ahora era comer. Salió de su cuarto y se encontró con un largo pasillo de losetas blancas, paredes azules y puertas blancas de pomo plateado, como las de la Sala de Marcación. Lara se estremeció al recordarlo, jamás volvería a pisar aquella sala. Siguió el pasillo acompañada de su suero hasta que encontró una bifurcación. Intentó buscar algún rótulo que le indicase el camino hacia la cafetería, pero no encontró nada. "La izquierda siempre es mejor" se dijo a sí misma, y tomó rumbo hacia el pasillo izquierdo. Al fin un rótulo cerca de los ascensores le solucionó el problema. La cafetería estaba en la planta baja, junto a la entrada. Llamó al ascensor justo cuando una enfermera pasaba junto a ella. Lara se estremeció de golpe, sentía que aquello de salir sin permiso estaba mal pero la enfermera no pareció reparar en ella. Tres segundos después Lara estaba de camino a la primera planta.
- Eeeh... Póngame dos muffins y un zumo de naranja, por favor.
La camarera, una mujer de mediana edad, tez oscura y ojos oscuros, se apremió a servirle el pedido de Lara de la manera más eficiente posible y en menos de tres minutos tenía su zumo recién exprimido y las dos muffins de chocolate servidas en una bandeja blanca de plástico.
- ¿Cuánto le debo? -. La camarera sonrió divertida.
- Nada, cariño, todos tus gastos están cubiertos, Lara -. Y con un guiño divertido de ojo indicó que era el turno del siguiente.
Lara se acercó a la mesa más cercana y depositó su bandeja. Que hambre. Justo cuando empezaba a devorar la primera muffin una sombra se le asentó al lado.
- Podría hacer un comentario gracioso y ocurrente sobre tus pintas, pero resultaría muy cruel. ¿Puedo sentarme?
Antes de que Lara pudiese decir nada, Kyle se sentó justo enfrente con medio bocadillo de queso.
- Bueno rubita, ¿cuál es tu diagnóstico?
- Primero, no me llames rubita, no soy tu rubita, ni siquiera te conozco. Segundo no te importa cuál sea mi diagnóstico y tercero, ¿que estás haciendo aquí?
- El Jefe está preocupado por ti y me ha dicho que te vigile. Fui a buscarte a la habitación pero no estabas y antes que me diese un ataque de nervios, una enfermera me dijo que te había visto bajar, por lo que supuse que estarías aquí. Como no, estaba en lo cierto.
- Antes parecías majo ¿sabes?
- Y tu todo menos borde ¿sabes?
- Touché.
- Oye, ¿te comerás esa magdalena? Es que odio el queso.
- Eeeh... Si... -. Kyle hizo una mueca de desaprobación. - Antes has dicho que el Jefe estaba preocupado por mi. ¿Quién es ese tal Jefe del que todo el mundo habla? Y ¿por qué está interesado en mi?
- Mira rubita, no hagas preguntas, limítate a encontrar las respuestas.
- Arg. Te odio.
- Tranquila, el sentimiento es mutuo.
Y con eso Lara se levantó, cogió su suero y se fue cabreada hacia el ascensor. Si nadie le iba a dar respuestas las encontraría ella. No iba a dejar que un imbécil prepotente cómo Kyle le sacase de las casillas. Lo que no sabía Lara era que mientras ella se subía al ascensor, Kyle había conseguido su propósito y estaba disfrutando del perfecto tentempié que eran las muffins de Lara.
- Oh, Lara, que bien que estés aquí -. Toni, el joven doctor, salía de la habitación de Lara apresuradamente justo cuando ella entraba, lo que provocó un inminente choque. El doctor sonreía, Lara no tanto, aún estaba furiosa por su escueta conversación con Kyle, si es que a eso se le puede llamar conversación, claro.
- Si, supongo que es un alivio para todos el saber que no me he fugado, más que nada porque no sé ni dónde estoy.
- Mira, Lara, no se debe preguntar.
- ¡Arg! ¡¿Por qué todo el mundo me responde lo mismo?! "No debes preguntar,limítatee a encontrar las respuestas..." -. Repitió Lara exasperada.
- Lara, ven conmigo -. Toni pasó su brazo por los hombros de Lara y la condujo hasta la habitación 316.
- Antes de entrar, quiero que sepas que puedes confiar en mi, Lara. Soy tu amigo. Ahora te voy a presentar el más preciado de mis tesoros. Mi razón de ser. Tienes que tener paciencia, está muy débil... -. Dicho esto, el joven doctor abrió la puerta y dejó pasar a Lara.
Lo que se encontró fue a una chica de unos veintitrés años de pelo castaño largo, cara afilada y nariz pecosa. Sus ojos también eran oscuros. ¿Que significaba aquella visita? ¿Quien era la chica? ¿Su hermana? ¿Su novia?
Toni se acercó a ella y la despertó suavemente con un beso en la frente. La chica murmuró algo que Lara no llegó a entender y el chico asintió. Se le había cambiado la mirada. Sus ojos brillaban. La chica se sentó con la ayuda del doctor y miró a Lara.
- Encantada Lara, yo soy Lucy. Es un honor para mi que vengas a verme.
- ¿Por qué?
- Lara...
- Si, si, no más preguntas... Lo siento, sólo escucho.
- Es un honor porque eres todo un mito. Bueno, vuestra familia es un mito -. Lara quería preguntar porqué eran un mito, pero se mordió la lengua.
- Lara, Lucy padece cáncer, cáncer de mama -. Explicó Toni mientras le cogía la mano a Lucy.
- Oh, l-lo siento...
- No pasa nada querida. Todos tenemos nuestros demonios interiores, con los que hay que luchar. De todos modos, me operan dentro de dos días. No tengo miedo. Si algo he aprendido es que todos morimos tarde o temprano -. Lucy sonreía.
- Pero usted es demasiado joven...
- No me hables de usted -. Pidió la chica guiñandole un ojo. - Eso me hace aún más vieja. Verás, una vez un profesor me dijo que la vida no se cuenta en años, sino en las personas de las que nos rodeamos, y en los momentos que vivimos. Que hay jóvenes ancianos porque no quieren vivir y ancianos jóvenes, que incluso corren maratones. Y yo creo fervientemente en eso. No le temo a la muerte, si ha de llegar, que llegue. Yo he vivido apasionadamente, no me arrepiento de ninguna decisión tomada en el pasado. Algún día lo entenderás, querida.
- Lucy, deberías descansar. Yo me llevaré a Lara. Me pasaré después a verte -. Toni se inclinó, le dio un beso en la frente, otro en la punta de la nariz y por último uno en los labios. Lara se sentía incómoda. Obviamente eran pareja, y se querían mucho. Ella no pintaba nada allí. - Te quiero, de aquí al infinito -. Y dicho esto, la arropo y acompañó a Lara fuera, no antes sin echar un último vistazo.
- ¿Por qué me la has presentado? -. Demasiado tarde se dio cuenta de que no debía preguntar, pero el doctor se limitó a sonreír dulcemente.
- Porque es un claro ejemplo de superación. Ella lucha por su vida, si, pero no le teme a la muerte. Ella sabe que debe permanecer junto a mi, en el mundo de los vivos, pero si Dios decide llevársela, lo acepta. Quiero que aprendas de ella. Que luches contra tus demonios interiores, busca y halla respuestas. Que nadie acabe con tu vitalidad.
Quizá era intuición femenina o algo obvio, pero desde ese momento sabía que esa feliz pareja era de fiar y que desde ese preciso instante, Toni le podría caer bien.

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La Marca
Action¿Cómo te sentirías si al cumplir los 17 años te obligasen a cometer un asesinato? Cada noche, Lara, desde su ventana, oye disparos, gritos, miedo... Esta harta de esto, se siente fuera de lugar, no se quiere, planea quitarse la vida, pero, ¿qué es m...