Capítulo 9

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Mi corazón y la excitación entre mis piernas me gritaba que sí mientras que mi cerebro y la poca cordura que me quedaba susurraba de forma tenue que me diera la vuelta y me fuera a casa.

Sentir el bulto apretado de sus vaqueros contra mi muslo no ayudaba a mis pensamientos a razonar conmigo misma, así que solo me quedaba dejar de darle vueltas y seguir mis instintos, ya había caído, sería estúpida si me retirase ahora que era mi turno de disfrutar.

Agarrada a las dos solapas de su chaqueta, caminé hacia atrás hasta chocar el trasero con la mesa, sonriendo de lado cerca de la boca de Eddie.

—¿En esta mesa? —Ponía ojos de niña buena mientras levantaba un poco el culo para sentarme en la mesa, sin dejar de tirar de él— ¿Estás seguro de que quieres mancillar tu cueva del rol?

Eddie me agarró ambas piernas una vez sentada y se colocó en medio, tan pegado a mí que podía respirar su aliento entrecortado por la excitación.

—No he estado más seguro de nada en la vida, pequeña. —Se retiró el chaleco y la camiseta del club, dejándome ver la plenitud de su pecho. Tenía varios lunares repartidos por toda la extensión, y su pelo largo le cubría los hombros. —Quiero hacerte el amor aquí desde hace tanto tiempo que ni lo recuerdo.

Volvió a seguir su estela de besos desde mi cuello de manera descendente, dejando besos por toda mi garganta y el inicio de mi pecho. Mientras lo hacía, el bulto de su pantalón rozaba de vez en cuando mi entrepierna y cada vez que lo hacía sentía relámpagos de excitación que me recorrían todo el cuerpo. Me sacó la camiseta por encima de la cabeza y aprovechó para besar mis labios intensamente de nuevo, sin dejar de embestir con suavidad contra mi ropa.

—Admito que he fantaseado con esto alguna vez, yo también. No se lo cuentes a nadie.

—¿Fantaseas con que te folle encima de la mesa, Carver? Quién lo diría con esa cara de no haber roto un plato, ¿eh? —Sus manos bajaron rápidamente a mi pantalón, que de un tirón fuerte ya estaban a la altura de mis rodillas— Voy a cumplir todas las fantasías que me quieras contar, pequeña. Solo dime y lo haré realidad.

Retiró mis pantalones en su totalidad y acarició la extensión de mis piernas con tanta fuerza que podía sentir sus anillos clavados en mi piel, algo que no hacía sino incrementar más el calor entre mis piernas. Lo miraba boquiabierta, sabiendo que mi respiración no funcionaba correctamente desde hace varios minutos.

Eddie volvió a acercarse a mi boca y dejó ambas manos en mis pechos, acariciando suavemente por encima de mi sujetador negro.

—Quiero verte totalmente desnuda para mí. Déjame fantasear por un momento que eres mía por completo. —Retiró el sujetador de un tirón dejando mis pechos libres y yo jadeé al escuchar sus palabras. —Déjame creer que sigues siendo mía, Crystal.

—Soy tuya, Eddie, nunca he dejado de serlo.

Al escucharlo, Eddie se concentró en besar, lamer y mordisquear mis pechos con devoción. Yo gemía y retorcía mis dedos entre su pelo rizado, pidiendo más. Pensaba que iba a explotar hasta que siguió bajando y pasó la lengua por encima de mis braguitas, recogiendo toda la humedad que había estado acumulando desde que entré por esa puerta.

—Imaginaba que cuando te probara por primera vez serías dulce, pero no sabía que serías lo más dulce que mis labios han probado nunca. —Bajó poco a poco mis braguitas hasta sacarlas por completo, se recogió el pelo y metió su cabeza entre mis piernas.— ¿Habías fantaseado también con este momento, Crys? ¿Deseabas que te probara tanto como deseo saborearte entera?

Me limité a gruñir como un animal y cogerle del pelo para acercarlo a mi sexo, soltando el primer gemido una vez su lengua impactó con mi clítoris. Era el mayor placer que había experimentado en toda mi vida, pensaba firmemente que podía morir en esta mesa.

Eddie pasó una y otra vez su lengua por todos los rincones de mi sexo, saboreó cada rincón y se aseguró de limpiar toda la humedad que llevaba su nombre. Yo no paré de gemir en la eternidad que estuvo haciéndolo, y tuve un orgasmo donde casi lo asfixio cerrando mis piernas de puro placer.

Cuando se levantó, tenía toda la cara brillante y algo pegajosa, se acercó a mí y volvió a comerme la boca como un animal salvaje. Me di cuenta que se había quitado el botón de sus vaqueros cuando sentí más cerca que nunca su bulto en mi sexo desnudo.

—¿Estás segura de que quieres que siga?

—¿Es que tienes pensado parar, Munson?

Mi sonrisa lo pilló desprevenido y me la devolvió, quitándose del todo los vaqueros y bajando sus calzoncillos, mostrándome por primera vez su miembro. El glande brillaba y estaba tan excitado que podía ver las palpitaciones a simple vista. Me asusté un poco pero Eddie me besó con suavidad antes de acercar su pene a mi sexo.

—Tengo tantas ganas de hacerte mía que podría desmayarme, pero voy a tener todo el cuidado que pueda, Crys. No quiero hacerte daño. —Levantó la mirada hacia mis ojos y pude ver su brillo más cerca que nunca.— Te deseo más que a nada en este mundo, pequeña.

—Nunca más lo voy a admitir, Edward, pero yo también te deseo. —Sonreí levemente pero al sentir su penetración tuve que apretar los dientes y cerrar los ojos por el ardor y el intenso dolor que me provocaba.

Eddie era gentil en su movimiento pero al principio me dolía tanto que tuve que reprimir varios gritos. Al cabo de unos fatídicos segundos, todo dejó de dolerme y solo sentía placer; un placer inigualable.

Las embestidas no pararon durante un buen rato, yo me dejé caer en la mesa y Eddie me arrastró hasta que mi cadera quedó en el borde y mis piernas estaban a su alrededor. Aumentó el ritmo hasta que grité de placer y él gemía mi nombre en susurros. Sus manos anilladas acariciaban mis pechos, mi vientre y mis piernas mientras no dejaba de penetrarme lentamente pero con toda la fuerza que tenía.

—Dios, Eddie. Eddie. —Respiraba con dificultad, no podía ordenar mis pensamientos. Solo podía gemir. —Soy tuya, Eddie Munson. Tuya hasta que te hartes.

Al escuchar mis palabras, Eddie se limitó a gemir mi nombre una y otra vez mientras me daba las últimas embestidas con tanta fuerza que me hacía moverme entera. Acabó dejándome todo el vientre y el monte de venus lleno de su semen. Yo dejé descansar mi cabeza en la mesa, completamente extasiada.

—Eres lo más hermoso que han visto mis ojos, Crystal.

Me sonrojé y rápidamente me incorporé y me tapé los pechos, avergonzada.

—Ya puedes dejar el cuento, Eddie. No hace falta que sigas con esto.

Eddie rio sarcásticamente, negando con la cabeza.

—De acuerdo. Piensa lo que quieras, Carver. Supongo que será mejor así...

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora