Capítulo 25

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Crystal

Al fin podía volver a ponerme la camiseta del club. La combiné con una chaqueta de falso cuero negro y los vaqueros oscuros con rotos que tanto me gustaban. Me maquillé rápido y salí casi corriendo para el instituto.

Eddie me esperaba apoyado en la puerta y al verme de lejos abrió los brazos. Yo fui corriendo y me lancé hacia ellos como si llevara dos años sin verle. Lo abracé y le llené la cara de pequeños besos hasta que escuchamos risas detrás de nosotros y me separé un poco, avergonzada.

—Buenos días, pequeña. Nunca había tenido tantas ganas de tener clase de historia. —Eddie me pasó el brazo por los hombros y empezamos a caminar hacia la clase.

—No lo digas muy alto o la profesora Stewart te mandará tareas extra. —Reí suavemente mientras caminábamos—. ¿Todo bien anoche? Creí ver que había alguien detrás de ti, pero estabas ya muy lejos.

—Pues... si te lo digo no te lo crees: Chrissy, CHRISSY —exclamó— me estaba siguiendo en plan acosadora por el bosque y empezó a decirme que me seguía queriendo y que volviésemos a salir juntos y cosas así. —Eddie negó con la cabeza, con mala cara—. La intenté acompañar a casa para que se calmara pero al final le dije que estaba saliendo contigo y se fue corriendo ella sola. Tu hermano la ha dejado mal de la cabeza.

—Dios mío. Espero que Jason no se entere o tendrás que esquivar su vómito de insultos y su despecho absoluto. —Reí al imaginar a mi hermano rojo de rabia—. Lo que está claro es que dejas huella, Eddie Munson, hasta en las Barbies animadoras.

—Solo quiero dejar mi huella en ti, Crystal Carver. —Me dio un pequeño beso en los labios y me sonrió ampliamente—. De forma emocional y también física.

Ya nos habíamos sentado y había entrado la profesora al aula. Ambos sacamos el material y lo pusimos sobre la mesa pero tenía la firme sensación de que no podía quitar mis ojos de la mirada de Eddie. Y él tampoco separaba sus ojos de los míos.

—Y hablando de dejar huellas, pequeña... Me encantaría dejarte huella ahora mismo encima de este pupitre. —Se inclinó un poco hacia mi oído y empezó a susurrar—. Me gustaría que toda esta clase supiera que eres mía.

Noté cómo la excitación se formaba poco a poco entre mis piernas de tan solo imaginar lo que estaba diciendo. Podía notar mis mejillas rojas y no pude evitar morderme el labio con fuerza.

—Estás insaciable últimamente, Eddie... Aunque no te voy a negar que me encantaría que todos vieran cómo te consigo descontrolar. —Sonreí de forma pícara cerca de su boca—. Ojalá todos desaparecieran y nos dejaran un rato a solas.

—No hace falta, Crys. —Noté la mano anillada de Eddie acariciando la parte interna de mis muslos. Suspiré tan fuerte que dos compañeros se dieron la vuelta para mirar.

La mirada de Eddie gritaba el deseo que sentía en esos momentos. Yo no me quedaba atrás, pues mentiría si no dijera que me dejaría poseer en medio de la clase de historia. Bajé mi mano hasta su entrepierna y acaricié lentamente el bulto que se había formado. Los ojos de Eddie me desnudaban y me hacían el amor sin siquiera tocarme. De repente levantó la mano.

—Profesora Stewart, ¿puedo ir al baño?

La profesora asintió sin parar la clase. Eddie se levantó y antes de empezar a caminar me guiñó un ojo y me hizo un gesto con la cabeza. Puse los ojos en blanco y apreté las piernas. Lo que quería hacer no estaba nada bien, pero yo también lo deseaba intensamente.

Cuando pasaron unos minutos imité a Eddie y fui a su encuentro. Entré en los baños de mujeres primero y no estaba allí, así que me asomé al de hombres. Una mano me agarró con suavidad por el cuello y otra rodeó mi cintura, y la voz en un susurro de Eddie llegó a mi oreja, que posteriormente mordió divertido.

—Hmm... ¿Qué hace en el baño de hombres, señorita Carver? —Las manos de Eddie recorrieron mis pechos y mi vientre. Podía notar los anillos en las partes más sensibles de mi piel—. Creo que hay castigo para los que se cuelan en baños ajenos, ¿sabe?

—¿Y agarrar así a las alumnas está permitido..? —Jadeé ante el contacto y eché mi cuerpo hacia atrás para pegarlo más a él.

—No, pero yo no sigo las reglas, pequeña. —Alcanzó mi cuello con los dientes y mordió con fuerza, sacándome un pequeño grito—. Te deseo, Crystal. ¿Quieres que te folle aquí mismo?

Me limité a asentir varias veces, ya demasiado excitada para continuar hablando con lógica. Había mil razones por las que tener sexo en el baño del instituto estaba mal, pero no me importaba ninguna.

Eddie levantó mi camiseta hasta que mis pechos quedaron totalmente desnudos y los acarició con fuerza, pasando sus fríos anillos por mis pezones que se endurecían al tacto. Me apoyó en el lavabo y quedamos mirando hacia el espejo, donde nuestros reflejos me excitaban más si era posible.

Se bajó los pantalones y su ropa interior para liberar su pene, que se erguía rígido sobre mi trasero. Eddie daba pequeños besos en mi cuello mientras se desnudaba y me bajaba la ropa hasta dejarme los pantalones y las braguitas a la altura de las rodillas.

Al terminar me penetró despacio, mirándome a los ojos a través del espejo. Su rostro lucía un gesto totalmente primario mientras me daba pequeñas embestidas contra el lavabo. Cuando empecé a gemir se encargó de abrir el grifo para que no nos escucharan desde fuera y me empezó a hacer el amor más rápido y fuerte.

—Dios, Eddie... No sé qué nos está pasando, pero no quiero que se acabe nunca. —Gemía todo lo bajo que podía, me mordía el labio con fuerza para no gritar de placer y cada vez que miraba a Eddie, sus ojos reflejaban la lujuria más intensa que había visto nunca.

Mientras más gemía, Eddie parecía embestirme con más ganas e intensidad. Agarró todo mi pelo en una coleta y tiró de él con la fuerza suficiente para no hacerme daño.

—Eres preciosa, Crystal. Ojalá te vieras como te veo yo. —Me miraba cubierto de sudor, con el flequillo pegado al rostro sin dejar de moverse dentro de mí—. Eres la mujer más hermosa del mundo, pequeña.

Agarré su pelo echando atrás uno de mis brazos y tiré de su cabeza hacia mi cuello, susurrando su nombre varias veces entre gemidos y moviéndome con él de forma descontrolada.

—Te amo, Eddie. —Mi respiración se entrecortaba con el orgasmo que estaba teniendo—. Quiero que seas mío para siempre.

—Hasta que la muerte me separe de ti, Crystal. —Jadeó en un tono grave mientras se apartaba un poco de mí para terminar en el suelo—. Te amo más que a mi propia vida, pequeña.

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora