Capítulo 1

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Crystal

Desperté sudando de una pesadilla cuando el despertador sonó como un trueno a mi derecha. Traté de recordar qué estaba soñando pero al cabo de unos minutos lo di por imposible, ya que tenía que empezar a vestirme para no llegar tarde el primer día de clase.

Intenté no ir demasiado vistosa para no llamar la atención más de lo necesario. Opté por una camiseta negra lisa bastante ancha, unos vaqueros oscuros con rotos en las rodillas, unas converse negras y unas cadenas como complemento en los pantalones. Añadí también una muñequera negra y unos pendientes con pinchos.

No me maquillé demasiado; solo un lápiz de ojos negro en las cuencas y un poco de sombreado hacia abajo. El color negro hacía contraste con el verde de mis ojos y el rubio claro de mi pelo, me gustaba lo que veía en el espejo.

Bajé a desayunar solo para encontrarme a Jason, mi hermano gemelo, ya vestido con su uniforme de baloncesto bajo una chaqueta. Éste puso los ojos en blanco al ver mi ropa y suspiró profundamente, yo hice lo propio con desdén y me comí sin muchas ganas el sándwich de mantequilla de cacahuete que había preparado mi madre.

Al cabo de un rato caminando ya habíamos llegado al instituto. Rápidamente mi hermano y yo tomamos caminos separados ya que por suerte él estaba en la otra clase. Al llegar al pasillo no me sorprendió que nadie estuviera dispuesto a saludarme, ni siquiera las chicas con las que pensé que había hecho buenas migas el año pasado en el proyecto de clase ni los dos miembros del club que seguían en mi clase, que directamente esquivaron mi mirada y cambiaron de sitio. Ahora me repudiaban todavía más, ya que además de ser la friki, todos sabían que ya no me quedaba ninguna amistad en el instituto, Jason se había encargado de ello durante todo el verano.

Dada mi nueva e incómoda situación, decidí sentarme en clase y coger un sitio bien apartado donde no estar en el punto de mira de cuchicheos y mierdas por el estilo, así que me senté en la última fila a la derecha, al lado de una ventana para poder despejarme si lo necesitaba mirando el bosque y sus alrededores.

Pasados unos minutos sonó la sirena que indicaba que el curso de 1985-86 acababa de dar comienzo: unas cuantas semanas de angustia estaban al acecho, pero quería mantenerme positiva y serena ante lo que seguramente sería el peor curso de mi vida académica.

Como pensé, nadie quiso sentarse tan atrás en clase, y solo los más rezagados se sentaron en las últimas filas por falta de sitio, dejándome el pupitre de al lado afortunadamente vacío, sitio perfecto para que descansaran mi bolso y mis cuadernos.

La profesora Stewart entró en clase con su permanente recién hecha, podía oler la laca desde mi asiento, cosa que me divertía y me asqueaba un poco a la vez. Era una mujer en sus treinta y muchos, vestía cuello alto pese a estar en septiembre y una rebeca de lino.

Bajo sus gafas de pasta gruesas parecía juzgarnos a todos, la tensión se cortaba con cuchillo. Los últimos cursos solían ser los más problemáticos ya que las hormonas empezaban a entrar en ebullición y la madurez brillaba por su ausencia.

—Bienvenidos a lo que espero sea vuestro último año aquí. El día de hoy se harán las presentaciones pertinentes y os entregaré los horarios, y, como seré vuestra profesora de historia, el tiempo restante lo dedicaré a proponeros el itinerario de clase. Procedo a pasar lista, que ya llevamos más de la mitad de la hora y... —sonaron golpes en la puerta de clase— ¿Sí? Adelante.

—Lo siento señora Stewart, me he quedado dormido.

Esa voz. Esa jodida voz. Levanté la mirada del papel que estaba garabateando para encontrar a Eddie Munson, un chico de estilo metalero vestido con chaleco vaquero lleno de parches de sus grupos de música favoritos, tatuajes en partes visibles de su cuerpo y pelo largo y rizado. Era a la última persona que querría ver hoy y cualquier otro día de mi existencia. Tenía que ser un error, Eddie se tendría que haber graduado el año pasado... No podía tener tan mala suerte, esto no me podía estar pasando.

—Pasa Munson, llegando así de tarde el primer día no creo que vayas a llegar muy lejos tampoco este curso.

Varios reían con burla mientras Eddie entraba y buscaba un asiento vacío con la mirada. Yo bajé la cabeza hacia el papel de los garabatos por si con suerte no se acercaba a mí. Creé una cortina de pelo rubio para esconderme, pero una mano con tres grandes anillos apartó mi bolso y los cuadernos del pupitre y los dejó junto a mí. Cerré los ojos con fuerza y apreté el lápiz sobre la hoja hasta que la punta se partió y saltó, después levanté la cabeza para mirar al frente.

—Munson.

—Pequeña Carver.

Podía notar la sonrisa en sus labios, la podía ver sin mirarla, y eso me enfurecía más de lo que me gustaría admitir.

—¿Es la cadena que te regalé? La que llevas colgada en el pantalón.

—No. La cadena que me regalaste la tienes tú, te devolví cada una de las cosas que me diste, ¿ya no te acuerdas?

—Pues claro que me acuerdo, la llevo puesta ahora.

Miré por inercia a sus pantalones, buscando la cadena con los ojos pero todo lo que encontré fueron los parches en su chaqueta vaquera, ninguna cadena. Lo miré con rabia y él sonrió de lado, lo que hizo que mi sangre hirviera de ira bajo mi piel.

—Ah, ¿ya vuelves a mirarme a los ojos, Crys?

Dragones, Amor y Mazmorras | Eddie Munson [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora