Capitulo 15

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Crystal

—¡EDDIE! —grité y le tiré una piedra del suelo, sin éxito. —¡Eres un maldito idiota! ¡No quiero verte la cara nunca más!

Eddie se volvió con una sonrisa y se limitó a tirarme un beso desde lejos. A esa distancia hasta podía ver su hoyuelo marcado, estaba sonriendo de verdad. Mi cabreo no hizo sino aumentar. Me había besado sabiendo que estoy teniendo citas con otra persona. No podía ser más egoísta e insolente.

Volví a mi habitación y agarré el walkman para ponerme un poco de música. Llevaba sin hacerlo un par de meses, pues todas las cintas que tenía me recordaban a ese chico idiota. Toda la música que me gustaba y cada grupo que conocía había sido gracias a Eddie; desde pequeños nos juntábamos para descubrir nuevas cintas en la tienda de música. Yo siempre llevaba el dinero y compraba las cintas y luego nos turnábamos para escucharlas en casa. Era nuestro ritual desde primaria. Ahora echaba de menos ir a la tienda a comprar, realmente pese a tener dinero no me apetecía escuchar nada nuevo sin poder comentarlo y escucharlo con él en su caravana.

Empecé a dibujar en mi cuaderno al ritmo de la música, y al cabo de un rato me di cuenta que estaba dibujando las manos de Eddie y sus anillos, acariciando con la punta del lápiz cada ángulo de sus dedos y las venas de sus manos. Me parecía sorprendente la cantidad de detalles que podía recordar de esos anillos, pero no era de extrañar cuando de solo pensar en esas manos anilladas me sentía bastante excitada y acalorada.

Con ello en mente dejé tirado el cuaderno en la mochila e intenté dormir un poco, pero acabé tan concentrada en sus manos que sin darme cuenta tenía mis dedos entre las piernas, acariciando la humedad que se acumulaba en mi ropa interior. Jadeaba en silencio recordando la sensación de sus anillos recorriendo mis piernas y mi vientre, y cuando abría los ojos lo único que podía ver era a Eddie encima de mí haciéndome el amor. Me acaricié y jugué con mi sexo hasta que tuve que morderme el labio para no gemir el nombre de ese chico al llegar al orgasmo.

No sabía cómo sentirme al respecto, pronto vería de nuevo a Jonathan y no sabía cómo iba a actuar delante de él, si me pondría nerviosa o si pensaría de nuevo en Munson.

A la mañana siguiente en el instituto, después de varios días sin acudir a clase, Eddie volvió para sentarse a mi lado e intentar molestarme con su presencia. Llegó varios minutos tarde y todos los compañeros miraban con mofa las pintas especialmente desaliñadas que llevaba ese día.

—Bonita camiseta, Carver. —Se quedó sentado de forma que en lugar de mirar hacia delante, miraba directamente hacia mí. —Si no me hubieras tirado todas las cosas que te regalé, diría que eso también es regalo mío.

—Te dije ayer que no quería verte más. Sé que es imposible porque por desgracia compartimos el maldito instituto y el asqueroso pueblo, pero —alcé un poco la voz— POR FAVOR, no me hables.

—Eres mi compañera de pupitre, pequeña. Tengo que preguntarte todas mis dudas. —Sonrió de medio lado mirándome a los ojos. —No seas tan cruel conmigo.

—No me llames pequeña, Edward Munson.

Eddie se quedó callado durante un rato pero no se sentó bien, permaneció en esa postura durante el resto de la clase, observándome escribir e intentando bromear conmigo de vez en cuando, pero yo traté de ignorarlo todo lo que pude.

Al sonar el timbre y recoger, traté de cerrar el cuaderno pero Eddie puso la palma de la mano sobre las hojas, robándomelo para echarle un vistazo. Rápidamente se levantó y se fue con él a la otra punta de la clase, divertido.

—Eddie, devuélvemelo. Es el puto cuaderno de historia, ¿qué coño buscas? —Notaba la sangre escapando de mi rostro, sabiendo perfectamente lo que podía encontrar en ese cuaderno. —Trae, que tengo que ir a clase de química, joder.

Eddie siguió ojeando el cuaderno con interés, hasta que paró en seco y sonrió ampliamente, mirándome por encima de las páginas.

—Ya veo que no me querías ver más, Carver.

Alzó delante de su cara el dibujo de sus manos anilladas, orgulloso y divertido. Yo no dije nada, me limité a recoger lo que me quedaba y a caminar hacia la salida.

—Lo he visto de refilón cuando estabas tomando apuntes. Es un dibujo muy bonito, Crys. —Me tendió el cuaderno cerrado. —Eres la única persona que consigue verme de esa forma, como si mereciese que me dibujaran.

Agarré el cuaderno con violencia y lo metí en mi bolso, saliendo de clase como un huracán sin despedirme de Eddie. No sabía a qué juego estaba jugando, pero ya estaba cansada de tener que verme envuelta en él.

Después de acabar la clase de química y por fin acabar la jornada escolar, al salir por la puerta principal había un coche clásico beige aparcado en la acera colindante. Jonathan estaba apoyado en la puerta, saludándome desde allí efusivamente.

Justo había escogido el peor día para venir a buscarme, pero como no habíamos quedado un día concreto, no podía quejarme. Tenía los sentimientos a flor de piel: por un lado estaba bien con Jonathan, me sentía cómoda y cuidada con él, pero ciertamente no teníamos mucho en común. Luego estaba Eddie, que no paraba de asomarse a mi vida y recordarme que su mera existencia era mi cruz más pesada, la única de la que parecía no poder deshacerme de ninguna forma.

—¡Jonathan! —Nos dimos un pequeño abrazo y un beso en la mejilla como saludo— No te esperaba tan pronto, ¿qué tal estás?

—Tenía pensado esperar un poco más, pero tenía ganas de verte. Espero no haberme precipitado.

Parecía realmente preocupado. Yo negué varias veces con la cabeza y le apreté un poco el brazo con la mano.

—Nada de eso, es solo que... Bueno, no ha sido un buen día. —Me mordí el labio un poco— Pero seguro que ahora mejora. ¡Vamos!

Ambos nos subimos al coche, fuimos al bosque y Jonathan estuvo haciendo fotos al paisaje, a algunos animales y sobre todo a mí. Me sentí como una modelo famosa, no paraba de hacerme cumplidos y de tratarme como a una princesa.

Al terminar la tarde me llevó a casa y todavía en el coche, volvió a besarme en los labios, y esta vez yo sí le devolví el beso.

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora